martes, 11 de marzo de 2014

La ¿peor? madre de América

Ayer leí este artículo sobre Lenore Skenazy, una periodista norteamericana que se ha ganado el título de "la peor madre de América". Su pecado: haber dejado (entre otras cosas) que su hijo comenzara a viajar solo en el subte de Nueva York con tan solo 9 años.
En este otro artículo Lenore cuenta un poco más sobre su experiencia, y porqué para ella en realidad, que le dieran tan tremendo título, ha sido un honor.
La historia de Lenore y de su hijo Yzzy, y su devenir en "mala madre" me dejo reflexionando mucho sobre cómo criamos a nuestros hijos hoy.
Me crié en Concordia, una ciudad de Entre Ríos lo suficientemente grande para no ser considerada un pueblo, pero lo suficientemente chica para tener todas las virtudes de uno (o al menos las tenía hace 20 años, cuando yo vivía allí).
A los 8 años aproximadamente ya cruzaba sola a la casa de mi vecina de enfrente, y hacía mandados en el almacén de la esquina (había que cruzar una calle).
A los 11/12 años ya volvía sola caminando de la escuela, que era a más de 20 cuadras de mi casa, y para cuando cumplí los 15 ya iba sola a la mañana también.
A los 13/14 ya me iba sola en bicicleta al club, a Inglés, y a la casa de una de mis mejores amigas, que quedaba cerca de la escuela.
Desde antes de los 14 me quedaba también tardes enteras sola en casa, cuando no me gustaba el programa familiar.
Por su parte, Hernán se criaba en San Fernando. Según me cuenta, a los 8 iba a la farmacia a comprar azufre y no sé que otras cosas más, y hacían explosiones de pólvora con sus amigos.
Más o menos a esa edad también, desaparecían tal vez toda la tarde andando en bicicleta con los chicos del barrio.
Jugaban con herramientas, se metían en casas abandonadas, en lugares tipo descampados.
Antes de los 18 viajó solo con amigos, y a los 18 se fue con sus dos mejores amigos en camioneta (el que manejaba apenas había cumplido los 17) a la Patagonia y a Chile, a hacer turismo aventura con kayaks.
Cuando Hernán me cuenta las cosas que hacía de tan chico, un poco me espanto y un poco pienso "que lindo tener una infancia así, con tanta libertad, con tantas aventuras, con tanta oportunidad para explorar y aprender!!"
Mis padres y la madre de Hernán eran un poco como Lenore: confiaban en nosotros y nos daban alas para volar.
¿Qué ha cambiado, que a pesar de que Joaqui tiene 9 años cumplidos, no se me ocurre mandarlo a hacer un mandado al mercado de la esquina? Y cuando lo dejo 5 minutos con las nenas en casa para comprar algo a las corridas en el almacén de una cuadra, me siento super culpable!
Por supuesto que muchas cosas. Son otras épocas, sin duda alguna. Las calles tienen más automóviles que van a mayor velocidad, seguramente la cantidad de delitos haya aumentado, o tal vez haya aumentado solo la información que tenemos sobre esos delitos, no estoy segura de cual de las dos.
De hecho, en Argentina, muchas familias se encierran en "countries" y "barrios cerrados" buscando que sus hijos puedan tener un poco de esa vida libre que ya no se encuentra en las calles de la ciudad.
Me da un poco de pena por mis hijos, cuando miro atrás, de no poder darles un poco de la libertad que nosotros teníamos a su edad.

O tal vez sí puedo? Ustedes que opinan?

Elegí ilustrar esta nota con esta historieta de Mafalda, porque muestra a una niña de no más de 8 años, que va sola a la farmacia de su barrio. Se ve que era algo muy común por aquellas épocas, verdad?

domingo, 2 de marzo de 2014

La relación entre hermanos


Criar con apego no siempre es fácil. Tengo 3 niños, de 9, 5 y casi 3 años, y he notado que a medida que van creciendo, mi umbral de paciencia es más bajo con cada uno de ellos.
Cuando son pequeños y uno está con ese subidón hormonal que significan el parto y la lactancia, cuando te acostas y sentís el olorcito a bebé, o cuando te explican la macana que se mandaron con esa media lengua y ojitos de absoluta y sincera inocencia, no hay forma posible de que uno "se enoje en serio".


Sin embargo, a medida que el niño crece, no me pregunten como ni por qué, el nivel de paciencia que nos resulta aceptable va bajando. Lo veo en mí como algo en lo cual tengo que trabajar para mejorar, y lo veo también en mi marido y en otras familias cercanas.
En los únicos casos en que sigo viendo la misma tolerancia es en los casos de hijos únicos, tal vez porque la atención de los padres está centrada exclusivamente en ellos, tal vez porque al ser hijos únicos, hay situaciones que no se dan en la casa, como las peleas entre hermanos. 

Y es que las peleas entre amigos, rara vez llegan a los niveles las peleas entre hermanos, y además siempre tenderemos a proteger y defender a nuestro cachorro, así que no nos sirve la comparación.

Por supuesto que se de hogares en los que los hermanos se adoran y no se pelean jamás. No me pregunten cual es la receta porque no es lo que sucede en mi casa. 
Mis hijos se adoran, sí, pero también se matan. Si es algo que hacemos mal, si es que al ser 3 niños buscan más llamar la atención en exclusiva mediante este tipo de comportamientos, si es que simplemente estas son sus personalidades o los niños que nos tocaron por algo que tenemos que aprender y trabajar en esta vida terrenal, lo desconozco.
Pero en este hogar, donde se intentó, al menos, criar con amor, respeto y apego, donde se colecha, se toma teta a demanda, y se pare en casa, donde van a un cole respetuoso y varios etcéteras más, señoras y señores, en este hogar mis hijos se hacen burlas, se gritan, se insultan, y se pegan.
No me parece que sea un comportamiento adecuado, no me parece aceptable, no me parece "normal", pero sí creo que es bastante común. Yo misma me mataba literalmente con mis hermanas, al punto de rodar por el piso agarradas de los pelos y  rasguñandonos, con mi madre en un ataque de nervios tratando de separarnos, y recuerdo que yo para mis adentros pensaba que "no era para tanto".
Hoy me toca vivirlo del otro lado (karma, que le dicen) y realmente es exasperante.
En general "intento" (porque no siempre lo logro) dialogar con ellos, escuchar a ambos y validar los sentimientos de los dos. De nada sirve buscar responsables, ni "quien empezó", porque generalmente la escalada viene de varias horas atrás, con caritas, muecas, burlas, risitas y demases... De nada sirven tampoco las advertencias cuando una ve que las caritas, muecas, burlas, risitas y demases van derechito a convertirse en golpe o empujón, porque aunque me escuchen en el momento, cuando están con el "modo pelea on", terminaran peleando, si no es en ese momento será una hora después, y recién terminaran haciendo las paces enojo mío mediante.


Hay muchos consejos para este tipo de situaciones, como cambiarlos de escenario llevandolos a dar una vuelta, distraerlos con otra cosa, etc. En mi caso el cambio de escenario no siempre es posible (a veces se pelean Emma y Joaquín, por ejemplo, y Maite está durmiendo, o alguno de los dos no quiere salir a dar una vuelta) y las distracciones no siempre funcionan.
Muchas veces (karma) termino pegando tres gritos yo. Sí, no es respetuoso, no está bien y debo trabajar mucho, MUCHO, en eso. Pero cuando la situación me desborda, pegar tres gritos al mejor estilo LA CORTAN YAAAA!!  y darme un tiempo fuera para mí, es lo único que me funciona. No estoy recomendando para nada esta estrategia, solo me sincero y cuento lo que me sale de las entrañas cuando siento que mi paciencia rebasó su limite hace más de media hora.
Me queda mucho para mirarme para adentro, tratar de cambiar y buscar otras formas de comunicación en este sentido.
Y ustedes como lo viven? Sus niños se pelean? Como lo solucionan? Tienen artículos o libros para recomendar que hablen de esto?
Yo tengo que releer el libro "Como hablar para los niños escuchen y como escuchar para que los niños hablen", que es una excelente guía para manejar esta y otras situaciones con niños un poco más mayores.






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