martes, 30 de diciembre de 2008

Terminemos el año enviando unas palabras...


"Regala tus palabras". Así se llama la campaña de Amnistía Internacional, mediante la cual podemos dejar un breve mensaje a un preso de conciencia, es decir, una persona que se encuentra en la carcel por la simple razón de que sus ideales no eran del agrado de los gobernantes de turno en su país.

Para terminar el año, los invito a ingresar a la pagina de Amnistía Internacional y dejar unas breves palabras con buenos deseos, para que otro ser humano, que ve uno de sus derechos fundamentales, la libertad, vulnerada injustamente.
Y para todos ustedes:
NUESTROS MEJORES DESEOS DE PAZ, AMOR Y PROSPERIDAD PARA ESTE AÑO 2009!!
GRACIAS POR ACOMPAÑARNOS!!

lunes, 29 de diciembre de 2008

Facebook baneó mi foto!!!

Increible pero real!!

Luego de poner el post anterior sobre el grupo que se creo en Facebook, subí en dicho grupo dos fotos amamantando a Emma y dos fotos amamantando a Joaquin.

A los pocos minutos recibí un mail de FB donde se me "advertía" por haber subido una foto con un desnudo, e informandome que la misma había sido borrada.

Este es el texto del mail que recibí:


Hello,
You uploaded a photo that violates our Terms of Use, and this photo hasbeen removed. Facebook does not allow photos that attack an individual orgroup, or that contain nudity, drug use, violence, or other violations ofthe Terms of Use. These policies are designed to ensure Facebook remains asafe, secure and trusted environment for all users, including the manychildren who use the site.
If you have any questions or concerns, you can visit our FAQ page at
http://www.facebook.com/help.php?topic=wphotos.
The Facebook Team


Esta es la foto que me banearon:

Por supuesto, ahora mismo subiré en mi perfil y en Facebook TODAS las fotos que tengo amamantando a mis hijos, porque es algo de lo que no me avergüenzo y que no me parece que ataque ni directa ni indirectamente a nadie, no hay desnudo alguno, no hay uso de drogas ni violencia, por el contrario se trata del mas PURO ACTO DE AMOR entre una madre y su hijo.

Invito a todos los lectores que tengan Facebook a unirse al grupo de protesta Hey, Facebook, breastfeeding is not obscene (Official petition to Facebook).

Además los invito a visitar ésta pagina, donde madres de todo el mundo estan subiendo las fotos que arbitrariamente Facebook les ha borrado por considerar "obscenas".

EDITO para informarles que si Facebook les banea alguna foto amamantando, pueden subirla a la pagina de TERA (Topfree Equal Rights Association). Yo ya lo hice, la foto baneada de Joaqui mamando aparece en la pagina 6.

Hey, Facebook!! Amamantar NO ES OBSCENO!!!


Hoy me he unido a este grupo de Facebook, que fue creado por Kelli Roman luego de que su perfil fuera eliminado de Facebook por considerarse "obscena" una foto que había publicado en la que se encontraba amamantando a su bebé.
Realmente no puedo creer que en pleno siglo XXI, donde uno a las 5 de la tarde puede ver cualquier tipo de escena erotica en la telenovela de turno, incluso en comerciales, donde muchas mujeres hacen topless en la playa sin que nadie rechiste, donde agarramos una revista cualquiera y vemos mujeres y hombres en poses sugestivas y casi sin ropa, podamos ser tan incoherentes de considerar obsceno o inmoral un acto natural y cargado del más puro amor: una madre alimentando a su hijo con el alimento más perfectamente diseñado para los bebés humanos, como lo es la leche materna.
Quien pueda sentir vergüenza o pudor ante una escena así, honestamente creo que debería repensar que hay en su historia personal para tener un pensamiento tan retorcido...
Los invito a unirse a este grupo de Facebook, y hacer una protesta virtual subiendo sus fotos amamantando a sus hijos!!!

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Noche de paz... noche de amor

Les deseamos una Nochebuena llena de paz y amor, y una muy Felíz Navidad.
Entre tantos regalos, comidas y festejos, no olvidemos el verdadero sentido de la Navidad.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Un cuento navideño



“Y llegaron a Belén...”


Por las huellas sobre la nieve podía verse el camino recorrido por la pareja. Iban por el centro del camino, profundas, cercanas unas a otras, como de quien va despacio y fatigado. Se acercaban a una casa, siempre al mismo tipo de casa: una posada marcada por el signo exterior. Allí las pisadas se hacían todavía más profundas. La pareja había esperado una respuesta a sus llamadas. Luego, tras la negativa, había reemprendido la marcha hacia el centro del arroyo, y de allí a seguir por la calle principal del pequeño pueblo.
Un pueblo que se llamaba Belén.
Ibrahim abrió la puerta y se quedó mirando los rostros que aparecían en la semipenumbra. No hacía falta la experiencia del posadero para reconocer la expresión de viajeros que buscan cuarto; una expresión que está preparada ya para lo peor, que se niega a ilusionarse con la perspectiva de encontrar lo que busca.
El hombre habló con reposo y tristeza.
-La paz sea contigo. Somos del pueblo de Nazaret y venimos a cumplir la orden del César, a empadronarnos. Quisiéramos, si fuera posible, albergarnos por esta noche.
Ibrahim miraba a la mujer inclinada hacia el suelo en un gesto que no era sólo modestia. Parecía que, más que al marido, estaba oyéndose a sí misma. O mejor, que oía lo que dentro llevaba. Ibrahim notó la amplia curva del vientre bajo los vestidos artesanos..., en el mismo momento en que el hombre se lo explicaba.
-María, mi esposa, está esperando un hijo. Está cansada por el largo viaje. ¿No sería posible..., aunque fuera en un rincón...?
Ibrahim había empezado a mover la cabeza de un lado para el otro mucho antes de que el forastero terminara de hablar. Lo había hecho tantas veces en las últimas horas que el movimiento era automático. Las palabras le salían también con tonillo de acostumbrado. Lo sentía mucho..., todo estaba lleno... Incluso él y su mujer habían tenido que retirarse al fondo de la casa para dejar sitio a los visitantes..., todos llegaban al mismo tiempo sin avisar..., comprendía el caso..., pero era imposible...
Mientras hablaba, no cesaba de mirar a la mujer, que levantó los ojos por un momento, como si regresara de otro mundo. Ibrahim esperaba ver una mirada áspera, una queja airada. Sabía por experiencia cómo pueden ser las mujeres cuando se quedan sin lo esperado. Oía ya la frase sarcástica, la alusión al dinero que ganaba en aquellos días, su crueldad con los pobres...
Pero María, ojos azules, sonrió.
-Gracias, de todos modos. La paz sea contigo.
Se apoyó en el brazo de su esposo, que intentaba seguir defendiendo su causa y que se detuvo ante el contacto; la miró a ella y luego a Ibrahim.
-La paz sea contigo.
Volvieron lentamente al camino. Ibrahim sabía cuál era su misión de posadero: cerrar inmediatamente la puerta, no dejar la mínima posibilidad de un cambio de idea. Pero no pudo. La puerta se entornó lentísimamente, y por el espacio que dejaba con la jamba los vio alejarse muy despacio, calle arriba. Luego echó el cerrojo. Le asaltaban extrañas ideas..., claro que quizás..., en un rincón..., sacando a los perros de su cuartucho y arreglándolo un poco...
Una voz lo llamó desde adentro. Su mujer reclamaba su ayuda para servir a los huéspedes. Ibrahim sacudió la cabeza, y el remordimiento se le desprendió de ella como las gotas de lluvia cuando el árbol se agita. Volvió a su trabajo.
No habían pasado cinco minutos cuando volvieron a golpear la puerta. Pero no era la llamada tímida de antes. Era la de un hombre rico y con confianza como para producir ruido: la llamada de Isaac. Tenía una posada en la misma calle, unas puertas más abajo, y se llevaba bien con su rival de negocios. Pegó dos veces en la puerta y gritó.
-¡Ibrahim!
La puerta se abrió sin ruido, e Isaac se asustó un poco, porque no había oído pasos. Se retiró un poco para poder mirar la figura que tenía frente a sí. Parecía más alto que Ibrahim, pero evidentemente era su cara. Y también su voz, que lo interrogaba.
-¿Qué te ocurre?
Isaac se explicó precipitadamente. Hacía unos momentos había tenido que rechazar a unos viajeros... Un hombre y una mujer... ¿Habían estado allí? No podía confundirlos... ella esperaba un niño... ¿Habían estado? Y tampoco había podido alojarlos Ibrahim, ¿verdad? Claro, se lo imaginaba... Resultaba que en su casa, en la de Isaac, había quedado inesperadamente un cuarto libre... Los viajeros que debían ocuparlo no llegarían sino hasta el día siguiente... tarde... según le habían comunicado por un mensajero... e Isaac se encontraba con aquella habitación, la mejor de la casa, vacía... Creía que era una maravillosa coincidencia, porque la pareja le había dado lástima; a Ibrahim también, ¿verdad? Parecían tan buenos... Ahora quería pedirles que entraran a su casa. Era una cámara bien adornada, con alfombras y pebeteros..., tenían fuego en el hogar y estarían cómodos... Además, su mujer había ayudado a nacer a muchos niños en la vecindad, era muy buena comadrona... todos la llamaban en casos parecidos..., y si el niño se adelantaba (nunca se sabe lo que puede ocurrir en casos al parecer tan avanzados), sería práctico tenerla en casa... Pero estaban perdiendo el tiempo. Quería alcanzar al matrimonio. ¿Podría decirle Ibrahim en qué dirección se habían marchado? Al paso que iban, estaba seguro de que no podían estar muy lejos... ¿Por dónde se habían ido?
Isaac retrocedió hasta el arroyo esperando la indicación. Ibrahim llegó a su lado, e Isaac tuvo la extraña sensación de que no había caminado, sino volado los pasos que les separaban. Una vez junto a él, extendió el brazo. Un brazo extrañamente largo, que señalaba calle abajo.
-Por allí.
Isaac dio las gracias y echó a correr. Sus pasos, pasos de hombre fuerte y apresurado, dejaban una huella profunda, absorbiendo las anteriores. Se perdió en la noche.
Ibrahim volvió a la casa. Antes de entrar miró calle arriba, donde, muy lejos, dos siluetas se acercaban a otra posada, la última de la calle y del pueblo. Miró calle abajo; no veía a Isaac, pero todavía se oía su trote. Lanzó un suspiro de alivio.
-Por poco lo estropea todo.
Hizo un brusco movimiento, y de sus hombros surgieron dos grandes alas.

Un borracho que pasó al poco rato se preguntó cómo era posible que dos huellas humanas estuvieran aisladas en la nieve.



Fernando Díaz-Plaja, en “Cuentos crueles”

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Has sido bueno?


Se acercan la Navidad, y quienes tenemos niños ya empezamos a escuchar de parte de familiares/amigos/vecinos la típica frasecita: ¿Qué les pediste o Papá Noel? ¿Te portaste bien para que te lo traiga?, o bien: Que feo te estas portando!! Papá Noel/los Reyes no te van a traer nada!!
Así, las fiestas pasan a ser motivo de angustia para los chicos, que ven supeditado el recibir un regalo a comportarse como los adultos pretendemos, y unos personajes adorables se tranforman en simples chantajistas y sobornadores ("Si haces X Papá Noel te traerá Y").
Por esta razón, Jaume y Meisi del foro de la Asociación Criar con el Corazón crearon la página Stop al Has sido bueno!! para concientizar a padres, abuelos y tíos y que ningún niño tenga que escuchar estas frasecitas nunca más, y de esta forma permitirles también a los Reyes y Papá Noel ser los personajes bonachones que traen regalos a todos los niños, independientemente de su comportamiento.
Los invito a leer la pagina y firmar haciendo clic aquí.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Hace cuatro años...

Un día como hoy, a las 19:15 de la tarde, me convertía en madre por primera vez...

Hoy, cuatro años después y revolucionada hormonalmente por el nacimiento de mi segunda hija, recuerdo ese momento con lágrimas en los ojos...
Tal vez no fue el parto respetado que yo quería, ni el mejor nacimiento para mi hijo, pero fué lo mejor que yo podía ofrecer en aquel momento. Fue mágico y hermoso a su manera, porque trajo a Joaqui a mis brazos y me convirtió en madre, llevando a mi vida un montón de interrogantes sobre lo que se "suponía que debía hacer" y lo que "sentía que quería hacer", y abriendo el camino que llevó a que luego su hermana pudiera tener un nacimiento diferente.
Joaqui ha sido y es nuestro gran maestro. Es dulce, tierno, sensible, y a la vez tiene un caracter fuerte y desafiante que muchas veces nos hace enfrentar con situaciones que nos llevan al limite de nuestra paciencia, poniendo a prueba todas nuestras ideas sobre la crianza respetuosa (y muchas veces haciendonos caer, muy a nuestro pesar, en el típico chantaje, en el grito fácil o en el reto irrespetuoso).
Con él y gracias a él estamos aprendiendo a ser padres, a veces no todo lo buenos que querríamos ser, porque el primero siempre es el que abre las puertas, pero en cada situación que hemos vivido con el hemos ido aprendiendo cosas, y de hecho nos damos cuenta hoy, con otro bebé en casa, cuan diferentes es la maternidad y la paternidad con el segundo hijo, simplemente porque el que plantea los desafíos es el mayor, el que nos enseña y nos hace buscar respuestas a lo desconocido es el primogénito.
Y como en este blog ya está publicado el nacimiento de su hermana, hoy quiero contar el parto de Joaqui, mi chiquito que se está haciendo grande... No voy a contar con detalles la medicalización, simplemente quiero contar el momento mágico del nacimiento de mi hijo mayor.
Te amamos Joaqui!!!




El nacimiento de Joaquín: Jueves 14 de diciembre de 2004

Alrededor de las 10 de la mañana fui con Hernán a la consulta con mi obstetra. Me hizo un tacto y me dijo que estaba con un poquito más de 2 cm de dilatación, que de esa semana no pasaba.

Por algún designio del destino, Hernán prefirió no ir a trabajar ese día, y volvimos juntos a casa.

Almorzamos. Yo me sentía bien, pero notaba una sensación algo extraña en las caderas, como si me hubieran atado unos hilos con pesas que me tiraban hacia abajo. No era doloroso ni incomodo, solo extraño...

A eso de las 13 hs. me llama la partera. Me llamó la atención porque hasta ese día nunca me había llamado. Me comentó que había hablado con mi médico y que le había contado que tenía algo de dilatación, y quería saber como me sentía. Le conté que sentía como un peso en las caderas, y me pidió que me tomara el tiempo de cada cuanto era esa sensación, y la llamara en media hora. Me recosté y comenzamos a contar minutos, eran muy irregulares en duración, pero entre cada una de ellas no pasaba más de 3 minutos.

A las 13:30 me llama la partera y le cuento como me sentía. Me pide de vernos a eso de las 15 hs. en el sanatorio donde pensaba tener a Joaqui.

Me bañé y me cambié tranquila. Hernán quería llevar el bolso, pero yo no, no me creía que pudiera estar de parto. Finalmente Hernán me convenció que era mejor llevarlo, por las dudas, para no tener que volver a buscarlo si me tenía que quedar internada.

Cuando ibamos saliendo llamó mi hermana por telefono, pero solo le dije que iba a una consulta. Yo estaba segura de que aún no había llegado el momento, que me harían otro tacto y me mandarían otra vez a casa.

Llegamos al sanatorio a las 16 hs. La partera ya nos estaba esperando. Me hizo un tacto, que me dolió mucho, y me dijo que estaba con 4 cm de dilatación, que me quedaba internada. Pero cuando fuimos a hacer los papeles, no había camas en maternidad, así que tuvimos que elegir otra clínica. Llamamos a la prepaga para pedir autorización y nos derivaron a la Clínica Olivos.

A las 17 hs entré en la clínica, caminando, no me dolía nada, solo tenía un ligero dolor premenstrual. Hicimos los papeles y fuimos a la habitación. Me pusieron el famoso "suerito" y a partir de ahí los dolores comenzaron a hacerse un poco más intensos. Yo bromeaba con la partera: "Ahora me tomaría un Ibuevanol... ahora me tomaría un Ibuevanol rápida acción... ahora me tomaría un Ibuevanol Forte..."

A través de la vía me empezaron a poner "calmantes", porque yo había decidido que no quería peridural. Empecé a sentirme mareada y con sueño. Los dolores eran cada vez más intensos.

A las 18 hs. la partera me hace un nuevo tacto y de paso rompe la bolsa. Comenzó a dolerme muchísimo cada contracción, y yo comencé a perder el control de mí misma. Sentía muchísimas ganas de pujar, pero no me dejaban, y pedí que me pusieran la peridural.

A las 18:30 me bajaron a la sala de partos, y me pusieron la peridural. El dolor se fue, pero las ganas de pujar no, y el médico no llegaba... "Todavía no, falta el médico!", me decían... y yo obedecí...

A las 19 hs llegó el obstetra y comenzaron a guiarme el pujo. Fueron exactamente cuatro pujos: primero uno, luego otro y me dijeron "Ya se ve el pelito, es rubio!", un tercer pujo y salió la cabeza y en el cuarto pujo me sentaron para que viera nacer a mi hijo. Eran las 19:13 hs.

Enseguida lo pusieron sobre mi pecho. Joaqui no lloraba, solo me miraba fijo y yo a él... Lo tuve unos minutos sobre mi pecho y luego se lo llevaron para bañarlo y hacerle todas las rutinas hospitalarias (que hoy lamento tanto que haya tenido que pasarlas).

Me cosieron y unos 40 minutos después me llevaron a la habitación, donde Hernán me esperaba con Joaqui en brazos. Recién ahí comenzamos a llamar a familiares y amigos para avisar del nacimiento, y decirles que podían visitarnos a partir del día siguiente.

Esa noche fue mágica. Yo no podía creer que se hubiera producido semejante milagro. Esa noche Joaqui durmió en su cunita, al lado de mi cama, pero yo no pegué un ojo en toda la noche. No podía dejar de mirarlo y de admirarlo, tan chiquito y fragil, tan hermoso, tan mío, tan nuestro. Ya no eramos un matrimonio, ahora eramos una familia.

Esa noche comencé a sentir la voz de mi instinto de loba con su cría, ese que todas tenemos grabado a fuego y que tantas veces nos negamos a escuchar. Creo que por eso tampoco podía dormir... no era seguro teniendo a mi cachorro lejos de pecho... Mi memoria de mamífera me gritaba a través de cada célula de mi ser que esa personita tenía que estar sobre mi cuerpo, y no en una cuna. Tardé casi 4 meses en escucharla, pero desde entonces Joaqui no se ha separado de nosotros en las noches.

Por suerte, la leche fluyó rapido y abundantemente, y a pesar de que no todo fue color de rosa en nuestra lactancia, estoy segura de que facilitó tremendamente ese encuentro indispensable entre madre e hijo, y fue la puerta a través de la cual comencé a enterarme de que otro tipo de crianza era posible, que no había nada de malo con seguir lo que me dictaba mi cuerpo, mi corazón, mi alma, todo mi ser... Y Joaqui mamó de mí durante 3 años y medio, que fueron para nosotros la gloria.

Mi Joaqui. Nuestro Joaqui.

El que nos abraza y nos dice que nos quiere mucho, escondiendo su carita en nuestro cuello. El que se emberrincha facilmente cuando tiene hambre o sueño. El que pide "comprame, comprame", pero no se enoja cuando le explicamos que hay cosas que no se puede. El que tiene una facilidad motriz increible, y nos hace morir de risa con su lengua de trapo. El que pide perdón sin que se lo pidamos cuando sabe que algo que hizo no está del todo bien. El que no guarda rencores y nos perdona enseguida cuando somos nosotros los que perdemos la paciencia. El que le gusta acostarse tarde y dormir hasta el mediodía. El que se hace el payaso en el jardín para sacarles una risa a sus compañeritos. El que muere por los autos de carrera y que dice que es de Boca. El que se esconde cuando llegan sus tíos o abuelas, porque le gusta que lo busquen. El que se compadece por el sufrimiento ajeno, al punto en que lo hemos visto con lágrimas en los ojos mirando un Cristo Crucificado. El que es lo suficientemente generoso como para regalar algunos de sus juguetes a los chiquitos que menos tienen.

Nuestro Joaqui. El que nos enseña a ser padres.

Te amamos con toda nuestro ser.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Insulta, que algo queda

Extraído del libro "Besame Mucho, como criar a tus hijos con amor", del Dr. Carlos Gonzalez

Pag. 234/238

Editorial Temas de Hoy


Muchos adultos, al hablar sobre niños, recurren al estereotipo, al insulto y a la descalificación sistemática. Ello se hace muchas veces en tono jocoso, casi «cariñoso» («el monstruito», «los pequeños tiranos», «son unos trastos»), pero el daño está hecho: se transmite a los padres la idea de que sus hijos están en su contra y no merecen respeto como personas. Veamos algunos ejemplos concretos:
Nada más rozar las sábanas, el granujilla empieza a gimotear. El «granujilla» tiene diez meses, pero su conducta se considera no sólo meditada y consciente, sino moralmente reprobable. La elección de las palabras no es casual: el bebé no empieza a gemir («quejarse con voz lastimera», según el diccionario), ni mucho menos a llorar («derramar lágrimas por algún dolor físico o moral»), sino a gimotear («gemir, quejarse o llorar sin causa justificada»). ¿Quién ha dicho que no tiene motivo?
Veamos otros insultos:
Los niños pequeños son negativos, muestran poco sentido común y una completa falta de respeto por los derechos de los demás. ¿Cree que exagero? ¿No le parece que esta frase sea tan insultante? Sustituya «niños pequeños» por «negros» o por «mujeres» y dígame qué le parece ahora.
El diez por ciento de los niños estudiados eran pequeños terroristas.
Ésta es una acusación muy grave. Sustituya «niños» por «sindicalistas», «catalanes», «clientes», «funcionarios» o cualquier otro término referido a personas adultas y podría recibir una demanda por difamación.
Hacen que sus madres se sientan inferiores. Los niños pequeños tienen una capacidad increíble para desmoralizar a sus madres.
Muchos actúan como completos ángeles cuando están al cuidado de otros, reservando su lado demoniaco exclusivamente para sus padres.
¡Vaya descubrimiento! Sin necesidad de insultos y exageraciones como «demoniaco», lo cierto es que todos nos comportamos mejor con desconocidos que con familiares. Usted soporta de sus compañeros de trabajo, y no digamos de sus jefes, desaires que provocarían una discusión con su cónyuge.
Nos quejamos menos de la comida en un restaurante que en casa (y, cuando comemos en casa de un amigo, jamás nos quejamos de la comida). Usted, padre lector, ¿dónde se hacía mejor la cama, dónde barría y fregaba sin rechistar, dónde obedecía al instante y sonriendo: en casa o en la mili? ¿Significa eso que quería o respetaba más a su sargento que a su madre?
Claro que no, simplemente le tenía más miedo. En España ha habido muchas más huelgas y manifestaciones bajo el gobierno socialista que en tiempos de Franco. ¿Significa eso que los obreros estaban más contentos con Franco? Es un hecho que no protestamos más cuando somos más desgraciados, sino cuando tenemos más esperanzas de que nuestras protestas sirvan de algo. Protestamos más cuando nos sentimos aceptados y queridos. Como afirma Bowlby: Debido a los vínculos emocionales que unen al hijo con sus padres y a éstos con el hijo, los niños se comportan siempre de un modo más pueril con sus padres que con otras personas [.. ].
Esto es incluso cierto en el mundo de las aves. Los pinzones jóvenes, que son ya suficientemente capaces de alimentarse por sí solos, a veces comienzan a solicitar alimento de un modo infantil cuando ven a sus padres.
El mismo Freud no se quedaba corto con sus descalificaciones:
Un exceso de ternura materna quizá sea perjudicial para el niño por acelerar su madurez sexual, acostumbrarle mal y hacerle incapaz, en posteriores épocas de su vida, de renunciar temporalmente al amor o contentarse con una pequeña parte de él. Los niños que demuestran ser insaciables en su demanda de ternura materna presentan con ello uno de los más claros síntomas de futura nerviosidad. Por otra parte, los padres neurópatas son, en general, los más inclinados a una ternura sin medida, despertando así en sus hijos, antes que nadie y por sus caricias, la disposición a posteriores enfermedades neuróticas.
Y es que de insultar a los niños a insultar a los padres sólo va un paso, y si usted trata a sus hijos con ternura, es un neurópata.
«No», dirá el lector, «Freud sólo llama neurópatas a los que muestran una ternura sin medida, no a los que muestran una ternura normal». De acuerdo, pero, ¿qué es una ternura sin medida? Para muchos, en nuestra sociedad, tomar en brazos a un niño que llora ya es excesiva ternura.
No es Freud el único, ni mucho menos, que ridiculiza a los padres que tratan con «excesiva ternura» a sus hijos:
Sacarle de la cama cuando debe dormir no es mostrar ternura, sino estúpida ignorancia.
Veamos cómo describe el Dr. Green su método de dejar llorar a los niños para enseñarles a dormir:
Déjenlo llorar cinco minutos si son ustedes normales, diez minutos si son duros, dos minutos si son delicados y un minuto si son muy frágiles. La duración del llanto depende de la tolerancia de
los padres y de cuan genuinamente agitado se ponga el niño.
Es decir, que los padres que no quieren dejar llorar a su hijo son delicados, frágiles e incluso faltos de tolerancia (¡intolerantes!); pues en una increíble corrupción del lenguaje, «tolerancia» significa ahora la capacidad para oír llorar a tu propio hijo sin hacerle ni puñetero caso. Incluso admitiendo que dejar llorar a los niños fuera moralmente aceptable (¡cosa que no admito en absoluto!), ¿no parecería más lógico adaptar la duración del llanto a la resistencia del niño y no a la de los padres? (Deje llorar cinco minutos al niño normal, dos al delicado, uno al frágil... ) Pero, claro, al Dr. Green no le preocupa lo que pueda sufrir un niño de meses, sino lo que pueda sufrir un adulto de veinte o treinta años.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Los limites, ultima parte

(viene de la entrada publicada el 06/12/08)
3. Algunas otras consecuencias

Decía Albert Camus: La vrai générosité vers l’avenir, c’estde tout donner au present (14) –“la verdadera generosidad hacia el porvenir, es darlo todo al presente”-, y esto es más verdad en la infancia que en ningún otro momento de la vida. Porque la criatura que ha tenido una etapa primal complaciente y respetuosa y que también ha tenido una infancia complaciente y respetuosa, habrá desarrollado saludablemente tanto su capacidad de amar (del que depende el grado de bienestar y de felicidad), como su capacidad de adaptación (del que dependen las relaciones sociales óptimas que puedan darse).

La relación autoritaria, como hemos dicho, no sólo afecta al desarrollo de la capacidad de amar de las criaturas, sino que también menoscaba las demás capacidades incluidas las intelectuales; limita el desarrollo de todas las aptitudes psíquicas y físicas, y frena el aprendizaje. Porque el verdadero aprendizaje es el que se realiza movido por la curiosidad y el deseo de aprender, que durante toda la infancia EXISTE Y ESTA A FLOR DE PIEL.

Contrariamente a lo que popularmente se dice (que si mimas a las criaturas, éstas se malcrían), es la actitud adulta autoritaria y no complaciente la que impide el desarrollo de su inteligencia –que la tienen-, de su capacidad de cuidar de sí mism@s, -que también la tienen-, de su capacidad de responsabilizarse de las cosas y de tomar iniciativas –que la tienen también y no hay más que fijarse en los niños y niñas del llamado Tercer Mundo. En nuestro mundo las criaturas crecen sintiendo que no son responsables de nada, que no tienen ni que pensar en las circunstancias de su vida, puesto que se les inculca que eso no es competencia de ellas sino que es competencia de sus mayores, y que lo único que tienen que hacer es obedecer. La actitud adulta autoritaria fomenta pues la ignorancia, retrasa el aprendizaje, produce el ‘atontamiento’ y la irresponsabilidad, por mucho que les demos a cambio un montón de libros y de clases de lectura y de escritura, lo que en realidad cubre el objetivo detenerlas disciplinadas y entretenidas para que no piensen por sí mismas, ni se les ocurra tener iniciativas propias.

Cuando la criatura crece sin tomar decisiones, ejecutandolas órdenes que recibe, y estudiando lo que se le manda que tiene que estudiar, sin respeto al proceso de su propia curiosidad, se destruyen aspectos muy importantes de su vitalidad: su infinitas ganas de aprender, su capacidad creadora e inventiva. La curiosidad que mana de las criaturas como la leche de las madres, y que a nada que se la deja es un caudal casi infinito, se detiene; la fuente se estanca, se obstruye y aparece el rechazo al aprendizaje. Porque una cosa es estudiar y otra aprender, y con mucha frecuencia, lo que se estudia en los colegios entra por un oído y sale por lo otro porque se ha memorizado sin interés, sólo porque era lo que tocaba hacer.

La enseñanza programada presupone que el estudiante tieneque aprender lo que el programa indica, independientemente de su curiosidad. Sin embargo el proceso de aprendizaje natural tiene sus propias secuencias. La curiosidad incita a la observación, promueve la retención, estimula la capacidad de memorización, afina la motricidad fina, desarrolla la gruesa, y unifica todo en un solo haz y en un mismo afán de conocimiento. En cambio, la enseñanza programada, ante la ausencia del estimulo de la curiosidad, tiene que obligar a hacer ejercicios de repetición mecánica que pongan en juego cada una de las distintas capacidades por separado: así se hacen ejercicios de psicomotricidad fina, poniendo a l@s pequeñ@s a pegar gomets o a hacer palotes; ejercicios de psicomotricidad gruesa con las distintas tipos de gimnasias; deberes de caligrafía, de preguntas y respuestas, de memorización, etc., ejercicios que se asumen por disciplina.

Pues bien, no es lo mismo ejercitar la psicomotricidad fina haciendo palotes, que ejercitarla porque quiero coserme un disfraz para una fiesta. No es la misma capacidad intelectual la que se desarrolla aprendiendo una lección de memoria que la que se desarrolla leyendo algo que me interesa. Y además, cuando se realiza algo con el estímulo del propio interés, por lo general requiere que se pongan en juego diversos tipos de capacidades al mismo tiempo, y esto es lo que también hace que cada una de estas facultades, se templen cuantitativa y cualitativamente más y mejor que si se ejercitan cada una por separado y por una disciplina exterior. El deseo y la curiosidad, con el impulso de la motivación, al unificar en un solo haz los esfuerzos, produce una interrelación entre la motricidad, el sistema nervioso y el cerebro que garantiza el desarrollo armónico y la autorregulación del conjunto y de cada parte. Las facultades humanas no han sido diseñadas filogenéticamente para desarrollarse por separado de manera artificial.

Por otra parte, con la enseñanza programada la capacidad inventiva y la capacidad de tomar iniciativas poco a poco se van apagando a fuerza de no tener espacio ni tiempo ni motivo para ejercitarlas. Antiguamente en los pueblos los niños y niñas estaban todo el día inventando juegos y actividades; hoy nuestros niños y niñas, en cuanto tienen un rato sin programación, enseguida se les oye decir ‘me aburro’ y acto seguido se les engancha a la tele o a la video-consola. El aburrimiento en la infancia es un fenómeno moderno, que antiguamente solo se daba en algunos casos en las clases altas, en las familias de hijos únicos, que crecían aislados. Y aún así tenían sus horas y sus días menos acotadas que ahora y por lo tanto más campo de actividad espontánea que las criaturas de nuestra sociedad actual.

La disciplina, las obligaciones, las tareas, los límites de la infancia son hoy mayores que nunca; más sistemáticos y absolutos. Ser ‘una buena madre’ según lo establecido, implica literalmente ir apagando y aplastando la vitalidad de nuestras criaturas, día a día, año tras año.

Otra consecuencia muy importante de la represión de los deseos en la infancia es el desarrollo de la violencia. El malestar en la infancia no es gratuito; pasa factura a la sociedad. La represión por muy sutil que sea, tiene sus consecuencias. Lo reprimido no se evapora. Como dice Alice Miller la represión en la infancia es como fabricar bombas de relojería de efectos retardados. Lo reprimido saldrá de un modo u otro, y la creciente violencia en el mundo tanto en los ámbitos públicos como privados no cesará mientras que no cambie la actitud de la sociedad con la infancia, como explica esta autora en algunos de sus libros. (15)

Por otra parte, el respeto a las criaturas y la actitud de informar y compartir las dificultades y los límites, y de establecer las prioridades conjuntamente, sirve para no hacer trampas. Porque entonces te das cuenta de que efectivamente muchos de los límites que habitualmente se ponen a las criaturas no están determinados por el mundo y las relaciones exteriores existentes, sino por la dinámica adulta; porque el ejercicio del mando sobre l@s hij@s, es una de las vías más importantes de autoafirmación de nuestros egos. Toda la vida obedeciendo, ahora aquí soy yo la que mando. ‘Las cosas se hacen porque sí y porque lo digo yo’.

Entonces te das cuenta de que hay un determinado margen de maniobra para complacerles los deseos que normalmente no se aprovecha. Y que se pueden tomar medidas concretas para aprovechar dicho margen; porque nadie nos obliga a tener ceniceros de porcelana, ni mesas puntiagudas, ni aparatos eléctricos a su alcance, ni sofás de terciopelo, ni paredesde gotele, etc. etc. sino que tendremos la casa amueblada y organizada, teniendo en cuenta la existencia de una criatura que tiene tanto derecho como nosotras a deambular y utilizar la casa, según sus deseos; a utilizar el sofá como cama elástica, las paredes para pintar, etc. etc.

La experiencia además indica, que cuando se deja el principio de autoridad y se cambian las órdenes por la información y la complacencia, los niños y las niñas no sólo muestran una gran comprensión, complicidad y generosidad hacia los adultos y adultas que les tratan de ese modo, sino también una increíble capacidad inventiva para encontrar las formas de hacer lo que desean. Generosidad, comprensión, habilidad y complicidad para aceptar todos los ‘noes’ que les esperan a lo largo de su socialización en este mundo. Al final, como todas y todos, se habrán tenido que adaptar a este mundo, porque no hay otro; pero se habrá salvado algo básico de su integridad: la producción y el reconocimiento de sus propios deseos, de su capacidad de amar.

Incluso desde el punto de vista de la economía capitalista, en el ámbito de lo privado, es más rentable la relación de tú a tú con l@s hij@s que la autoritaria, porque van a dar mucho menos ‘trabajo’ y van a contribuir mejor y más a la economía doméstica.

En esta cuestión de no tener en cuenta los deseos de las criaturas también influye el que sean improductivos desde el punto de vista de las leyes del mercado y del trabajo doméstico. Como no vivimos en un mundo donde los deseos se sacian, la dinámica de saciar los deseos de los niños y niñas va contracorriente de todo. Pero aquí también, el aprovechar los márgenes de maniobra posibles redundará en nuestro beneficio porque nosotras también dedicaremos más tiempo a la diversión y a actividades lúdicas. De hecho hablando de este tema con otras madres, hemos reconocido cómo la maternidad nos ha traído la recuperación de una capacidad lúdica y creativa perdida tras unos cuantos años de vida adulta.

La cuestión estriba, como decíamos, en que no tenemos ningún otro modelo de relación con las criaturas excepto el autoritario. No tenemos ni cultura ni hábitos ni modelos ni imaginación para representar otra forma de relacionarnos con la infancia. Las experiencias que se conocen(Summerhill, movimiento de Hamburgo de los años 30 del siglo pasado (16), Sudbury Valley School(17) ...) son puntuales y permanecen fuera de los circuitos de transmisión de la información. En cambio, tenemos hasta la médula asumida la superioridad adulta con respecto a la infancia, la noción de que a las criaturas hay que manejarlas, porque ellas ni saben ni entienden, y la prepotencia nos sale inconscientemente. Así creemos sinceramente que ser una buena madre, es saber decir ‘no’, es saber poner límites, enseñarles el camino, etc. etc; incluso nos dicen que es importante mostrar firmeza y seguridad en nuestras órdenes, porque así les damos seguridad a ellos y a ellas... Seguridad en las cotas desumisión que van alcanzando y en la reducción de su vitalidad, pero no en su capacidad de pensar, de decidir y de hacer. Recuerdo una vez que fui criticada con acervo por preguntar a unas niñas si querían comer dentro de casa o fuera en el porche; se consideraba que eso era dar demasiada libertad y ¡¡¡que creaba inseguridad!!! ¡por darles la opción de comer fuera o dentro de la casa!!! Lo peor es que encima se argumentaba con razonamientos psicológicos.

La sumisión es lo contrario del desarrollo de la propia vitalidad. Las criaturas no son tontas, ni son una carga ni dan trabajo; nosotras las hacemos tontas e inútiles, a fuerza de contener su desarrollo, de negar su impulso vital.

Yo como madre no puedo hacer míos los límites que esta sociedad tiene adjudicados a las pequeñas criaturas humanas, y que son producto de un modelo de sociedad cuyo objetivo no es el bienestar de sus miembros, sino la realización de las plusvalías y de los patrimonios. Mi amor de madre por su naturaleza es incompatible con ninguna cuota de sufrimiento y de infelicidad de mis hij@s; otra cosa es que tengan que coexistir (su infelicidad y mi amor), pero entonces su infelicidad será también mía: Y si bajo la guardia y dejo de luchar por sus deseos, y hago que mi ‘amor’ sea compatible con su infelicidad (si yo dejo de pasarlo mal con la represión de sus deseos), es porque estoy desnaturalizando mi amor de madre y les estoy traicionando. En este asunto de los límites, hay una implicación emocional de primer orden, como he tratado de explicar, pues si hago míos los límites, si presento a mis hijos y a mis hijas los límites asumidos por mí, como si fueran cosa mía, les estoy diciendo, aunque yo no me de cuenta, que no quiero su felicidad y en definitiva que no les quiero a ell@s. Y es posible que yo no me de cuenta, pero seguro que ellos y ellas sí lo van a sentir como una desafección.

Así pues, llegamos a lo de siempre: la maternidad consecuente es un permanente cuestionamiento del orden social existente. La maternidad consecuente sería crear el Paraíso para l@s hij@s, y si no podemos ofrecérselo, entonces tenemos que hacérselo saber, que nuestro deseo y nuestro amor de madre es ese; que esa es exactamente la cualidad del amor de madre; pero que como no hay Paraíso, pues vamos a ver lo que podemos hacer para pasarlo lo mejor posible. Sólo lo que representa sacar de la cama a las 7 ó a las 8 de la mañana a pequeñas criaturas de dos o tres años,incluso a veces de menor edad, interrumpiéndoles el sueño para que vayan a las guarderías o a los jardines de preescolar, es un quebrantamiento de su salud y de subienestar que una madre no podría considerar nunca que es un bien para su criatura; en todo caso, una madre que tenga que ir a trabajar para dar de comer a sus hij@s, puede justificarlo como un mal menor; y sentir ese mal en ella misma, en sus entrañas; y esto se notará en la actitud, en la empatía, en la explicación, en el consuelo, en la comprensión de la distorsión que eso representa para su criatura, y el fluído emocional de la madre le llegará a ésta, y le llegará incluso aunque no tenga todavía el lenguaje verbal adquirido. En cambio, si la madre considera que es ‘normal’, que la criatura tiene que tragar(porque todas hemos tragado, porque las cosas son así y tiene que adaptarse como sea, etc.) entonces es cuando estamos haciendo de cancerberas de un orden social patológico, estamos haciendo de madres patriarcales, socializando a nuestras criaturas por la vía de la represión y del sufrimiento.

Así pues, este es el abismo que hay entre ‘el informar de’ los límites y ‘el poner’ los límites; el abismo entre la madre amante verdadera, y la madre patriarcal que epresenta el orden y el Poder.

Nada es blanco o negro. A veces nos reconoceremos de un lado, y a veces del otro. Pero creo que con un poco de reflexión sobre lo que nos jugamos, haremos esfuerzos para estar más de un lado que del otro.

LO QUE LA ACTITUD AUTORITARIA PRODUCE
* Bloqueos en la relación sentimental @adres-hij@s.
* Freno al desarrollo de la capacidad de amar yde la sexualidad.
* Vampirización de la energía vital del niño y creación de una psique sumisa.
* Obstaculización del proceso natural de aprendizaje y retraso del desarrollo de habilidades cognitivas y motrices.
* Stress y relaciones patológicas; violencia.
* Adaptación a las relaciones competitivas y fratricidas

LO QUE LA COMPLACENCIA PRODUCE
* Relaciones sanas y fluídas entre @adres e hij@s.
* Entorno adecuado para la expansión de la capacidad de amar y de la sexualidad.
* Potenciación de la vitalidad, creatividad, responsabilidad, y capacidad de iniciativa de los niños.
* Activación natural de los mecanismos genéticos de aprendizaje.
* Autorregulación y salud; carácter apacible.
* Adaptación a las relaciones fraternales y de apoyo mutuo


NOTAS
(1) Dolto, Françoise, La cause des enfants, Ed. Robert Laffont, Col. Le Livre de Poche, Paris 1985
(2) Liedloff, Jean, En busca del bienestar perdido. Ed Obstare 2003
(3) Aristóteles, Política, citando por Amparo MorenoSarda en La otra política de Aristóteles, Icaria 1988
(4) ALER, Isabel Una visión sociológica de la transformación de la maternidad en España 1975-2005 Universidad de Sevilla
(5) Chamberlain, D. La mente del bebé recién nacido Ed. Obstare
(6) ‘Amaryi’, en sumerio literalmente ‘retorno a la madre’; señala Murray Bookchin que curiosamente ‘amaryi’ es la primera palabra en la historia, que designa la ‘libertad’, concepto inexistente en un mundo donde no había represión y que –lógicamente- surge cuando la libertad desaparece, con el advenimiento del patriarcado; por eso la identificación de ‘libertad’ con ‘retorno a la madre’.
(7) Olza, Ibone Revista Mujer y Salud, De la controversia sobre los antidepresivos en niños y adolescentes al debate sobre la infelicidad infantil.
(8) La obra de Alice Miller traducida al castellano, que yo sepa es: cuatro libros editados por Tusquets: El drama del niño dotado, Por tu propio bien, El saber proscrito, y La llave perdida. Y Ediciones B (Barcelona 2000) ha publicado Las raíces del odio. Entre la obra sin traducción al castellano, son importantes L’enfant sous terreur (Aubier 1986 y Abattre le mur du silence (Aubier, 1991).
(9) Odent, Michel El bebé es un mamífero Ed. Mandala
(10)Prescott, J.W. Body pleasure and the origins of violence, ‘Bulletin of the Atomic Scientist’, 1975
(11)Bachofen, J.J. El derecho materno, Anthropos. Marija Gimbutas, Dioses y diosas en la antigua Europa Editorial Istmo, etc.
(12)Moreno, Amparo. Carta a la Asociación Antipatriarcal. Boletín nº 4, Madrid 1989
(13)A.S. Neil Summerhill. Fondo de Cultura Económica Buenos Aires, 1963. Hace diez años se publicó Nuevo Summerhill (Paidos), edición preparada por Albert Lamb, que incluye las referencias a Wilhem Reich que en su día debieron autocensurarse para hacer posible su publicación.
(14) Camus, Albert L’envers et l’endroit Ed. Gallimard, col. Folio, 1958.
(15) Es significativo el subtítulo de Por tu propio bien: “Raíces de la violencia en la educación del niño”.
(16) Schmid, J.R. El maestro-compañero y la pedagogía libertaria, Ed. Fontanella, 1973
(17) Greenberg, Daniel ¡Por fín libres! Ed. Marien Fuentesy Javier Herero (96 647 20 06), Pedreguer 2004

sábado, 6 de diciembre de 2008

Los límites, II parte

(viene de la entrada publicada el 05/12/08)

2. La implicación emocional que acompaña las dos actitudes

Porque no se trata de ignorar los limites, sino de la forma de abordarlos; o mejor dicho, la relación desde la que se abordan, y por lo tanto, si se abordan unilateralmente, desde la distancia emocional, o si se abordan conjuntamente, desde el deseo de complacencia y de bienestar inmediato. Es decir, la implicación emocional ante ellos.

Pues está tan arraigada la norma social autoritaria de relación con la infancia, que incluso las madres que han tratado de respetar la etapa primal de sus criaturas y las han dado el pecho a demanda, complaciendo sus deseos, a menudo cambian la actitud de complacencia cuando la criatura empieza a andar y a ser autónoma.

Parece como si la complacencia ya no fuera posible; se argumenta a menudo que la criatura al andar sola se puede dar golpes, se puede caer, meter los dedos en los enchufes,romper los ceniceros de porcelana, etc.etc. Luego crecen más y quieren salir a la calle cuando toca comer, o comer cuando toca salir a la calle, etc.

Así parece inevitable la autoridad. El decir ‘no’ a los deseos de las criaturas.

Dice Dolto que los supuestos peligros que amenazan el movimiento propio de las criaturas, forma parte de un sistema que se retroalimenta. Porque desde el momento en que en lugar de darles una explicación interponemos un ‘no’, estamos impidiendo el aprendizaje del entorno, y es este desconocimiento del entorno, como dice Dolto, lo que le vuelve peligroso.

L@s adult@s que han entrado sin darse cuenta en esta dinámica, aunque a menudo se encuentren en medio de una gran contradicción entre su deseo de complacencia y las obligaciones de la vida cotidiana, no ven manera de resolverla más que por la vía autoritaria. Ciertamente resulta difícil desactivar el mecanismo de esta vía, puesto que la propia dinámica autoritaria, al impedir el proceso de autonomización y de aprendizaje, genera su propia autojustificación.

Sin embargo, las criaturas están perfectamente capacitadas para aprender a moverse en su entorno sin riesgo; y como es la actitud autoritaria lo que bloquea el desenvolvimiento natural de sus capacidades, cuanto antes se cambie de actitud, antes y mejor aprenderá a moverse de forma autónoma en su medio y a hacerse responsable de sus circunstancias.

Más adelante nos detendremos en cómo la actitud autoritaria afecta al aprendizaje; ahora sólo lo menciono para entender la trampa del desamor en la que caemos las madres, que nos incapacita para mantener el amor incondicional. Del mismo modo que los riesgos del parto se han convertido en la justificación de una innecesaria medicalización, ocultando la usurpación de la función femenina que hay detrás de dicha medicalización, del mismo modo digo, las supuestas incapacidades y desconocimientos de las criaturas justifican la inercia del comportamiento adulto autoritario y la desaparición del amor complaciente, al tiempo que ocultan las verdaderas cualidades de las criaturas.

Y al igual que la medicalización innecesaria del parto produce la quiebra de su autorregulación fisiológica y acarrea nuevos riesgos, la dinámica autoritaria también al quebrar su desarrollo anímico (capacidad de amar,sexualidad, proceso de autonomización y aprendizaje, etc), acarrea más y más dificultades y, en definitiva, la incapacidad de la criatura para desenvolverse en su medio.

En cualquier caso, en mi opinión, siempre es posible mantener el amor complaciente después de la etapa primal.

Porque el amor complaciente es un hecho totalmente independiente de los límites que haya, por muy desgraciados que éstos sean. Son dos cuestiones de diferente condición.

Es algo muy simple; se trata de que, ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestra criatura, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente con ella, junto con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente.

Se trata desde luego de hacer una valoración de la viabilidad técnica de los deseos de las criaturas, pero también de hacerla desde el punto de vista de su proceso anímico, valorando sus deseos, no como caprichos arbitrarios, sino como producto de su vitalidad y en tanto que pulsiones vitales que animan su desarrollo psicosomático, emocional y de aprendizaje; y además de hacerlo con el respeto y la responsabilidad de la protección que le debemos a ese desarrollo, a esa criatura humana que no es mi inferior ni mi subordinada, sino que es mi semejante y socialmente mi igual. Porque el que yo pueda decidir, el que yo pueda obligarla, es una realidad de orden secundario, es un asunto del Código Civil, del Contrato Social, de una Ley que me otorga una posición de superioridad; pero no es la verdad primaria y fundamental; en realidad, no es más que una mascarada para organizar la función de este Gran Teatro del Mundo. Para nada somos superiores a ellas, y quien lo crea, quien crea que es verdad, sufre una tremenda equivocación. Nuestra función de madres es propiciar y proteger su desarrollo, puesto que las hemos parido, no manejarlas como una propiedad.

Aunque no nos demos cuenta, esta relación con nuestras criaturas también nos desquicia tanto a los hombres como a las mujeres. Como dice Isabel ALER (4), la reproducción de relaciones filiales patológicas nos parte el corazón, es una, quizá la más grave, de nuestras co-razones rotas.

Si analizamos con un poco detenimiento lo que significa situarnos sin más del lado de los límites, ordenándolas directamente lo que tienen que hacer, como normalmente suele hacerse, nos daremos cuenta que ahí hay encubierta una gran falta de empatía amorosa, una gran falta de amor verdadero.

Habrá quien diga que a una criatura de dos o tres años no se le puede explicar nada, que no entiende nada. Esto no es cierto. La psicología neonatal ha probado ya que incluso los fetos antes de nacer tienen conciencia, memoria y recuerdos (5). Esto viene a romper muchas creencias según las cuales las criaturas humanas antes de nacer y recién nacidas, ni sienten ni padecen; creencia que permite, por ejemplo, pinchar el cráneo con una aguja para monitorizar el feto ante de nacer, sin afectación emocional.

Por otra parte, si la relación con la criatura desde que empezó a andar, ha consistido en darle órdenes en lugar de explicaciones, ésta arrastrará un handicap de desinformación, de dinámica de sumisión y de retraso en el hábito de asumir iniciativas responsables; porque una criatura que ha sido tratada respetuosamente y con sinceridad, que se le ha ido informando en cada circunstancia, desarrolla una gran capacidad de entendimiento y de iniciativa responsable. Las criaturas humanas tienen de hecho esa gran capacidad de entendimiento y de acción, esté más o menos atrofiada o desarrollada, pero siempre está ahí, y siempre es buen momento para iniciar un trato diferente con ella basado en el reconocimiento de esa capacidad y en el respeto a sus deseos.

Aunque nos parezca que una criatura no entiende, siempre entiende; por lo menos mucho más de lo que nos creemos; y lo cierto es que casi siempre subestimamos su capacidad de comprensión. Creo que casi todas podemos recordar alguna anécdota en la que alguna criatura nos ha sorprendido ‘por la cuenta que se daba de tal o cual cosa’, ‘a pesar de lo pequeña que era’ etc. etc. Yo recuerdo de pequeña que siempre fingía que no me enteraba ni entendía aquello que los mayores daban por hecho que era así, para tenerles complacidos. Lo que nos hace infravalorar la capacidad de entendimiento de nuestros hijos e hijas es la prepotencia en la relación con ell@s, prepotencia que llevamos adscrita a nuestra estructura psíquica.

Así pues, aunque nos parezca que no nos pueden entender, debemos probar a explicarles la situación conflictiva entre los deseos y los límites; contémosles lo que hay, poniéndonos en su lugar y comprendiendo sus deseos, sintiendo con ellas la frustración, deseando con ellas que los márgenes para la expansión de los deseos fueran mayores, haciéndonos cómplices y estudiando las posibilidades de eludir lo que no se quiere hacer y de hacer lo que sí se quiere hacer, y poniendo los medios y el poder que socialmente ostentamos al servicio de sus deseos. Creo que mucha gente se sorprendería de los resultados.

Y si a pesar de todo tenemos que doblegarnos ante los límites, sufriremos juntas la represión de nuestros deseos: porque mi deseo ha seguido, sigue y seguirá siendo la complacencia del suyo.

Porque de esto es de lo que se trata. De mantener la producción de la líbido amorosa del proceso de la maternidad; la sustancia que si no se bloquease trabaría la fraternidad, el bienestar y el apoyo mutuo. Por eso es tan importante mantener la complacencia y reflexionar sobre los deseos de las criaturas.

Tenemos que tener en cuenta que, cuando adoptamos la actitud de ponernos sin más del lado de los límites, sin considerar tan siquiera lo que la criatura quiere, porque tenemos las decisiones ya tomadas, sin dar ocasión para estudiar los márgenes posibles de maniobra, y le vamos soltando a la criatura un ‘no’ tras otro, la criatura lo que percibe es que sus deseos no nos importan; se da cuenta de que ni siquiera han sido contemplados como una posibilidad real; y de algún modo siente que se está yendo sistemáticamente en contra de ella, contra sus deseos; porque a diferencia nuestra, ella todavía sí se identifica con los deseos que le brotan del cuerpo. Ella todavía no está socializada del todo, y todavía es capaz de producir, de reconocer y de identificarse con sus deseos.

Y nosotras, ya desde este mundo, de un plumazo resolvemos la cuestión, impasiblemente, poniéndoles un ‘no’ tras otro, como si estuviéramos poniendo una lavadora tras otra. Porque es lo que nos toca, supuestamente, como madres, hacer.

¡Qué diferente la perspectiva, si contemplamos sus deseos como la maravillosa vitalidad de sus maravillosos cuerpos! Entonces lo que nos costaría es decirles ‘no’, y en cambio no nos costaría nada ponernos a desbrozar el terreno para que sus vidas tuvieran la máxima expansión posible.

Sus deseos todavía son el pulso de su vida, lo que alienta su existencia.

Por eso la negación de los mismos, aunque no nos demos cuenta, supone una negación de su vida, un cuestionamiento de su existencia; una existencia y unos deseos que debían ser incondicionalmente defendidos y protegidos por la madre y el grupo familiar de la madre.

Aunque no podamos ofrecerles la vuelta al Paraíso, el ‘amaryi’ (6), con la actitud de la información y de la búsqueda de la complacencia, estaremos demostrando que no querríamos que estos límites existieran, y la criatura percibirá el deseo de su madre de cambiar las circunstancias que se oponen a sus deseos para poder complacerla.

Ante la evidencia del deseo de complacencia, la criatura no identificará límites y falta de amor, como en cambio sucedería si directamente le damos órdenes como si fuéramos las promotoras de los límites.

Y así la criatura podrá seguir creciendo en el entorno de empatía y amor incondicional que necesita para el desarrollo de su propia capacidad de amar.

Porque aunque tenga que someterse a los límites y a la ordenación social, la criatura se sentirá amada incondicionalmente.

Si lo pensamos un poco, la actitud de los amantes en general es tratar de buscar la mejor manera para vivir en este mundo, manteniéndose cómplices ante los impedimentos y los límites, y buscando conjuntamente las mejores opciones que tienen.

Si hubiera que resumir esta actitud en una palabra, ésta sería COMPLICIDAD.

Y que no nos quepa la menor duda de que las criaturas se dan cuenta y sienten que sus deseos no nos importan. Cada vez que las madres nos ponemos del lado de los límites sin tener en cuenta sus deseos, les estamos dejando de amar incondicionalmente, y la criatura lo percibe. Y por eso reacciona con rabietas, exigiendo las cosas de manera testaruda, pataleando y armando zapatiestas por cosas aparentemente insignificantes...

Pero no cogen pataletas por lo que se les ha negado (un caramelo, el acceso a un objeto...) sino precisamente por el significado afectivo de la negación rutinaria, que para ellas no es otro que un menosprecio hacia sus vidas.

Con las pataletas no reclaman el objeto que se les ha negado; están desesperadas porque no tenemos sus deseos -sus vidas- en la consideración que se merecen, y en realidad están reclamando ese amor incondicional que aprecia y que sí le importa lo que ellas desean.

Y como la socialización de las criaturas es una negación tras otra de sus deseos, la espiral de la guerra (‘la guerra que dan l@s niñ@s’) y de las zapatiestas no cesa.

Fijáos que a veces hacemos concesiones, no por respeto, reconocimiento y empatía con sus deseos, sino para parar la rabieta. Esto, cuando menos, nos tendría que hacer reflexionar.

La prueba de que las rabietas no se producen por un empecinamiento especial por un objeto (empecinamiento que a menudo se contempla como una característica de la infancia), la podemos encontrar observando la situación inversa. Cuando una criatura crece en una relación de tú a tú con l@s adult@s, está informada de las dificultades de este mundo, las grandes y las pequeñas y más cotidianas dificultades de este mundo, que está todos los días lidiando con ellas para sacar el mejor partido de cada situación; cuando a esa criatura le dices ‘no puedo porque estoy cansada’, o ‘no lo cojas porque hace falta para otra cosa’, no organiza ninguna pataleta, ni se pone exigente ni testaruda. Bien al contrario, demostrará una generosidad, una comprensión y una complicidad que ya la quisieran muchos adultos y adultas en sus relaciones. En primer lugar porque sabe que le estás diciendo la verdad; porque habitualmente no falseas la realidad ni te inventas cualquier excusa para cerrarle la boca. En segundo lugar porque sabe a ciencia cierta que siempre tienes en cuenta sus deseos, y por lo tanto, cuando hay un ‘no’ no se pone testaruda y exigente, sino que se muestra abierta a entender y a aceptar las explicaciones.

El empecinamiento de las criaturas es por el amor incondicional y complaciente perdido, y por la falta de respeto que les profesamos; no por los límites a sus deseos.

Los niños y niñas que crecen sin consideración a sus deseos, a su impulso vital, sienten una gran soledad; una soledad que ha sido detectada con mucha frecuencia por psicólogos y psicólogas. Las cualidades tales como la confianza y la reciprocidad propias de la capacidad humana de amar, se lesionan. Porque lo propio del ser humano es amar y ser amado incondicionalmente. Si esto nos falla, la supervivencia entonces desarrollará toda la lista de patologías que conocemos tan bien: celos, afán de posesión, agresividad, violencia, sadomasoquismo, depresión, autodestrucción, drogadicción... (aunque sólo se consideren patológicos los casos graves más, pues estando este tipo de relación con la infancia normalizada, también lo están sus consecuencias más inmediatas).

En un reciente artículo (7), una psiquiatra pedía una investigación y un debate sobre las causas de la infelicidad infantil. Yo creo que la obra de Alice Miller (8) sería el mejor punto de partida para este debate. Creo sinceramente que la soledad y la infelicidad en la infancia se deben a esta falta de reconocimiento y de empatía con sus deseos, que en definitiva, es una falta del amor incondicional que es propio del género humano; con esto quiero decir que el desarrollo de las criaturas humanas requeriría de un entorno medioambiental humano de solidaridad y de empatía incondicionales, medio que hoy está envenenado por un agente patógeno: las relaciones de Autoridad y sumisión.

Las y los psicólogos insisten en la falta de comunicación o diálogo entre padres-madres e hij@s. Y los padres-madres a menudo se quedan perplej@s porque no entienden por qué falla la comunicación, ya que se ven a sí mism@s plenamente dedicad@s a sus hij@s. Yo creo efectivamente que es una falta de comunicación, pero que no es cuantitativa sino cualitativa; es la manera que tienen de ‘amar’ a sus hij@s:

Por un lado, ‘desean’ racionalmente ‘lo mejor’ para ell@s, con la mente confundida por los valores competitivos de nuestra sociedad de consumo, que subordina el bienestar presente a unos supuestos logros en una futura integración social. Y por otro, ese ‘amor’ racional está desconectado de las pulsiones corporales de empatía amorosa y del deseo de complacencia. Esta corrupción del amor hacia los hij@s produce la falta de empatía con sus deseos, y permite el posicionamiento unilateral del lado de los límites y en contra de la vitalidad de sus hij@s. Esto crea el abismo, la distancia emocional entre padres-madres e hij@s.

Habría que investigar también en qué medida la familia nuclear y las familias con pocos hij@s ha propiciado en buena medida un incremento de la infelicidad infantil, debido a que ahora l@s niñ@s se pasan muchas horas solos o en compañía exclusivamente de adult@s. Antes la falta de complicidad de los adult@s se compensaba con la del grupo amplio de niñ@s que había en el ámbito familiar. Por eso ahora hay quizá más soledad en la infancia y más depresión infantil.

Hay que tratar de entender que los deseos no son caprichos improcedentes. Los deseos son el principio inmanente de sus vidas.

Y si los deseos de las criaturas se vuelven caprichos improcedentes, es porque sus vidas van rebotando contra los muros y vagando desinformadas por un mundo que desconocen y del que no saben nada. Cuanto más autoritaria es la vía de la socialización, más ‘caprichosos’ y ‘egoístas’ se vuelven los niños y niñas. Como siempre, el sistema que se retroalimenta, y los expertos (psicología, sociología, pedagogía) dándole cuerda, tomando las consecuencias del sistema como lo originario de la vida humana.

El mercado lleno de terapias para subir la autoestima de la gente, es una punta del iceberg del daño en la capacidad de amar que nuestro modelo de socialización inflige a las criaturas.

Es cierto que lo más importante es la etapa primal; la etapa primal es básica, pero eso no quiere decir que no cuenta lo que pasa después, a lo largo de toda la infancia, tanto a favor –para compensar las heridas y las faltas de la etapa primal- como en contra –para agravarlas.

La depresión infantil frecuente en los países occidentales no pueden explicarse sólo por el daño de la etapa primal, aunque éste sea el origen del desastre. Sino también por la distancia y el abismo que la vía autoritaria crea entre padres-madres e hij@s, y que impide que reciba un apoyo afectivo de fondo y verdadero, que a su vez podría compensar y superar el daño de la etapa primal. Con la corrupción del amor se envenena el medio emocional, la sustancia necesaria para la vida, y el resultado es como si se envenenara el aire que respiramos o el agua que bebemos. Luego nos rasgamos las vestiduras con la creciente violencia, cada vez a edades más tempranas, de l@s niñ@s (y también de l@s adult@s), cuando se sabe a ciencia cierta, es decir, porque se ha probado científicamente (eso que tanto nos reclaman los medios oficiales) cual es la raíz y el origen de la violencia.

Dice Michel Odent (9) que la estrategia más certera para hacer personas agresivas es separarla de su madre de pequeña, es decir, provocarle la carencia de empatía amorosa. Otros muchos autores (entre otros, la misma Alice Miller y el neuropsicólogo J.W Prescott) han explicado y han hecho estudios para probar esta relación entre la falta de empatía amorosa y de placer en la infancia y la violencia adulta (10). Recordemos también que, históricamente, la aparición de sociedades violentas y guerreras coincide con la desaparición de las sociedades maternales y pacíficas del neolítico (11).

La vida tiene una enorme capacidad de recuperación. Pero el sistema de crianza-educación, tras la devastación primal, es una sucesión de mecanismos en cadena para impedir dicha recuperación.

La gravedad de la falta de amor verdadero se entiende cuando nos damos cuenta de la necesidad absoluta que tiene la criatura de él. Esta necesidad, que puede compararse como decía, con la del aire para respirar, o el agua para beber, es lo que hace que la criatura acabe rechazando sus propios deseos, porque se lo dicen los que supuestamente le quieren. Y si la negación de los deseos es la negación de la propia vida, se entiende la frecuencia de la depresión infantil en nuestra sociedad.

La actitud autoritaria es una actitud de desamor. El amor y el ejercicio del Poder sólo se compatibilizan cuando se sublima el amor, cuando se le arranca de nuestras entrañas y se le corrompe.

Lo importante es convencerse de que la existencia de los límites no tiene que hacer cambiar la cualidad de mi amor por la criatura, y que no estamos obligadas a ser autoritari@s. No tenemos que caer en la trampa de ir por el camino trazado, de la manera ‘normal’ de criar y educar a l@s hij@s manteniendo con ell@s una relación de prepotencia.

La quiebra del amor incondicional (en el caso de que halla llegado a existir y si es que no se ha quebrado antes) como decía Amparo Moreno es la transmutación de la relación de tú a tú entre los amantes, en una relación de autoridad y sumisión.(12)

Rendir el Poder –que tenemos de facto los padres y las madres con respecto a las criaturas- para mantener el amor incondicional y complaciente no es ninguna excentricidad; es sólo un intento de vivir conforme a la verdad de las cosas. Pero además, si no fuera por lo tremendamente trágico que es, diría que lo más gracioso del asunto es que resulta mucho más ventajoso, en todos los aspectos, también para nosotr@s. Entre otras cosas, porque las criaturas vuelven también a ser complacientes contigo; en cuanto notan la actitud de complacencia, enseguida les brota la reciprocidad. Como todavía la apisonadora del sistema no ha terminado de aplastar sus cualidades humanas, mamíferas y gaiáticas tales como la reciprocidad, la confianza, el respeto a la propia dignidad y el deseo de mutua complacencia, éstas se ponen en juego en cuanto encuentran la cancha libre de Poder. Entonces, l@s niñ@s, en vez de ‘dar guerra’ dan mucha paz y mucha alegría. En vez de ‘dar trabajo’, te alivian el stress del trabajo alienante de nuestro mundo. Esto está comprobado. Te dan un amor impetuoso, fresco, limpio, sincero. Te dan vida, te revitalizan.

Being happy is what matters most’ (ser feliz es lo que más importa) decía A.S. Neil (13) fundador de la escuela de Summerhill, que lleva funcionando más de ochenta años en Inglaterra. Es un eslogan sencillo y fácil de seguir. Y en el fondo todas las madres y padres estaríamos de acuerdo con él. No hemos parido hijos o hijas para que sean presidentes de multinacionales o generales del Ejército. No es el éxito social lo que más nos importa, sino que sean lo más felices posible, siempre, aquí y ahora.

El amor complaciente maternal no tiene por qué desaparecer con los límites. El amor complaciente es muy paciente para explicar e informar a sus criaturas de los peligros y de los límites de este mundo, y se aprestará a mostrarles trucos para conseguir la máxima satisfacción de los deseos; y no los borrará nunca de un plumazo, calumniándolos y degradándolos a la categoría de ‘caprichos’, como suele hacerse.

......

Las madres que se ponen del lado de los límites, también dicen que quieren a sus hijos e hijas. Pero ese ‘amor’, como decía, es un amor que, por adaptarse a la norma social, se ha sublimado y corrompido. Es un ‘amor’ que ha perdido su condición de ‘entrañable’ para hacerse compatible con razonamientos que permiten la negación del bienestar inmediato y los deseos de las criaturas, en aras de algún supuesto bienestar futuro.

Pero como decía antes, esto es un engaño. Porque al amor que nace en las entrañas le importa también el futuro (¡cómo no le iba a importar a una madre entrañable la felicidad futura de sus hij@s!); este amor sabe, con una sabiduría intuitiva enseguida confirmada por la razón, que el futuro, como ahora veremos, depende del desarrollo presente de las cualidades y de la vitalidad de la criatura. El futuro desde luego depende de muchas más cosas, pero sobre todo y antes que nada, depende precisamente de este desarrollo presente que se niega, encima en aras del bienestar futuro.

El ‘futuro’ es como lo ‘sobrenatural’. Como no están ni se ven, se recurre a ellos para justificar el cargarse el presente y lo natural, porque, claro está, no hay nada ni presente ni natural que justifiquen su propia devastación.

No es que al dejarnos llevar por el amor que nace de nuestras entrañas vayamos a ignorar los límites. No es el ‘mimar’ lo que vuelve a las criaturas inadaptadas. El amor complaciente lo que hace es encarar los límites desde el respeto a la vida de las criaturas.

....

El cómo nos enfrentamos a la contradicción entre los deseos y los límites (si nos ponemos del lado de los límites y aplastamos sin más los deseos que se interpongan, o si nos ponemos del lado de la criatura y de sus deseos para ver conjuntamente con ella cómo conseguir el mejor margen de felicidad y bienestar inmediatos), tiene una gran importancia en la relación entre madre-padre y criatura, y va a ser determinante en el desarrollo de la capacidad de amar de la criatura...

Lo mismo que está normalizado que los bebés lloren, y eso hace que a mucha gente ni se le ocurra pensar que a lo mejor no tienen por qué llorar, también está normalizado –e interiorizado en nosotras- que los niños y niñas tienen que hacer las cosas porque se les manda, que eso es lo mejor para ellas, y por eso tampoco se nos ocurre pensar que se podrían hacer las cosas de otro modo. No tenemos más modelo de relación con la infancia que el autoritario.

Tan normalizada está la obediencia de la criatura, la subordinación de sus deseos a las órdenes, que muy rara vez surge algún chispazo que la cuestiona.

Y sin embargo no deja de ser una incongruencia que mientras que la felicidad y la satisfacción de los deseos de la criatura durante la etapa primal nos complace, en cambio cuando empiezan a ser autónomas, lo que nos complace es que nos obedezcan sin rechistar.

¿Qué ha cambiado para que cambie la cualidad de mi amor?

Lo que hace que cambie la cualidad del amor maternal es la convergencia de las normas establecidas imperantes, con la dinámica de la personalidad adulta masculina o femenina, –el ego- que se realiza, como decía Aristóteles, teniendo a alguien por debajo de ti que te obedezca.

Para la criatura lo más importante, más importante que sus deseos se satisfagan o no, es que el amor incondicional se mantenga, que persista la sustancia emocional necesaria para su desarrollo. Su felicidad, la expansión y desarrollo armónico de sus cualidades psicosomáticas, incluida su capacidad de amar, dependen de que la amemos incondicionalmente, de que reconozcamos y respetemos sus deseos, y que deseemos sinceramente complacerlos.

Otra idea sencilla para ayudar al mantenimiento del amor incondicional y a no caer en la dinámica autoritaria, es seguir a rajatabla el principio de no mentir; de no decir a nuestr@s hij@s ni una sola mentira, ni piadosa ni no piadosa. Practicar la absoluta transparencia y sinceridad. El ejercicio del Poder siempre siempre requiere de la mentira; por eso si nos proponemos firmemente no mentirlas jamás, nos estaremos poniendo un serio obstáculo a nosotr@s mism@s para la actitud autoritaria.

(continuará...)

viernes, 5 de diciembre de 2008

Poner límites

Tanto se ha hablado de que los niños son "pequeños tiranos" a los que, si no ponemos límites a tiempo, no podremos controlar después!!
No comparto esta idea. Creo que más que de poner límites, se trata de enseñarles lo que significa el respeto al prójimo. Y por eso mismo, debemos empezar por respetarlos a ellos y a sus necesidades.
Hace rato que tengo ganas de compartir con ustedes este artículo de Casilda Rodrigañez respecto de este tema.
Como es un poco largo, estará publicado en tres entregas consecutivas.
Aquí va la primera parte.


1. PONER LIMITES O INFORMAR DE LOS LIMITES

El amor después de la etapa primal.
Cuando se cambian las órdenes por la información y la complacencia.

Casilda Rodrigáñez Bustos
La Mimosa, noviembre 2005
(Texto inédito)


Hace poco me llamó la atención el título de una charla; era algo así como: "Poner límites, cuándo, cómo y por qué"; estaba referido claro está a los límites que se supone que las madres y los padres debemos poner a las criaturas. Este sin duda es uno de los dilemas más peliagudos con el que nos encontramos todas y todos los que queremos criar y socializar a las criaturas que hemos parido para que sean felices, y no para que le rindan servidumbre a nadie; y con el deseo y la firme voluntad de ser amantes complacientes y no dictadores o dictadoras autoritarias.

En mi caso, la respuesta la encontré en el libro de Françoise Dolto, La cause des enfants (1). En este libro Françoise Dolto analiza el trato habitual que las madres y padres dan a sus criaturas cuando empiezan a ser autónomas, y que, salvo excepciones, consiste en darles órdenes sobre todos los aspectos de su vida cotidiana.

En esta actitud adulta hay dos aspectos importantes:

Uno es la subestimación de las capacidades (intelectuales, motrices, etc.) de las criaturas.

Según Dolto, las madres y los padres subestiman las capacidades y cualidades (inteligencia, sensibilidad, capacidad de discernimiento, sentido común, responsabilidad, instinto de supervivencia y sentido del cuidado de sí mismas, capacidad de iniciativa, etc.) de las criaturas en general, y las tratan como si fueran incapaces por sí mismas de sentir, de pensar, de evaluar las circunstancias de una situación dada, o de tomar la más mínima decisión.

Por lo general, en sociedades menos patriarcalizadas o por lo menos, menos occidentalizadas, podemos observar que la infancia es más libre, y goza de un mayor reconocimiento y confianza en cuanto a su inteligencia y capacidades. Sin ir más lejos recordemos lo que decía Liedloff (2) sobre los Yequona.

Por su parte Dolto dice que el reconocimiento de las capacidades efectivas de las criaturas nos llevaría a darles una información respetuosa, confiando en su capacidad de discernimiento, por lo menos en una gran medida, en lugar de darles sistemáticamente órdenes.

La diferencia entre dar INFORMACIÓN y dar ORDENES es crucial; Dolto pone un ejemplo que me parece muy ilustrativo: a un japonés que aterrizara en nuestra ciudad no le daríamos órdenes de lo que debe hacer, visitar, etc. sino que le daríamos la información necesaria para que se pudiera desenvolver por la ciudad (cómo funcionan los transportes públicos, los sitios donde dan de comer mejor y más barato, etc.), o sobre las cosas interesantes que podría visitar, etc. ¿Por qué no tenemos la misma actitud con las criaturas que con el visitante extranjero?

Para contestar a la pregunta, hay que tener en cuenta el segundo aspecto al que me he referido antes: la prepotencia adulta.

Porque en la actitud ante el visitante extranjero, además de reconocimiento de su capacidad de discernimiento, de movilidad, etc. hay también un reconocimiento de su integridad como persona, con sus gustos, sus apetencias, sus prioridades, incluso su escala de valores... en otras palabras, no sólo hay reconocimiento de su inteligencia y capacidades, sino también consideración y respeto hacia lo que quiere; tal es la actitud que corresponde a una relación respetuosa con nuestros semejantes, de igual a igual.

La actitud con las criaturas es diferente no sólo porque como hemos dicho antes, subestimamos sus capacidades, sino también porque tenemos inconscientemente interiorizado que estamos por encima de ellas, que somos sus superiores y ellas son nuestras subordinadas.

Somos prepotentes con la infancia, en el sentido literal de la palabra: pre-potentes, tenemos el Poder previo, un Poder fáctico –el dinero, los medios- sobre todas sus actividades cotidianas; y podemos obligarlas por las buenas o por la malas, para que hagan cada día las cosas con las prioridades y de la manera que unilateralmente decidimos.

Conviene recordar que nuestro modelo de hombre o mujer adulta incluye la jerarquización social que caracteriza a nuestra civilización, uno de cuyos pilares es la superioridad adulta. Aristóteles, en el siglo V a.c. decía ya:

Para hacer grandes cosas, es preciso ser tan superior a sus semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos, el señor a los esclavos. (3)

La práctica adulta de mandar sobre las criaturas es tan vieja como el Patriarcado mismo; no voy a detenerme aquí ni a referir los múltiples párrafos que la Biblia dedica a este aspecto, como cimiento que es de la civilización judeo-cristiana; pero creo que es preciso señalarlo para entender por qué lo tenemos tan sumamente interiorizado. Y lo difícil que es sustraerse a él.

Debido a esta interiorización, todos los días sin darnos cuenta, le damos cuerda a estas supuestas incapacidades de l@s niñ@s que justifican nuestra superioridad, y no somos capaces de romper el círculo vicioso y la dinámica social, ni nos planteamos otra posible relación con ell@s; no se nos ocurre tratarlas como al japonés del ejemplo: como seres humanos a los que hay que ayudar a conocer el funcionamiento del mundo en el que han aterrizado.

Por eso a l@s niñ@s, por lo general, no se les informa de los pormenores de la economía familiar, de las obligaciones y dificultades de las personas adultas –"no son cosas de niños", se dice-, y de las limitaciones de todo tipo a las que estamos sujetas. Y por lo mismo, ni se nos ocurre ponernos a analizar conjuntamente las posibilidades de ampliar esos límites, movidas por el afán de complacerles en sus deseos.

(continuará...)


lunes, 1 de diciembre de 2008

Newsletter de Laura Gutman del mes de Diciembre

La Navidad Interior

Las Navidades se han convertido en una agotadora carrera de compras masivas de computadoras, teléfonos celulares, cámaras digitales, i-phone, i-pod, y algún que otro juguete de plástico entre tanta tecnología. Las principales invitadas a la fiesta son las tarjetas de crédito, que se desangran en su afán por llenar todos los vacíos existenciales. Comemos hasta el hartazgo, discutimos con qué parte de la familia pasaremos las fiestas, abrimos los regalos entre llantos de niños desbordados…y terminamos desahuciados después de la terrible maratón.
Más profundamente, cada mes de diciembre compartimos el ritual de recordar una vivencia sencilla y extraordinaria: la historia de una madre que atravesó su parto en medio de la naturaleza, entre sus cabras, sus asnos y sus bueyes, amparada por un hombre llamado José. Según algunos textos, José partió en busca de la partera pero cuando ésta llegó, Jesús ya había nacido. La mujer al mirar la escena exclamó: “Ese niño que apenas nacido ya toma el pecho de su madre, se convertirá en un hombre que juzgará según el Amor y no según la Ley”. Esa preciosa criatura fue recibida en una atmósfera sagrada, con el calor del establo y bajo el éxtasis de la mirada amorosa de su madre. Dos mil años más tarde aún estamos festejando el nacimiento de un niño en buenas condiciones y reverenciando el milagro de la vida.
Pensándolo así, la Navidad debería ser la ocasión para rendir tributo a cada nuevo nacimiento de bebes cuidados y acariciados. Estos niños se convertirán en una generación de hombres y mujeres que traerán sabiduría y paz interior a los seres humanos. Por eso, decidamos si nos importa tanto seguir consumiendo frenéticamente alimentando la nada, o si es el momento de aportar algo de claridad, apoyo y cariño a cada mujer lista para parir, nutriendo el futuro.
Laura Gutman

sábado, 29 de noviembre de 2008

Hablemos de Educación

La escuela

Érase una vez un niño muy despierto que tenía muuuuchas ganas de empezar a ir a la escuela. Era un niño soñador, por cada rincón iba descubriendo sus sensaciones más profundas. Y, por fin, llegó el gran día. Entró en su clase, saludó a sus compañeros y se sentó en el sitio que le asignó la maestra. Entonces ésta les anunció que era hora de dibujar. El niño se sintió increíblemente feliz, pues le encantaba dibujar. Tenía tanto que mostrar al mundo... que no sabía por dónde empezar. Sacó sus pinturas y dibujó sobre el papel varios dragones de mil colores, con fuego, estrellas y magia. Cuando la maestra vio su dibujo le dijo que no podía dibujar eso, que tenía que dibujar flores. Entonces él apartó ese dibujo y comenzó a colorear flores. No le importó, las flores también le encantaban. Pero cuando la maestra vio que dibujaba flores multicolores y de mil diversas formas, le dijo que sólo podía utilizar el color verde para el tallo y el blanco para los pétalos. Bien, entonces él apartó la hoja y en una nueva dibujó una margarita. Frunció el ceño, pero aun así le pareció preciosa. Un buen día sus papás tuvieron que emprender la aventura migratoria y tuvo que cambiar de escuela. El primer día entró con sigilo, se acomodó en el pupitre que le invitaron a habitar y esperó con prudencia. La maestra entonces propuso a los niños hacer un dibujo. Todos se alborotaron de alegría y comenzaron sus obras de arte. Pero él se quedó a la espera, con una quietud propia de la adultez, y se entretuvo ordenando los colores con parsimonia. Cuando la maestra observó su actitud se le acercó y le preguntó la razón de su apatía, a lo que él respondió que no se trataba de apatía, sino que únicamente esperaba sus órdenes, pues no quería malgastar colores ni papel sin saber qué debía dibujar. La maestra le dijo que podía dibujar lo que quisiera. Entonces el niño se quedó pensando durante un rato y, con el rostro repleto de indiferencia, dibujó una margarita.




Este año ha sido tremendo para nosotros en el tema educativo. No porque no nos guste el jardín de Joaqui, sino porque este jardín solo tiene hasta sala de 3 años, con lo cual a partir del próximo año debíamos buscar otra alternativa para el gordo.

Desde principios de año buscamos mucho, teniendo especialmente en cuenta que no queremos para nuestro hijo el modelo de educación tradicional y conductista al que estamos acostumbrados.

La educación pública estaba descartada por dos motivos: 1) en este país continúan siendo tremendamente conductistas y 2) en donde vivímos son desastrosas a nivel educativo.

Dentro de las privadas, había varios factores que nos reducían las opciones: 1) estaban descartadas las escuelas doble escolaridad, ya que queremos una escuela con jornada simple, que nuestro hijo tenga tiempo para el esparcimiento, para jugar, para hacer deporte, para ir a la plaza, en fin, para que viva su infancia libremente; 2) descartábamos también los colegios muy tradicionales y rígidos (aunque al descartar los doble escolaridad ya descartábamos la mayoría de ellos); 3) descartábamos los colegios a los que no podíamos acceder por una cuestión económica (muy caros) o social (no es nuestra idea que Joaqui vaya a un cole y que todos sus compañeros viajen a Disney en vacaciones de invierno y a Cancún en el verano, ya que esa no es nuestra realidad).

Así, las opciones que nos quedaban eran pocas: una escuela Waldorf, la más cercana a casa, y que aún así es a más de 6 km (mi primer y más deseada opción), una escuela con orientación deportiva a 4 cuadras de casa y una escuela con algunos detalles que salían de lo común (ubicada dentro de un club, con un amplio espacio verde, sin timbre y una onda un poco más relajada) a unos 4 km de casa.
Lamentablemente, en la escuela Waldorf me dijeron que no había vacantes, sin siquiera haberme dado una entrevista, a pesar de mi insistencia y de mi intención de mantener a Joaqui en lista de espera los años que sean necesarios.

En la escuela con orientación deportiva tampoco tenían vacante, y me dejaron en lista de espera para el año 2010.

Con lo cual sólo quedaba la tercer escuela, donde (por fin!!!) conseguimos vacante, y si bien no era mi primer ni mejor opción, al menos conseguimos un espacio educativo "más o menos" acorde con lo que queríamos.

Aclaro que el enviar a Joaqui al jardín no es capricho, ni para que se socialice, sino porque los dos trabajamos y... si es dificil encontrar vacante en una sala de 4 años, imaginénse lo que ha de ser prescolar o primer grado!!!

Todo esto me hizo reflexionar mucho sobre la situación (desastrosa, por cierto) de la educación en nuestro país. En especial, la falta de alternativas y, valga la redundancia, de escuelas alternativas: pocos colegios con pedagogía Waldorf (y la mayoría de ellos caros); solo un jardín con pedagogía Montessori en toda la zona norte del conurbano, que no tiene primaria; Pestalozzi, si no me equivoco, solo hay uno en la Capital; no existen lo que en Europa llaman Escuelas Libres; muy poca gente se atreve a hacer Homeschooling y no conozco a nadie ni encontré en internet datos de familias que practiquen Unschooling.

Para los que se están preguntando de que rayos estoy hablando, los invito primero a que nos familiaricemos con la terminología (1):

Escuelas Waldorf: Fueron fundadas en la Alemania de principios del S.XX por Rudolf Steinner. Destacan por:

- Su forma de vivir la naturaleza: patios sin asfaltar, terrenos llenos de árboles y bosque... y la vida escolar se basa en el ciclo de las estaciones: en cada una se celebra una fiesta: Otóño (San Miguel, la cosecha), Invierno (la Navidad como la fiesta de la Luz), Primavera (Pascua), y Verano (San Juan). Es una Pedagogía muy espiritual, eso sí, sin enseñar o trasmitir ninguna Religión en concreto, aunque se apoya en los valores del Cristianismo: Solidaridad, respeto al otro... Desde esta atracción por lo natural los materiales no son de plástico, y se tiene como algo importante evitar la televisión y el ordenador en los primeros años de vida del niño.

- Lo equilibradas que están las materias: no hay predominio de las Intelectuales, como pasa en muchas escuelas. La expresión artística se desarrolla ampliamente, y los niños desde infantil tienen modelado, pintura, música y movimiento... cosas como la escritura se trabajan a través de la caligrafía como arte...

- La forma de enfocar el aprendizaje. Los niños no tienen que cambiar cada hora de asignatura, las trabajan de forma cíclica en períodos de cuatro semanas. Y cada curso se centran en una cultura: la egipcia, la romana...

- El respeto al ritmo de cada niño. Una de sus bases es no exigir nada para lo que no estén preparados: no enseñan a leer hasta los seis años, por ejemplo.


Método Montessori: El método Montessori se basa principalmente en aprovechar la etapa evolutiva del niño en cuanto a juego y afán por experimentar para elaborar un material específico que desarrolle sus capacidades, pero de forma que él lo manipule libremente. El adulto les enseña las normas para su manejo y lo va cambiando según el niño va dominándolo. María Montessori comenzó con niños de necesidades educativas especiales, luego se centró más en la etapa infantil, y de hecho hay muy pocos centros que continúen impartiendo su método más allá de los seis años, aunque "Colegios Montessori" hay muchos.


Escuelas Libres: Aunque disidentes y proyectos de escuelas "diferentes" ha habido siempre desde principios del siglo XX (por ejemplo, Summerhill en Inglaterra), durante los sesenta en Estados Unidos y otros países surgieron numerosas escuelas libres (free school) o escuelas democráticas promovidas por padres con diferentes motivaciones (rigidez de la escuela oficial o contracultura, entre otros). Rechazaban el curriculum oficial y los métodos oficiales. Del boom sesentañero no han quedado muchas, pero las que siguen (Albany o Sudbury Valley School) son modelos de escuela en las que lo importante es el deseo de aprender del niño y no el deseo de enseñar del adulto. No suele haber clases estructuradas y, en caso de que en alguna escuela las hubiera, son voluntarias. Lo que sí hay son clases cuando los niños las piden. Existe numeroso material y espacios a su disposición. No se separa a los niños por edades y, si acaso, se suelen dar tres grupos de edades: hasta 6-7 años, hasta 12 años y de 12 en adelante, pero parece ser que se forman solos, quizás por los diferentes estados de desarrollo de cada grupo de edad.

Estas escuelas se autogestionan sin depender del estado ni de sus instituciones. Las decisiones se toman colectivamente. Las aportaciones económicas se hacen desde las personas implicadas en el proceso educativo: padres-madres y colectivo educador. Los niños figuran como desescolarizados. Un ejemplo son las Escuelas Pestalozzi.

Pestalozzi fue uno de los pedagogos que impulsó el movimiento "Escuela Nueva" a principios del siglo XX, que basicamente quiso cambiar la educación en la que el niño era un mero receptor de contenidos y el educador el trasmisor, donde se consideraba que el niño era un ser imperfecto al que había que enseñar a ser adulto lo antes posible por otra en la que el maestro acompaña o proporciona al niño los medios para que él mismo construya su aprendizaje. En los años 70 Rebecca Wild fundó en ecuador una "Escuela Pestalozzi" que se basa principalmente en que el aprendizaje no es dirigido: se proporcionan al niño los materiales y el entorno necesarios (tiene cierta influencia del método Montessori) y se le deja aprender sin ninguna intervención directa del adulto, que acompaña simplemente y se preocupa de proporcionar el material y los estímulos necesarios.

Homeschooling y Unschooling: La Educación en el hogar, o homeschooling, como se conoce habitualmente, se basa, fundamentalmente, en llevar a cabo la formación de tus hijos "en primera persona", sin delegarla a otras instituciones. Cada familia crea sus propias normas, ya que para eso lo hace en casa, para hacerlo de la forma que, responsablemente, creen que es mejor para sus hijos, para su familia. Los movimientos más destacados son dos, "homeschooling" y "unschooling".

Homeschooling se suele usar para indicar que haces más o menos lo mismo que en una escuela convencional, pero en tu casa, y "unschooling" que te basas, exclusivamente, en los intereses de tu hijo y le vas acompañando en función de ellos. En realidad, la mayoría de familias opta por una mezcla de ambos, y hay tantos matices como amplio es el abanico de personas que optan por educar de esta forma.


Algunas familias sienten que necesitan el apoyo de un centro para llevar adelante esta tarea, algunas porque se sienten mejor y más "normalizadas" si tienen a sus hijos matriculados en una escuela, escolarizados, aunque sea a distancia, y otras porque realmente necesitan un servicio de tutoría, etc.

Ahora bien, yo me pregunto, viendo el nivel educativo que tenemos en el país, con un modelo de educación que ha probado ser inútil en todo el mundo... no irá siendo hora de plantearse que estamos haciendo con nuestros niños, para qué clase de mundo los estamos preparando?

Lamentablemente creo que nada cambiará en este país si no empezamos a cambiar la educación.

Hay pocas opciones de modelos educativos. Para empeorarla, dentro de esas pocas opciones de modelos hay pocas opciones de escuelas si tenemos en cuenta la cantidad de instituciones y la demanda para las mismas (cada año miles de niños quedan fuera del sistema escolar por falta de vacantes). La formación de nuestros maestros es, en muchísimos casos, deficiente (en Finlandia, por ejemplo, los maestros deben rendir examen cada año para ver si tienen el nivel necesario para dar clases; claro que allí los sueldos son altos y es considerada una profesión de prestigio) y ni hablar de la formación con la que se reciben los educandos.

Además, por lo que he oído, tanto el Ministerio de Educación como la Dirección General de Escuelas se dedican, fundamentalmente, a poner palos en la rueda a todo emprendimiento de este tipo, que ya de por sí tiende a ser un proyecto sacrificado y poco redituable al menos en el corto plazo.

Es impensable, en esta Argentina nuestra, pensar en escuelas libres, donde los niños puedan asistir a las clases que les interese, donde se fomente su curiosidad en lugar de matar de a poco, con la rutina y la represión, el interés y las aptitudes que les son innatas, y donde los pilares de su formación sean la libertad y la cooperación.

De nosotros depende el cambio.

(1) Datos extraidos del foro de la Asociación Criar con el Corazón.

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