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LA OPCION DE PARIR RODEADA DE RESPETO Y CUIDADO
(Extraído del libro de Laura Gutman “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, Pág. 48/49)
Creo que nos llegó la hora de hacernos cargo de nuestros partos. Es insólito que, en materia de partos, las mujeres estemos tan desconectadas, ignorantes, temerosas y nos encontremos sin capacidad de hacer buenas elecciones. Esto se contrapone a otros aspectos de nuestra vida cotidiana, como el trabajo, las relaciones sociales, familiares o afectivas, donde nos manejamos con diversos grados de autonomía y decisión.
¿Hay alguna posibilidad de imaginarnos un parto diferente? ¿Es importante?
Comencemos por pensar que el parto no es solo un hecho físico, que comienza con las contracciones uterinas y finaliza con el nacimiento del bebé y el desprendimiento de la placenta. Es, por sobre todo, una experiencia mística, tal vez el hecho más importante en la vida sexual de las mujeres. Y como hecho sexual, tenemos derecho a vivirlo en intimidad y con profundo respeto a la persona como ser único, con su historia, sus necesidades y deseos personales.
Intimidad significa conexión con nuestro ser profundo, sin valoraciones externas de “bueno” o “malo”, al igual que en nuestra vida sexual, en la que intentamos desarrollar en nosotros nuestras capacidades esenciales, acomodando nuestra idiosincrasia, manera de ser, impulsos y deseos sexuales.
Así deberían ser los partos. Diferentes y únicos.
El dolor –tan despretigiado en los tiempos modernos – es necesario para el recogimiento. Para conectarse con partes muy escondidas de nuestro ser, para bucear bien adentro y salir del tiempo y del espacio reales. Para entrar en un nivel de conciencia intermedio, un poco fuera de la realidad. El dolor nos permite desligarnos del mundo pensante, perder el control, olvidarnos de la forma, de lo correcto. El dolor es nuestro amigo, nos lleva de la mano hacia el mundo sutil, allí donde el bebé reside y se conecta con nosotras. Perdemos noción del tiempo y del espacio. Para entrar en el túnel de la ruptura es indispensable dejar mentalmente el mundo concreto. Porque parir es pasar de un estadio a otro. Es un rompimiento espiritual. Y como todo rompimiento, duele. El parto no es una enfermedad para curar. Es el pasaje a otra dimensión.
Ahora bien, esto es posible solo si alguien nos sostiene. Si contamos con un acompañamiento amoroso por parte de un profesional o un ser querido dispuesto a mirarnos y a ponerse a nuestro servicio.
Si las mujeres tenemos que estar atentas defendiéndonos del maltrato y la deshumanización, eso nos resta capacidad para introducirnos en las profundidades de nuestro ser. Por eso es imprescindible elegir la mejor compañía para este viaje. No nos conformemos con lo que “todo el mundo elige”, con los médicos de moda o prestigiosos. Al contrario, hay que evaluar quién está dispuesto a observar nuestro personalísimo encuentro con la sombra, cuidándonos y haciendo todo lo que no ponga en riesgo nuestra salud física y espiritual.