Seguramente muchos de ustedes habrán visto la famosa trilogía de los hermanos Wachowski, con Keanu Reeves, en la que básicamente, lo que se plantea es un cambio de paradigma sobre lo que uno consideraba como realidad incuestionable.
Cuando participaba del foro de Crianza Natural (CN) una forera empezó a utilizar el término “salir de matrix” para referirse al cambio del paradigma en la crianza, y este expresión resultó tan acertada que se sigue usando en este foro y en otros, como el de la Asociación Criar con el Corazón (ACC).
El paralelismo es sencillo: así como Neo debía elegir entre una pastillita roja y una azul para poder conocer la verdadera realidad del ser humano, o seguir viviendo engañado, de la misma manera en algún punto de la crianza de nuestros hijos nos encontramos con alguien que nos muestra una forma distinta de ver el embarazo, el parto y la crianza, y está en nosotros continuar con el modelo patriarcal que hemos recibido, o dar un giro de 180 grados y encarar otra forma de vivir la gestación, dar a luz y educar a nuestros hijos, basada en el apego y el respeto.
Sin embargo, que el paralelismo sea sencillo no significa que la elección también lo sea, por varios motivos.
En primer lugar, la mayoría de nosotros venimos de una crianza cuyo eje estaba puesto en las necesidades de los adultos, y que los niños nos adaptáramos a ellas. La mayoría de mi generación viene de la cultura del biberón, de la escolarización temprana, del “porque lo digo yo que soy tu madre” y de “en mi casa se hace lo que yo digo y punto”.
No hemos sido respetados, ni escuchados, y tenemos una gran carencia de maternaje, que hoy se refleja en nuestros ataques de pánico, nuestras adicciones y nuestras compulsiones (sobre estos temas les aconsejo la lectura de los libros de Laura Gutman).
Elegir una crianza distinta para nuestros hijos implica reconocer esas carencias, abrazar a nuestro niño interno que aún llora desamparado, y lo que más cuesta, volver a postergarnos para no postergar a nuestros hijos. Es duro y es difícil, y no todos están dispuestos a emprender el cambio, aunque algo dentro les grite que deben hacerlo. Es un camino en el que hay que trabajar día a día, porque es fácil que a la primera dificultad (o a la segunda, o a la tercera) perdamos la paciencia y caigamos en los modelos que llevamos aprehendidos por generaciones, gritando a nuestros hijos, pegándoles un chirlo en la cola o simplemente no escuchando sus necesidades para enfocarnos en las nuestras propias.
Es difícil también porque la sociedad va en contramarcha de este tipo de crianza, por lo que los que elegimos el camino del amor y el respeto a menudo somos acusados de blandos y de dejarnos manipular por nuestros hijos (ni hablar de las acusaciones de falta de responsabilidad y las predicciones de todo tipo de desgracias que tenemos que escuchar quienes hemos optado por un parto en casa).
En mi caso particular, la pastillita roja que mi hizo salir de matrix, juntamente con los foros de CN primero, y ACC después, fueron los libros “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de Laura Gutman, “Besame mucho”, de Carlos Gonzalez, y “La represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente”, de Casilda Rodrigañez (quizás el de más dificil lectura, pero imprescindible para quienes quieran emprender esta aventura).
Otra de las cosas que trae aparejadas este cambio de mentalidad es el tener que asistir impavida a ciertos comentarios y sucesos.
Vengo de una familia con una crianza sumamente ortodoxa y patriarcal, donde lo que dicen los padres no se discute, y las necesidades de los niños están siempre supeditadas a las necesidades del adulto. Por lo tanto, no es difícil imaginar que mi forma de encarar el parto y crianza de mis hijos me ha granjeado muchas discusiones, y como ya he caído en la cuenta de que mi opinión no importa y hasta molesta, he optado por no hablar más. Al fin y al cabo, ellos ya saben como pienso.
Un par de días atrás, una ex compañera de colegio a quien reencontré en este mundo cibernético hace muy poquito me decía, asombrada, que no entendía como yo, la hija de un medico, había llegado a tener un parto en casa. La respuesta es: porque salí de matrix. Porque en algún momento, cuando Joaqui era muy chiquito, algo me hizo click. Sentí que no quería continuar con el modelo de crianza y educación que yo había recibido. Sé que mis padres hicieron lo mejor que pudieron, de acuerdo al resto emocional que tenían por la forma en que ellos mismos fueron criados. Pero no quiero repetir ese patrón con mis propios hijos.
Hace muy poquito asistí a una reunión familiar. En ella había una mujer (amiga de un familiar mío) embarazada, ya casi a punto de parir. En un momento, alguien le pregunta donde iba a tener a su bebé, y esta mujer nombra a un renombrado sanatorio de la Capital Federal (con nombre en latín). Entonces una de mis familiares le dice “Yo tuve a mi hijo ahí, es bárbaro, se llevan al bebé toda la noche!!”. A continuación, tuve que escuchar como el resto de las mujeres presentes alababan la clínica con frases como “La hotelería no es muy buena, pero no te joroban para nada” o “Es la única en Buenos Aires que respeta a la madre” (yo pensaba: y quien respeta al bebé?). No dije nada.
Pero esto me llevó a pensar, que alejados que estamos en esta sociedad de nuestros instintos, si una madre puede estar eligiendo el sanatorio para parir, ya no en función de la calidad médica o el confort del lugar, sino en función de que se lleven al bebé, recién nacido, para que “no moleste”.
Excede mi capacidad de asombro que una madre a punto de parir no se detenga a pensar, al menos por un segundo, que el niño que lleva en su vientre pasará su primer noche en este mundo lejos de lo único que conoce: el calor, el olor, la voz y el latido de su madre. Que no le duela imaginar a su bebé solo, en una habitación donde una decena más de bebés lloran, en medio del vértigo de encontrarse solo en una cuna, y donde lo único que encontraran, con suerte, sea una mano fría que les de una mamadera de suero glucosado y les cambie el pañal como quien hace el repulgue de una empanada.
Esas personas viven en matrix. Eligen no ver. Eligen no escuchar. Eligen no sentir.
Cuando participaba del foro de Crianza Natural (CN) una forera empezó a utilizar el término “salir de matrix” para referirse al cambio del paradigma en la crianza, y este expresión resultó tan acertada que se sigue usando en este foro y en otros, como el de la Asociación Criar con el Corazón (ACC).
El paralelismo es sencillo: así como Neo debía elegir entre una pastillita roja y una azul para poder conocer la verdadera realidad del ser humano, o seguir viviendo engañado, de la misma manera en algún punto de la crianza de nuestros hijos nos encontramos con alguien que nos muestra una forma distinta de ver el embarazo, el parto y la crianza, y está en nosotros continuar con el modelo patriarcal que hemos recibido, o dar un giro de 180 grados y encarar otra forma de vivir la gestación, dar a luz y educar a nuestros hijos, basada en el apego y el respeto.
Sin embargo, que el paralelismo sea sencillo no significa que la elección también lo sea, por varios motivos.
En primer lugar, la mayoría de nosotros venimos de una crianza cuyo eje estaba puesto en las necesidades de los adultos, y que los niños nos adaptáramos a ellas. La mayoría de mi generación viene de la cultura del biberón, de la escolarización temprana, del “porque lo digo yo que soy tu madre” y de “en mi casa se hace lo que yo digo y punto”.
No hemos sido respetados, ni escuchados, y tenemos una gran carencia de maternaje, que hoy se refleja en nuestros ataques de pánico, nuestras adicciones y nuestras compulsiones (sobre estos temas les aconsejo la lectura de los libros de Laura Gutman).
Elegir una crianza distinta para nuestros hijos implica reconocer esas carencias, abrazar a nuestro niño interno que aún llora desamparado, y lo que más cuesta, volver a postergarnos para no postergar a nuestros hijos. Es duro y es difícil, y no todos están dispuestos a emprender el cambio, aunque algo dentro les grite que deben hacerlo. Es un camino en el que hay que trabajar día a día, porque es fácil que a la primera dificultad (o a la segunda, o a la tercera) perdamos la paciencia y caigamos en los modelos que llevamos aprehendidos por generaciones, gritando a nuestros hijos, pegándoles un chirlo en la cola o simplemente no escuchando sus necesidades para enfocarnos en las nuestras propias.
Es difícil también porque la sociedad va en contramarcha de este tipo de crianza, por lo que los que elegimos el camino del amor y el respeto a menudo somos acusados de blandos y de dejarnos manipular por nuestros hijos (ni hablar de las acusaciones de falta de responsabilidad y las predicciones de todo tipo de desgracias que tenemos que escuchar quienes hemos optado por un parto en casa).
En mi caso particular, la pastillita roja que mi hizo salir de matrix, juntamente con los foros de CN primero, y ACC después, fueron los libros “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de Laura Gutman, “Besame mucho”, de Carlos Gonzalez, y “La represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente”, de Casilda Rodrigañez (quizás el de más dificil lectura, pero imprescindible para quienes quieran emprender esta aventura).
Otra de las cosas que trae aparejadas este cambio de mentalidad es el tener que asistir impavida a ciertos comentarios y sucesos.
Vengo de una familia con una crianza sumamente ortodoxa y patriarcal, donde lo que dicen los padres no se discute, y las necesidades de los niños están siempre supeditadas a las necesidades del adulto. Por lo tanto, no es difícil imaginar que mi forma de encarar el parto y crianza de mis hijos me ha granjeado muchas discusiones, y como ya he caído en la cuenta de que mi opinión no importa y hasta molesta, he optado por no hablar más. Al fin y al cabo, ellos ya saben como pienso.
Un par de días atrás, una ex compañera de colegio a quien reencontré en este mundo cibernético hace muy poquito me decía, asombrada, que no entendía como yo, la hija de un medico, había llegado a tener un parto en casa. La respuesta es: porque salí de matrix. Porque en algún momento, cuando Joaqui era muy chiquito, algo me hizo click. Sentí que no quería continuar con el modelo de crianza y educación que yo había recibido. Sé que mis padres hicieron lo mejor que pudieron, de acuerdo al resto emocional que tenían por la forma en que ellos mismos fueron criados. Pero no quiero repetir ese patrón con mis propios hijos.
Hace muy poquito asistí a una reunión familiar. En ella había una mujer (amiga de un familiar mío) embarazada, ya casi a punto de parir. En un momento, alguien le pregunta donde iba a tener a su bebé, y esta mujer nombra a un renombrado sanatorio de la Capital Federal (con nombre en latín). Entonces una de mis familiares le dice “Yo tuve a mi hijo ahí, es bárbaro, se llevan al bebé toda la noche!!”. A continuación, tuve que escuchar como el resto de las mujeres presentes alababan la clínica con frases como “La hotelería no es muy buena, pero no te joroban para nada” o “Es la única en Buenos Aires que respeta a la madre” (yo pensaba: y quien respeta al bebé?). No dije nada.
Pero esto me llevó a pensar, que alejados que estamos en esta sociedad de nuestros instintos, si una madre puede estar eligiendo el sanatorio para parir, ya no en función de la calidad médica o el confort del lugar, sino en función de que se lleven al bebé, recién nacido, para que “no moleste”.
Excede mi capacidad de asombro que una madre a punto de parir no se detenga a pensar, al menos por un segundo, que el niño que lleva en su vientre pasará su primer noche en este mundo lejos de lo único que conoce: el calor, el olor, la voz y el latido de su madre. Que no le duela imaginar a su bebé solo, en una habitación donde una decena más de bebés lloran, en medio del vértigo de encontrarse solo en una cuna, y donde lo único que encontraran, con suerte, sea una mano fría que les de una mamadera de suero glucosado y les cambie el pañal como quien hace el repulgue de una empanada.
Esas personas viven en matrix. Eligen no ver. Eligen no escuchar. Eligen no sentir.
7 comentarios:
Brillante Jose..!..la verdad que pasar por acá me hace sentir menos "loca"!!!....me horrorizó el final...tan cierto, tan actual...nos falta tanto por parender que asusta.
bsos
BRAVO JOSE!! Hermoso artículo! 100 por ciento Jose!
Un abrazo!
maravilloso articulo!! en los foros como dices, sigue usandose...pero a mi parecer ha perdido un poco el significado original...y se usa casi de modo despectivo...una pena
Jose sos lo mas! me siento sumamente identificada con tu relato, con lo que sentis...yo tambien decidi no hablar mas, porque es muy dificl expresarse cuando los que no ven juzgan y critican, sin conciderar. Yo tambien sali de la matrix y que bien se siente!
y lo copado es encontrar gente como vos para compartirlo...
(perdi tu mail Jose, pasamelo asi te cuento como va mi embarazo respetado! besito)
Euge
totalmente de acuerdo, sobretodo con la última parte, en mi caso por cuestiones de mi salud no pude estar con mi hija las primeras horas de su vida que era lo que yo más anhelaba y senti mucha tristeza por esto... no se como puede haber gente que lo haga adrede
Se me pone la piel de gallina. Por suerte fui criada con mucho amor, teta y mimos. Pero nací en una de esas clínicas, donde solo me llevaban con mi madre para tomar la teta. Me angustio de solo pensar que mis primeras horas en este mundo fueron tan desoladoras, y también me cierran muchas cosas.
¿Cómo puede haber minas que prefieran tener una cesárea programada porque así "se organizan mejor"?
He estado en un foro de Crianza Natural y no he durado ni una semana. No comparto para nada su manera de ver la crianza (colecho, dar el pecho hasta los 3 años, cargar al niño y no usar carrito...). He salido escaldada de dicho foro porque por decir que no practico colecho por ejemplo poco mas o menos se me ha tachado de mala madre y que no doy amor a mi hijo. Y precisamente amor no le falta.
Yo respeto a quien quiera hacer uma crianza natural, es una opción mas, y cada uno elige la que mejor cree que es para ambos (papás y bebé).
Tampoco veo nada bien lo que dices sobre las madres al elegir un hospital porque se llevan al niño de la habitación y así poder dormir. Yo no podría separarme de mi pequeño. Pero de nuevo estamos ante lo mismo. Si no nos gusta que nos juzgen, ¿por qué juzgar a la madre que quiere elegir eso? Es que es una opción como otra cualquiera. Mejor o peor, pero una opción, así que insisto, menos juzgar si no nos gusta ser juzgados.
Me parece que los extremos no son buenos. Yo el educar a un niño, me parece que es también enseñarle a madurar y a ir siendo independiente, por eso me parece fundamental que poco a poco y con cariño enseñarle a dormir solo, comer solo, etc. Porque ser padres es eso, dar amor pero también enseñar.
Publicar un comentario