Me llego este artículo, publicado en el diario chileno La Tercera.
Personalmente, suelo ser muy enfática cuando Joaqui y Emma hacen algo bien. "Muy bien!", "Qué lindo!", "Que bueno!", son expresiones que están bastante seguido en el día a día en mi boca.
No sé si estoy muy de acuerdo con este artículo. No obstante, sí creo que todo, en extremo, es malo. Por ende, los elogios porque sí, cuando en realidad no los sentimos, no creo que puedan llevar a nada bueno. Pero no estoy tan convencida de que los elogios que se hacen desde el corazón puedan tener repercusiones negativas.
De cualquier forma, aquí les dejo el artículo. Vale la pena leerlo y meditar al respecto.
No exagere: tanto elogio daña a los niños
Demasiados "¡muy bien!" cada vez que su hijo haga algo, puede convertirlo en adicto a las recompensas o terminar por afectar su desempeño escolar.
por Noelia Zunino - 11/10/2009 - 17:32
¿AMOR CONDICIONAL?
Así lo sienten los niños. La recompensa constante, el "muy bien" en todo momento puede llevar a la confusión de los niños. "Decir 'muy bien' significa que estamos ofreciendo atención, reconocimiento y aprobación por hacer algo que nos gusta como padres", dice el experto norteamericano Alfie Kohn, autor de 11 libros sobre el comportamiento humano y la educación. Pero eso, advierte, muchas veces lleva a los niños a creer "que son queridos sólo cuando ellos hacen lo que los padres elogian".
En esos términos, el reto o el castigo serían muestra de falta de cariño.
"En lugar de premiar, muchas veces es mejor explicar y ayudarlos a desarrollar las habilidades necesarias", dice Kohn.
MANIPULAR A LOS NIÑOS
"Si te sacas sobre un 6,5 estaré muy orgulloso de ti", son algunas de las recompensas verbales que se les suele decir a los hijos, pero a la larga, ese tipo de incentivo no da buenos resultados en el largo plazo.
"Los elogios funcionan a corto plazo, porque los niños pequeños están hambrientos de aprobación", dice el experto. En esos términos, el niño finalmente siente cierta manipulación, aunque no pueda explicar bien el porqué. Lo ideal, según plantea Kohn, es conversar sobre las repercusiones de las acciones. "Este enfoque es más respetuoso y ayuda a los niños a convertirse en personas reflexivas", dice. Lo importante es que la felicitación no se transforme en "haz lo que te digo".
"Los elogios funcionan a corto plazo, porque los niños pequeños están hambrientos de aprobación", dice el experto. En esos términos, el niño finalmente siente cierta manipulación, aunque no pueda explicar bien el porqué. Lo ideal, según plantea Kohn, es conversar sobre las repercusiones de las acciones. "Este enfoque es más respetuoso y ayuda a los niños a convertirse en personas reflexivas", dice. Lo importante es que la felicitación no se transforme en "haz lo que te digo".
ADICTOS AL ELOGIO
Hacen un dibujo y se los felicita. Dibujan algo similar en otra hoja y los vuelven a elogiar. Y así se repite la conducta paterna en cada ilustración del menor. ¿El resultado? Un niño adicto a los elogios. Se genera un círculo vicioso, cuanto más se los felicita, más necesitan los niños este tipo de recompensa por parte de sus padres. "Incluso aquellas felicitaciones que realizamos genuinamente por estar complacidos por lo que han hecho, tienen repercusiones en el menor, porque en vez de elevar su autoestima, se les crea una dependencia hacia los adultos que los hace sentirse menos seguros".
Mariarita Bertuzzi, terapeuta familiar y profesora de la Universidad de los Andes, concuerda con que "el exceso de refuerzo positivo crea personalidades muy dependientes, con baja tolerancia a la frustración y poca autonomía. Contrario a lo que se cree, no se genera autoestima alta con estas conductas". Para Bertuzzi, lo ideal es "reforzar los nuevos logros, no aquellos que ya se han conseguido".
Mariarita Bertuzzi, terapeuta familiar y profesora de la Universidad de los Andes, concuerda con que "el exceso de refuerzo positivo crea personalidades muy dependientes, con baja tolerancia a la frustración y poca autonomía. Contrario a lo que se cree, no se genera autoestima alta con estas conductas". Para Bertuzzi, lo ideal es "reforzar los nuevos logros, no aquellos que ya se han conseguido".
¿EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?
Los elogios permanentes afectan la autoestima. Y dejar de decirlos, cuando antes era algo constante, produce en los niños falta de interés. Un estudio de la Universidad de Toronto concluyó que aquellos niños que eran elogiados frecuentemente por actitudes generosas, fueron menos generosos, en comparación con otros compañeros, en los días sucesivos. Estas reacciones se deben, según Kohn, a que "la generosidad no la veían como lo valioso en su propio sentido, sino como algo que deben hacer para obtener nuevamente esa reacción del adulto. La generosidad se convierte en el medio para el fin", dice.
SENTIMIENTOS REPRIMIDOS
Decir "muy bien" o "muy mal", no son tan antagónicos como se cree. Ambos son evaluaciones que emiten un juicio, los cuales le determinan al niño cómo sentirse. Kohn dice que en edades como la preescolar o cuando aprenden a caminar, es apropiada una guía y evaluación, pero asegura que "juicios constantes de valor no son ni útiles ni necesarios para el desarrollo de los niños. Un niño merece disfrutar sus logros y decidir cuándo y cómo sentirse", dice.
BAJO DESEMPEÑO
Si un trabajo creativo es elogiado, el siguiente será peor en comparación con el primero, según estudios observados por Kohn. Esto sucede porque en el primer trabajo el menor no estaba preocupado de los elogios: su objetivo era realizar un bosquejo creativo. Sin embargo, luego de felicitarlo, la meta es "continuar el buen trabajo" y hacerlo de tal forma que vuelvan a recibir el halago.
En cambio, quienes no lo recibieron serán más creativos para mejorar sus trabajos anteriores. Para Mariarita Bertuzzi, "al estar constantemente reforzado, el menor no distingue lo que es premiable de lo que no es y eso hace que tenga baja tendencia a superarse.
En cambio, quienes no lo recibieron serán más creativos para mejorar sus trabajos anteriores. Para Mariarita Bertuzzi, "al estar constantemente reforzado, el menor no distingue lo que es premiable de lo que no es y eso hace que tenga baja tendencia a superarse.
3 comentarios:
Queridos Cali y Jose:
Soy Roxana, de familias Actuales. Los conocimos a través de María de ESPACIO NUTRICIO (ex compañera y amiga de Crianza)
Nos encantó el Blog, es reconfortante sentir que estas redes se hacen cada vez más extensas.
Queremos compartir con ustedes nuestra mirada acerca del artículo "adicción a los elogios".
Creemos que una adicción, supone hablar de un vacío ( carencia de apego con la figura maternante) a ser llenado - en este caso "por la adicción a los elogios".
Si el elogio está acompañado de un vínculo amoroso y una genuina mirada, hacia las posibilidades y limitaciones de nuestros hijos, nunca generarán adicción, sino que acompañarán amorosamente la crianza . Un abrazo grande, Roxana y Malena
www.familiasactuales.wordpress.com
A mí me pasa que entiendo la postura que se plantea en el artículo, pero también creo que si como mamá me sale naturalmente decirle "muy bien" y no lo hago porque la teoria deice que es malo.
Entonces soy una especie de falsa mamá; quiero decir que no soy sincera como persona. Y ahí ya no estoy de acuerdo.
Además creo que si no regañamos cuando algo no les sale bien a nuestros hijos, y en lugar de eso los incentivamos a seguir intentando no esta tan mal.
Es sólo mi opinión.
Saludos
Yo también elogio a mi hija, claro está. Pero creo que entiendo lo que quiere decir este autor.
En general, el elogio -igual que el castigo- actúa como un refuerzo conductista. Efectivamente, estaríamos reforzando aquellas actitudes que los padres consideramos positivas, lo cual no deja de ser una forma de "domesticación" (la ley de la zanahoria).
Jean Liedloff, en su libro de El Concepto del Continuum que justo me estoy leyendo ahora, dice que los yecuanas con los que ella convivió, ni premian ni castigan. Simplemente los niños se integran todo el tiempo en la vida de sus madres, y todo lo que hacen es lo "natural", lo que se espera de ellos (también es una forma de socialización, según ella la que genera personas más felices).
Sugiere que cuando premiamos una conducta, estamos diciendo que en el fondo, esperábamos que pudiera haber sido de otra manera.
Es muy interesante esto. Porque al fin y al cabo, esa integración total en que los niños no son regañados ni premiados ni juzgados (lo que ella llama "continuum") también es una forma de socialización casi diría que inflexible, porque tampoco permite que los niños se cuestionen nada, no? Me pregunto.
Gracias por compartir estas interrogantes tan importantes!!!
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