jueves, 30 de octubre de 2008

NO HUNGER

No hunger.

No words.

Simplemente los invito a ver el video de la campaña y firmar aquí.

El nacimiento de Michelle

Recién hoy pude leer el relato de Chris sobre el nacimiento de Michelle. Y me pareció tan hermoso que no podía esperar a compartirlo con ustedes. Aquí va.
GRACIAS CHRIS!!!

El nacimiento de Michelle


Mi parto fue un poco atípico (si bien cada parto es especial), no fue un parto en casa y tampoco fue un parto muy intervenido. Fue un compromiso entre mis deseos más profundos y una situación inesperada. Me permitió conocer los dos lados del espejo: la realidad de los hospitales y la realidad humana de parir con consciencia, las imposiciones absurdas de un sistema que esperemos colapsará y la fuerza vital de profesionales increíbles que sí saben que parir es nacer. Espero no se cansen con los detalles médicos, pero hablar de mi parto es también una oportunidad para denunciar prácticas médicas inadecuadas.
Fue un parto rápido si bien podría decir que duró 10 días: con 34 semanas y 3 días, el 14 de septiembre, empecé un trabajo de parto que por suerte pudimos detener. Con 2 cm de dilatación, el cuello borrado, y la beba muy baja, empecé un tratamiento con un inhibidor uterino, el Ritopar que me volvió loca por el miedo que me daban los efectos secundarios. De paso las volví locas tanto a Raquel que se preocupó por mí en cada momento como a Edith que no ahorró tiempo ni charlas para convencerme de que tenía que bancármelo. Me retó, me tranquilizó, me contuvo, una verdadera madre… Así me mantuve en reposo esperando aguantar hasta la fecha en que sí, podría nacer mi hija en casa. Mientras tanto, descubría cuán irracionales pueden ser los médicos… Sentía la cabeza de Michelle en mi pelvis en cada momento; le pedí a mi doctora que se me hiciera una ecografía para evaluar mejor la edad gestacional del bebé; no le pareció trascendente mi pedido pero accedió: pero implicaba volver a desplazarme otro día ya que no se consideraba lo mío como una urgencia… Al día siguiente, sosteniendo mi panza como si fuese un huevito de cristal, echándome sobre las sillas de la sala de espera, estuve esperando una hora hasta que la ecografista aceptó con bronca atenderme con mi “sobreturno”. Cuando vio donde estaba colocada mi bebé, le agarró un ataque de pánico: que estaba por nacer, que tenía que ir a la guardia etc. Con lo cual me preocupé muchísimo y fui corriendo a lo de Edith : ¡estaba todo igual!
Después de otro episodio de pánico, tomé la decisión: reposo, nada de salida, remedio, vida sana, Valium para descansar y paz…
Durante esos 10 días tuve contracciones suaves ininterrumpidas: de 1 a 3 por hora, las habría disfrutado muchísimo si no hubiera tenido que luchar contra ellas.
En fin, el 23 de septiembre a las 22hs, o sea una semana después de dicha ecografía, recibo una llamada de mi obstetra: me dice que recibió los resultados de la ecografía, que tengo muy poco líquido amniótico y que tengo que ir al día siguiente a hacerme un monitoreo. Me quedé muy sorprendida y después de hablarlo con Edith, vuelvo a llamar a mi obstetra para decirle que no me parece que tal estudio merezca que yo tome el riesgo de levantarme y viajar hasta el hospital, y menos una semana después de que se haya hecho la ecografía. Sigue una charla bastante tensa que me deja molesta; decido pedirle un control a Edith al día siguiente.
Pero a la hora y media, algo que intuía se revela: el Ritopar dejó de funcionar y ya mi bebé va a nacer. Escucho un ruido impresionante, como un “cloc” y siento un golpe en la pelvis. Me acuerdo del relato de Lorena y estoy segura que ya está. Llamo a Sergio, que ya estaba acostumbrado a que lo llamara seguido desde mi cama… así que me dice que espere un poco y le digo que no, ¡que voy a parir! Rompí bolsa, si bien salió poco líquido por la cabeza de la bebé que está tan baja. Son las 23h30 y llamo a Edith mientras Sergio en pánico arma el bolso que nos rehusamos en hacer desde hace días. Estoy muy tranquila, me había preparado a esta posibilidad y ya las cosas se me están escapando, entonces tengo que dejar que fluyan. Edith llega en seguida y efectivamente tengo 6 cm de dilatación. Ya salimos, el perro en pánico, yo con contracciones muy fuertes, y Sergio recuperando de a poco la calma. Edith se despide, y como ya se lo dije, su amor me ayudó muchísimo; me llevé sus últimas palabras conmigo en el corazón, así estaría menos sola. Me dijo que, al llegar al hospital, suelte todo, que largue todo, después de todos esos días reteniendo. Me besó la mano y nos fuimos.
Me adentré, cerré los ojos y salvo unas interrupciones ajenas, los volví a abrir realmente en la sala de parto. Acostada en el auto, empecé a gritar como nunca grité, el dolor era violento y las contracciones cada vez más cercanas. Llegamos al Hospital a las 0h30, me acercaron una silla de ruedas y me senté: la chica quería que me sentara un poco más así o asá y la miré con cara de odio, con lo cual se calló y me llevó hacia la sala de trabajo: dos metros por tres y una enorme cama. Sergio llegó en seguida y me agarré de él todo el tiempo. Grité, me desnudé, me acuclillé en el piso, sobre la cama, subí, bajé, salté, apreté el cuerpo de Sergio con toda mi fuerza, con mis uñas, con ganas de morder y grité una y otra vez, dije cuanto me dolía, atravesada por un dolor tan violento que recuerdo haber pensado que nunca podría soportar eso otra vez, que me iba a morir. Descubrí que este dolor era todavía más insoportable para el cuerpo médico. Cuando me quejé del dolor, mi obstetra me dijo : “ Es lo que quisiste”. Pensándolo después, creo que era una forma de defenderse del dolor que ella se sentía obligada a aliviar cuando yo no se lo permitía. Un médico tiene que aliviar los sufrimientos de sus pacientes, y en lo general no está preparado para sostener sin intervenir. Me hicieron montones de tactos (escuché por lo menos 3 números: 7 8 9), me ofrecieron con ingenuidad una bata pero yo quería estar desnuda, respetaron mi pedido de no tener suero, nada de antibiótico por las dudas, hasta que llegó un momento en que mi obstetra dijo algo como: “sin anestesia se pone más largo”, algo absurdo pero resonó la palabra: “más largo” y ya no daba más con el dolor y lo tengo que confesar, pedí la epidural… Mirada atónita de Sergio… Él me dice que ya está, que se está terminando, y tiene razón, pero en realidad estoy atemorizada. El anestesista ya llegó, ¡están tan contentos! Pero, hablando en términos de deontología, ¿les parece correcto aplicar una peridural en una mujer que llegó a una dilatación completa en un proceso rapidísimo? Ahí me salvó Nati: pensé en ella, pensé que ella había parido dos veces sin anestesia, y que no me podría perdonar eso nunca, así que rechacé la epidural y, acuclillada sobre la camilla, ya tenía ganas de pujar. Tenía un miedo terrible y si bien quería parir “parada como una diosa”, me sentía incapaz de hacer eso sola, así que me sometí a la única ayuda disponible: mi obstetra y la partera de guardia y me llevaron a la sala de parto que en realidad es un quirófano. Acostada, las piernas levantadas, me sentí tan débil, tan agotada que obedecí: pujé cuando me decían, entregada por el miedo, y un poco enojada conmigo misma. En los 5 minutos que duró el expulsivo, lograron hacerme un masaje del periné y apretar mi panza, y nada más. No hubo episiotomía, no hubo desgarro. Sergio me dice que sale, que está la cabeza, pero no le creo, convencida que eso no es posible… Paz. Salió. 1h40. No lo registré. Acá está mi beba sobre mi cuerpo, apenas gimiendo. Para mí es todavía un momento perdido, perdido en una imposibilidad de representarme la realidad: no puede ser… Cuando sale la placenta, pienso: ¡Ah sí! ¡Ahora me acuerdo que fue por este mismo camino que salió mi bebé! Era como sí antes de que naciera Michelle, el camino que ella recorrió no existía, no tenía representación. Y después, lo reconocí: es real, ella salió de mi cuerpo… La obstetra me muestra la placenta y la bolsa: me emocionó ver el lugar de nuestra convivencia y me pareció hermoso, pero ya se habían llevado a mi beba (a pesar de que había pedido que me la dejaran para hacer los controles) mientras no había tenido tiempo de nada. Sergio se fue con ella. Y a mí me tiraron toneladas de desinfectante en la vulva; igual no me importaba más nada, sentía tal alivio, y finalmente orgullo de haber sobrellevado el dolor, de haber vivido esa fuerza vital: se lo debo a Raquel; sin ella, no habría podido vivenciar tales emociones. El miedo, el dolor no fueron nada traumáticos, fueron iniciáticos y para mí necesarios para construirme como mamá. Hubiera sido muy grave para mí no sentir nada, no sólo porque fue el acontecimiento más importante de mi vida, sino porque me crié según modelos de control y anestesia de las emociones. Echada sobre la camilla en el pasillo, me piden mi apellido, nombre, número de DNI… Muy absurdo… Espero… Descanso… Y por fin llega Sergio con Michelle. Está vestidita y sólo después me dí cuenta de la frustración que fue no tenerla piel a piel durante horas. Igual me la pasé mirándola, tan emocionada que las palabras nunca las encontraré para describir eso. Me hundí en su cara, sus ojitos hinchados, su pequeñez tan conmovedora y le agradecí a su padre haber creído en mi capacidad de ser madre.
Salvo la admiración que suscité en algunas enfermeras (yo era la que no tuvo anestesia y no toma analgésicos), lo que siguió fue un acoso de parte del equipo médico, y mejor no volver a hablar de eso. Sólo decir que al fin de un largo día de conflictos con los médicos y en particular el neonatólogo jefe de sala que me amenazó constantemente por mis tomas de decisión (vitamina K por vía oral, parto sin antibióticos… y en fin mucho ruido en un hospital donde las mujeres paren en silencio y sin sudor) , logramos obtener el respeto que todos deberían exigir : tocar la puerta antes de entrar, no despertarme a mí ni a la bebé para los controles, limitar las repeticiones inútiles de controles.
Finalmente huimos el 26 de septiembre para encontrarnos con nuestra hija en el lugar que ahora es suyo: nuestra casa.
¿Por qué fue todo así? ¿Tan caótico y veloz? ¿Por qué se adelantó tanto el parto? No encuentro respuestas, sólo sé que me sirvió la experiencia para comprobar lo que me decían de las rutinas dañinas de los hospitales, para reforzar mis convicciones, y para comprobar que la consciencia de los derechos que uno tiene es la mejor arma para cambiar el sistema: dentro de todo, respetaron la mayoría de mis pedidos, y eso seguramente gracias a gente como María José que se enfrentó con ellos unos meses atrás, demostrándoles que la ley está de nuestro lado. Espero que mi parto haya servido también para abrir algunas consciencias. Gracias a Raquel y Edith, gracias a mis compañeras del ACE, compañeras de lucha, gracias a mi pareja que me defendió constantemente y gracias a mi hija por ser tan maravillosa.


LAS PALABRAS DEL DESEO

Hoy les acerco un artículo escrito por mi amiga y compañera de ACE, Christine Hamonic.
Chris es francesa, y vino a Argentina hace algunos años, acompañando a su pareja, Sergio.
Fue la primer persona que conocí en la primer clase de ACE, y al igual que con el resto de las chicas, conectamos de inmediato.
La noche que Chris me mandó este artículo, a las pocas horas, comenzó con el trabajo de parto, que traería al mundo a Michelle. Proximamente les acercaré también su relato de su parto.
Espero que disfruten tanto como yo estas reflexiones de Chris sobre el trabajo de Francoise Dolto. Gracias Chris por tu colaboración!!!



LAS PALABRAS DEL DESEO


Antes que nada, te quiero agradecer, Jose, por darme la oportunidad de contribuir a tu excelente blog; y también gracias a Céline por haber aceptado compartir su historia. Quisiera introducir en este artículo el trabajo de una psicoanalista francesa contemporánea y amiga de Lacan: Françoise Dolto (1908-1988), desde mi humilde lugar de neófita, estudiante en psicología y sobretodo futura mamá. El trabajo de Françoise Dolto con los bebés y los niños sigue siendo, en mi opinión, revolucionario: logró adentrarse en la lógica del deseo infantil, manipulando los conceptos freudianos de un modo a veces muy atrevido. De Lacan, ella decía que no entendía nada de lo que decía, y él le retrucaba que no tenía importancia ya que ella hacía lo que él intentaba decir, que lo hacía sin necesidad de la teoría.

Dada la amplitud de la cuestión, quiero apuntar a dos temas centrales a la hora de comunicarnos con nuestros hijos: la diferencia entre necesidades y deseos, y el “decir verdadero”: “le parler vrai”; quien haya escuchado hablar a Françoise Dolto no puede olvidarse nunca del impacto de sus palabras: nos golpean, sobre todo cuando nosotros adultos hemos aprendido a portarnos bien, o sea a ocultar nuestros más genuinos deseos, saberes y sensaciones. Hoy más que nunca me parece urgente aprender a decir lo que hay, sencillamente, como lo hizo recientemente Tomás Abraham en un programa de TVR.

Reuní extractos de dos libros de Françoise Dolto : “Todo es lenguaje” y “Soledad”; ella se dirigió en muchas oportunidades a los padres y a los educadores en un lenguaje muy sencillo, que espero lograr transmitir: las traducciones son caseras, sabrán disculpar las torpezas! A veces puede parecer dogmática si se la lee como un conjunto de recetas para ser buenos padres, pero no es así: nos propone una forma de escuchar y de decir, de alentar a nuestros hijos a sostener su propia vida.

NECESIDADES Y DESEOS

El ser humano tiene eso de particular que no le alcanza con la satisfacción de sus necesidades para sentirse humano: concretamente, ¿qué quiere decir eso? Françoise Dolto nos explica lo siguiente:

“La necesidad es repetitiva, el deseo es siempre nuevo, y es por eso que, como educadores, debemos cuidarnos de satisfacer todos los deseos. […] Las necesidades, hay que satisfacerlas; los deseos, hay que hablarlos, y hablarlos mucho. […]
Por ejemplo, un niño no quiere comer. Es imperativo que no coma; porque, si fuera una necesidad, comería. Si no quiere comer, es que no lo necesita y que eso sería el deseo del adulto. Usted le dice: “Si no tienes hambre, está muy bien, cuando tengas hambre, comerás.” Las mamás no saben cuándo los niños tienen hambre. Y: “Si tienes hambre, tu mano te dará de comer, no será mi mano, la de mamá, como si no lo pudieras hacer solo.”
Se llega progresivamente a ayudar a un niño a adquirir su autonomía con respecto a él mismo, es lo que llamo “automaternizarse” (2): es algo que empieza muy temprano, antes de que pueda caminar. Empieza cuando lleva a la boca lo que necesita, porque tiene hambre, o porque quiere saber de este objeto, lo cual tiene que ver a la vez con la necesidad y con el deseo.[…] Comer sin hambre es aberrante […]es como si se le enseñara una perversión, para complacerlo al adulto.[…] Es lo mismo con la continencia, lo que llamamos dejar los pañales (1)[…] Antaño, en cuanto (los pequeños) caminaban, se les ponía un vestido […]que se alargaba a medida que crecían, tanto a las niñas como a los niños (y que) duraban hasta los cuatro años.[…] Abajo estaban desnudos ¡y hacían lo que tenían que hacer! El piso era de tierra batida y siempre pasaba una abuela a recoger el pis o la caca dejado por el inocente niño. No se hacían historias con eso, los niños se volvían continentes naturalmente, nadie se ocupaba de eso. Era así, era todo.[…] Lo que cambió es la noción de confort[…] un accidente sobre un parquet encerado daba mucho trabajo a la mamá.[…] (y también) la antisepsia, la lucha contra la morbilidad y la mortalidad infantil, todo eso influyó en que las madres se sintieran angustiadas con que los niños no se mojaran.[…] Por suerte hoy el peligro es menor […]pero seguimos con la idea que es bueno que los niños dejen los pañales temprano […]. Escuchamos ese lenguaje de “complacer a mamá” o a las cuidadoras cuando el niño hace caca : “¡Ah, qué limpio!, ¡ah, qué bien que comió!...” Comió, punto, ni bien, ni mal. Uno come prolijamente cuando puede hacerlo, gracias al desarrollo de la coordinación motriz […] pero no está ni bien ni mal.
[…] Quiero ilustrar otra vez el tema: satisfacer la necesidad, no el deseo. Por ejemplo, un niño no necesita caramelos. Pide un caramelo por el placer de que nos ocupemos de él, para que le hablemos, que le mostremos que lo queremos. Es muy interesante observar que si le decimos al niño: “Ah bueno, sí ¿cómo sería el caramelo ese? ¿Sería rojo?” Empezamos a hablar durante media hora, hablamos del gusto del caramelo, según su color rojo o verde, incluso podemos dibujar caramelos, y el niño se olvida que quería comer un caramelo. Pero ¡qué linda conversación sobre los caramelos! ¡Qué lindo momento compartimos!
[…] El niño dice: “Ah, me gustaría tener este camión”. La mamá contesta: “Ah no, no se puede, no tengo dinero.” Y rapidito, vayámonos, no miremos: ella no quiere que sienta la tentación; mientras vivir es eso justamente, es poner palabras sobre lo que nos atrae, y hablar de eso.
“Este camión, ¿te parece bueno?
- Ah, sí.
- ¿Qué tiene de bueno?
- Tiene ruedas rojas.
- Sí, está bueno, pero las ruedas rojas a lo mejor no ruedan. No es una imagen, un camión tiene que avanzar. Vamos a entrar al negocio, lo vas a tocar; hoy lo vamos a mirar, no tengo plata para pagarlo.
- ¡Sí, sí!
- No puedo, es así; si prefieres, no entramos para verlo y tocarlo.
- ¡Sí, sí!”
Cuando el niño ve que su madre está decidida: “No te lo voy a comprar, pero podemos hablar etc.”, se tranquiliza […] es grave si la madre desvaloriza su deseo […]: “No se puede realizar, pero tienes toda la razón de desearlo.” Desde el principio de la humanidad, hay tontos que desean lo imposible, que quieren la luna, pero si no hubiera habido tontos que hubieran querido llegar hasta la luna, nunca habríamos ido allí.
[…] Ese es nuestro papel de educador : satisfacer la necesidad sin lo cual el niño se moriría, y hablar del deseo para que el sujeto mismo busque cómo satisfacerlo; por su cuenta, no para satisfacernos a nosotros sus padres o educadores sino porque él se siente hecho, destinado para tal u otra actividad que le fue revelada.[…]
Lo que al niño le hace falta, es que el otro entre en comunicación con él con respecto a su deseo, y ahí, abrir el mundo en palabras, un mundo de representaciones, un mundo de lenguaje, de vocabulario, un mundo de promesas de placeres. […] La creatividad, la inventiva, eso es el deseo, no es la satisfacción en la cosa misma; es la evolución cultural de este deseo en el lenguaje.”


UN DECIR VERDADERO

Françoise Dolto se caracteriza por un modo muy directo de “hablar la verdad” del individuo. Los ejemplos en la clínica siempre son impresionantes:

“Conocí a un niño abandonado […]a la edad de 3 semanas. Se negaba a comer, gritaba, gemía todo el tiempo, siempre sucio, mocoso, vomitando, ensuciando sus pañales a penas lo cambiaban, la mirada como vacía. A los dos años, parecía tener no más de 9-10 meses. Era de estos niños tan repugnantes que los cuidadores sienten vergüenza por el disgusto que les genera. […] Se intentó una cura psicoanalítica. (El niño) aceptó el contacto conmigo, aullando con desamparo y mirándome. Le expliqué su estatuto particular […] Había sido abandonado con la demanda específica de la madre que nunca se le revelara su identidad. […]El niño empezó a cambiar cuando le di como hipótesis de interpretación que él, por amor a su mamá que lo había traído al mundo y lo había llevado en su cuerpo sabiendo que lo rechazaría el día en que naciera, quería volver a crear ese modo relacional con todo el mundo para que todo el mundo fuera como mamá. Tuvo un reflejo sorprendente en la mirada cuando le dije eso y añadí: “Pero tu mamá te rechazó para que estés menos infeliz que si hubieras estado con ella.” Ahí sentí que había tocado algo, y a partir de aquel momento dejó de vomitar, de hacer pis y caca en todos lados.[…] Empezó a mirar, sonreír, parlotear, aumentar de peso, ser limpio.
[…] Hay que entender esto: cuando algo es verdadero, si está dicho, libera del síntoma.[…] Eso es lo importante en el lenguaje que tenemos con el bebé, por más joven que sea, y también con un niño grande: decirle verdaderamente lo que sentimos, sea cual fuese esta verdad (la verdad, no lo imaginario).”

Volviendo a situaciones más cotidianas, Françoise Dolto nos dice:
“El racismo es importante, los niños lo sufren. No se puede decir que no existe, hay que decir la verdad […] : “eres negro [….] y ciertos niños te lo van a reprochar. Tú, hace lo que corresponde para que te aprecien, y ya verán que se equivocaron y que son tontos.”[…]
(Una) mujer me escribe desde la clínica diciendo: “Desde que nació mi hija, lloro sin parar, no sé qué hacer desde hace tres días, nació con síndrome de Down.” En seguida le contesté: “Dígale a su hija por qué usted está llorando, que tiene el síndrome de Down, que ella no es como otros niños a quienes sabemos cómo criar. Use esa palabra: “anomalía genética” y dígale que usted llora porque no sabe cómo va a hacer para criarla y que tiene miedo que sea infeliz.” Los padres se conmovieron mucho con mi carta. Todavía estaban en la clínica. Pensaron: “¿Qué tenemos que perder? Se lo vamos a decir.” Y vieron la extraordinaria sonrisa de ese bebé de cinco días, y a partir de ahí, hubo una comunicación increíble con esa niña, ¡que resultó ser tan inteligente![…]
Hay que decirles a los niños las palabras justas.[…] O las cosas no le llegan al niño o hacen un “clic”. Es cuando hacen un “clic” que podemos hablar con él de lo que nos dice. Hace una pregunta. ¿No escucha la respuesta? No insistamos, esperemos otra pregunta.
Por ejemplo un niño necesita saber que tiene un padre, aún si la madre es soltera; es una necesidad absoluta. Sin eso, crece de forma hemipléjica, y eso se notará, en su vida o en su descendencia […] Y no hay nada más fácil que explicarle a un niño que tuvo un progenitor, un “padre de nacimiento”, como todo el mundo, pero que no lo conoce. Que ahora no tiene papá, o que ya tuvo otros papás, pero que no son su padre de nacimiento, no hay nada más fácil. En la semana verán que este niño se transformó en su relación a su madre que le dijo la verdad.[…] El le pregunta:
“¿Y tú lo conoces, lo conociste?
- Por supuesto que lo conocí.
- ¿Y por qué no lo ves más?
- Porque ya no nos llevábamos bien.”
[…] Entonces vemos al niño transformado por sentirse el derecho de tener al padre que tuvo, y de haber entrado, él, en el circuito de la vida cuando se dio ese encuentro sexual.
[…] (La madre) puede decir: “El día que quieras encontrar a tu padre, probablemente podrás hacerlo tú, pero yo no te ayudaré: sufrí demasiado […], pero no estoy en contra, tendrás que arreglártelas, te puedo dar la última dirección que tenía etc.”
Con eso, vemos niños que arrancan con su vida porque su deseo fue respetado, sostenido. No se trata de satisfacer sus deseos, ni de ayudarlo sino de darle su autonomía.”

¿A DONDE VOY CON ESO?

Tomemos conciencia de que los chiquitos y a veces los más grandes no pueden expresar con palabras lo que les pasa, pero sin embargo están ávidos de comunicación y pueden necesitar de nuestra ayuda para expresarse. No somos todos psicoanalistas, profesionales de la infancia y muchas veces ni siquiera sabemos qué nos pasa a nosotros mismos, pero sí podemos aprender a decir las cosas más sencillas: “Veo que te pasa algo, pero no sé qué hacer para ayudarte.” Les quiero contar lo que me relató una queridísima amiga, Céline, madre de gemelos, Suzanne la nena y Arsène el varón. Nacieron por parto vaginal programado, como suele pasar en este tipo de embarazo. Arsène estaba de cabeza y salió primero: se lo entregaron a su mamá en seguida. A Suzanne la fue a buscar el médico, tirándola de los pies. Tenía mocos y le pusieron una sonda; más frágil, no se la entregaron a la mamá y la expusieron enseguida a una fuente de luz y calor. Su mamá se consideraba con razón muy afortunada de haber evitado la cesárea, que fue una amenaza constante y traumática durante el embarazo. Sin embargo, durante los dos primeros meses, algo no andaba del todo bien con Suzanne, como si su mamá nunca llegara a tranquilizarla del todo. Hasta que un día tuvo la sabiduría de hablarle de su nacimiento : que sin duda estaba muy enojada porque no estaba lista para nacer, porque la separaron de su mamá, y también le dijo cuánto la apenaba no poder entenderla bien y responder adecuadamente a su pedido, no poder reasegurarla. En seguida algo cambió entre ellas, la relación fue más segura y más completa. Esa mamá habló desde la verdad y el amor.
Recién me contó que estaba preparando suavemente la adaptación a la guardería. El día en que iniciaron el período de adaptación, mi amiga estaba muy nerviosa pero estaba tan agradecida por haber conseguido un lugar para sus dos hijos que dejó de lado su sensación interna. En seguida su hija desarrolló una terrible diarrea que provocó un eritema purulento imposible de curar con los remedios… y ahí entendió… Céline habló con Suzanne de su propia preocupación y dificultad en alejarse de sus bebés y la diarrea se cortó el mismo día.
Los bebés necesitan eso: que alguien formule su verdad, y también lo que perciben de las personas que los cuidan y con quien forman una unidad. Después, creo que les da la libertad de hacer lo que les parece con sus vidas…

Para concluir y volver al propósito que me planteé, quiero añadir que Françoise Dolto desarrolló su actividad en una sociedad muy rígida que trataba a los niños como animalitos que había que domar. Hoy, vivimos casi lo opuesto; contamos con pocas estructuras sociales y a veces nos complacemos en una habladuría estéril e idólatra del Rey niño, foco de nuestras vidas. Si Françoise Dolto hizo mucho para que en fin se lo considere al niño como una persona con derechos, nunca dejó de lado las obligaciones del niño: convertirse en un ser autónomo, consciente y responsable de sí mismo. Insistía en que el niño encontrara su lugar en el mundo a través de tempranas experiencias sociales promotoras de su autonomía, fuera del hogar, pero siempre que sus cuidadores o la sociedad misma fueran garantes de sus derechos y sostenedores de sus deseos. No dudo de que estuviera horrorizada por la infantilización generada por el sistema hiper-consumista que rige nuestras vidas, tanto en los niños como en los adultos, demandantes de satisfacciones inmediatas y siempre renovadas. Como bien lo explicó, de este modo se cancela o por lo menos se calla el deseo.

Y el deseo es lo que constituye el verdadero motor de todo ser humano libre.

C.H.

(1) En francés, se dice “ser limpio”
(2) “S´automaterner”: neologismo, significaría algo como tratarse a uno mismo maternalmente.

martes, 21 de octubre de 2008

El nacimiento de Emma

El miércoles 8 de octubre por la madrugada me despertaron las primeras contracciones pre- parto. Eran suaves y regulares, cada 12 minutos aproximadamente, así que no me preocupé demasiado. Por la tarde las contracciones ya eran cada 6 minutos. Sin embargo llevé a Joaqui caminando al jardín, como siempre, y a la tarde pasamos un ratito por la plaza.
Así estuve toda la tarde y la noche.
El jueves 9 de octubre, alrededor de las 4 de la mañana, me despierta la primera contracción fuerte, como un dolor menstrual bastante intenso.
Sigo en la cama hasta las 5, sin controlarlas y tratando de descansar, pero a las 5 ya me dolían bastante, así que lo desperté a Hernán y le pedí que llenara la pileta de parto que nos había dado Raquel unos días antes.
Mientras tanto, puse el disco de Jack Johnson, prendí velas y encendí el hornito (Hernán me cargaba preguntándome si iba a parir o a hacer una macumba). Las contracciones las pasaba en cuclillas, agarrada de lo primero que encontraba. A las 6 la pileta ya estaba lista y me metí en ella… que diferencia!!! Pasar las contracciones allí era otra cosa… Hernán, lápiz y papel en mano, comenzó a controlarlas: en promedio duraban unos 40 segundos y eran cada 4 minutos y medio.
Esperamos que se hicieran las 7 de la mañana y la llamamos a Edith. Mientras hablaba con ella, tuve otra contracción… me preguntó si había tenido alguna perdida, ya que me había revisado unos días atrás y el cuello del útero apenas estaba acortado. Le dije que no. Me dijo que estaba en trabajo de parto, pero que podía llegar a ser largo, que saliera del agua y tratara de descansar, que me llamaba en dos horas.
Volvimos a la cama. Joaqui dormía a pata suelta. Hernán trató de descansar un poco, y yo también, pero las contracciones no me lo permitían…
A las 9 nos llamó Edith, le dije que no había seguido controlando el tiempo entre contracción y contracción, pero que me parecía que la dinámica no había cambiado demasiado desde que habíamos hablado más temprano.
- Ok, ya salgo para allá así te reviso- me dijo Edith.
A las 10 y piquito ya estaba en casa. Joaqui se despertaba.
Edith me revisó: 4 cm de dilatación, cuello blando, pero aún no estaba borrado del todo.
Llamamos a mi suegra para que viniera a buscar a Joaqui. Comencé a vestir al gordo entre contracción y contracción, las que pasaba en el lugar que me encontraran, en cuclillas. Edith me animaba “Muy bien, si te sale pasarlas así, muy bien”.
A las 10:50 mi suegra vino a buscar a Joaqui, a quien tuvimos que darle un “anticipo” (dos autitos) del regalo que le traería Emma para convencerlo de que se fuera… pero yo realmente sentía que era mejor así, con Joaqui cerca no podía terminar de “desconectar”.
A las 11 y pico Edith me revisa nuevamente: 6 cm!!! Había dilatado 2 cm en una hora o menos!!



Decidí volver a meterme en la pileta.
Hernán calentaba agua para que no se enfriara la pileta, y mientras charlaba con Edith. Yo iba y venía… pasaba mis contracciones en el agua: en cuatro patas, agarrada del borde, en cuclillas… como podía… Me iba durante la contracción, me sumergía en ella, escuchaba el rumor de sus voces pero en realidad no sabía de qué hablaban… y luego de a poco volvía, y seguía charlando como si nada…
A las 12 del mediodía llegó Gaby, la obstetra ayurveda, a quien yo aún no conocía… Cuando vi su cara conecté con ella al instante, la verdad nunca la sentí como una desconocida en mi parto, ella irradiaba mucha paz, y me hablaba con cariño y suavidad.
Un par más de contracciones. Cada vez dolían más… comenzaba a sentir que el agua por sí sola ya no era suficiente.
De pronto, una contracción muy fuerte, muy intensa, muy larga, y al final de la contracción una lejana sensación de “hacer fuerza”… “No puede ser, pensé, es muy pronto, no pueden ser ganas de pujar, si hace menos de una hora estaba de 6 cm…”
Otra contracción, más fuerte aún, más intensa, más larga, y ahí ya no tuve dudas de que tenía ganas de hacer fuerza:
- Quiero ir al baño!!
Edith y Gaby me ayudaron a salir de la pileta, yo no podía ni levantar las piernas. Me envolvieron en una toalla, corrí al baño.
A partir de allí, ya no recuerdo casi nada, lo que sé me lo contaron:
Según Hernán, entré al baño y ellos se quedaron en el living. De pronto escucharon que gritaba y corrieron todos a ver que pasaba. Edith me decía:
- No hagas fuerza, Jose, ya nace y acá no tengo lugar para recibir a la beba!! Vamos a otro lado, que tu hija nazca en otro lugar, no en el baño!!
Yo sentía que no podía moverme, solo tenía ganas de pujar…
Edith me guió hasta el living. Apenas llegamos, rompí bolsa… Otra contracción: me agarré entre la arcada de entrada al living y la mesa del comedor, impidiendo el paso de Hernán que quería llegar a la caja que tenía las cosas para el parto, que estaba en nuestra habitación.
Yo solo pujaba y pedía a gritos el banquito de partos, que tampoco hubo tiempo de ir a buscar porque estaba en el auto de Edith.
Todavía no se como, Hernán logró llegar a la caja, pero no encontraban el nylon para el piso, así que empezaron a tirar toallas sobre el parquet.
Hernán se puso detrás mío, sosteniéndome de las axilas, me puse en cuclillas y comencé a pujar con todas mis fuerzas. La sensación era de una intensidad inconmensurable. Edith me animó a poner la mano para tocar la cabecita de mi hija… eso me dio más ánimo, y comencé a pujar con más fuerza aún…
- Ya casi esta!- gritaba Edith- está un cuarto de la cabecita afuera!!!
- Me partoooo!!!! – grité cuando sentí el famoso “aro de fuego”.
Sentí que ya no daba más, que ya no aguantaba… y a continuación dí el grito más poderoso de mi vida, un grito que me salía de las entrañas, en el que sentía que se me iba la vida… enseguida, sentí que el dolor aminoraba…
- Ya salió la cabecita, un pujo más!!- me animó Edith.
Puje una vez más, y enseguida escuché el llanto de mi hija... el dolor se fue por completo, de forma mágica e inexplicable. Me entregaron a Emma, que no paraba de llorar. Yo trataba de calmarla, la puse en mi pecho, la acunaba…
Me ayudaron a sentarme en una silla del comedor, me anunciaron que tenía un pequeño desgarro (piel y mucosa, no requirió más que unos 4 o 5 puntos), y enseguida alumbré la placenta… esa placenta que alimentó a mi hija durante 9 meses, enorme, brillante… Hernán la enterraría más tarde en el jardín.






Cuando el cordón dejó de latir, Hernán fue el encargado de cortarlo.
Me acompañaron a la cama. Hernán y Edith buscaron ropita para vestir a la beba.
A los 35 minutos de nacida, Emma mamaba tranquilamente en mis brazos… Y una hora más tarde, Joaqui conocía a su hermana y descansábamos los tres en nuestra cama familiar.
Mi hija nació en casa, a las 12:15 del mediodía. Fue recibida por mí y por su padre, y nos acompañaron una partera y una obstetra, ambas maravillosas.
Mi hija nació sin violencia: no se le puso ninguna sonda anal, hizo su primer meconio a las 3 o 4 horas de haber nacido; no se le puso ninguna sonda para extraer fluidos, los expulsó solita, con su llanto, con sus estornudos, con pequeñas tosesitas; no se le inyectó vitamina K, se la dimos oralmente a las 24 hs. de nacida; no le pusieron gotas en los ojos; no la bañamos, lo que posibilitó que el cordón cayera apenas a los 4 días de nacida; la pesamos a la noche y la medimos recién al día siguiente; nadie se la ha llevado para control y no se ha separado de mí desde que nació. Es una niña sana, felíz, tranquila y llena de paz.
Yo tuve el parto que deseaba, y ahora puedo decir con orgullo que se lo que es PARIR.
Solo me queda agradecer a quienes hicieron posible este milagro: a mis compañeras de ACE, con quienes compartí este proceso: de cada una de ustedes me he llevado algo valioso; a Raquel, que nos fue guiando en los últimos 3 meses para que en el momento del parto pudiera tener confianza en mi cuerpo y en mi capacidad de parir; a mis compañeras del foro Criar con el Corazón, que me enseñaron de a poco este camino, y que me sostuvieron cuando tuve dudas; a aquellos familiares y amigos que a pesar de no entender mi decisión, la respetaron sin tratar de convencerme de otra cosa; a aquellos que dudaron, porque en sus dudas yo fui buscando respuestas y afirmando mis convicciones.
Y por ultimo, a las tres personas más importantes de mi vida: a mi marido y compañero de vida, Hernán, por haberme acompañado durante todo el embarazo, defendiendo nuestros ideales, y por haberme sostenido físicamente durante el parto y emocionalmente durante todo este camino que emprendimos juntos; a mi hijo Joaquín, porque aunque lamento no haber sabido darte un nacimiento respetado, tu parto abrió las puertas para que tu hermana haya venido al mundo de esta maravillosa manera; y a Emma, por haberme elegido como mamá y haberme enseñado a DAR A LUZ. Después de tu nacimiento, ya nunca podré ser la misma. Los amo profundamente.





martes, 7 de octubre de 2008

Newsletter Octubre de Laura Gutman: Las mujeres sabias

Con la ilusión y la ambivalencia de devenir abuelas, las mujeres maduras nos disponemos a afrontar esta nueva etapa, procurando ofrecer a nuestros nietos lo que quizás no pudimos ofrecer a nuestros hijos: tiempo disponible.
Sin embargo, la “abuelidad” tiene un objetivo mucho más pleno y necesario, que es la función de transmitir los secretos de la maternidad a las mujeres más jóvenes, ofreciendo nuestro conocimiento acerca del mundo interior, ya que ahora no necesitamos alimentar al niño, sino que superamos ese rol nutriendo espiritualmente a la comunidad de mujeres que devienen madres. Es posible que en el pasado hayamos padecido situaciones penosas, y a partir de esas vivencias hoy podamos optar entre dos posturas: ser duras y críticas desaprobando el modo en que ellas crían a sus hijos –con lo cual nuestras hijas necesitarán distanciarse de nosotras- o bien abrir el corazón con nuestra experiencia de antaño a cuestas, y ponerla al servicio de las madres jóvenes apoyándolas, comprendiéndolas, aceptándolas, amándolas y admirándolas. Y así constatar la cercanía y el entendimiento que podemos producir entre las diversas generaciones, cosa que redundará a favor del niño.
Es verdad que hemos desmerecido globalmente la sabiduría profunda de las mujeres maduras a causa de la mala reputación que han adquirido las arrugas y algunos cabellos blancos. Pero que nuestro físico pierda fuerza y belleza en la madurez es imprescindible para desapegarnos de lo aparente y sumergirnos en la complejidad del ser. Si quedáramos muy atadas a lo físico, difícilmente estaríamos dispuestas a zambullirnos en lo insondable de la vida espiritual. Necesitamos la belleza de las arrugas, el grosor de la piel algo más curtida y la fluidez de los tejidos un poco más blandos, para desparramar la sabiduría de la experiencia sobre quien esté dispuesto a aprovecharla.
Tengamos en cuenta que hoy son muchas las mujeres jóvenes con niños en brazos necesitando huir del hecho materno. Si las mujeres maduras estamos dispuestas a revisar nuestra historia sin aferrarnos a ella, y si logramos darnos cuenta que tal vez hemos sido innecesariamente hostiles o severas en el pasado, podremos resarcirnos abriendo las puertas de la conciencia femenina para que nuestras hijas y nueras puedan transitar el camino de la maternidad con mayor sostén, apoyo y generosidad. Sólo entonces mereceremos ser llamadas mujeres sabias.
Laura Gutman

sábado, 4 de octubre de 2008

La Asociación Criar con el Corazón lanza la revista "CRIAR"

La Asociación Criar con el Corazón lanza su revista en formato digital "CRIAR". El primer número, un monográfico de 130 páginas sobre "El Apego", aparecerá el dia 5 de Octubre, como celebración del Dia de la Lactancia Materna.

Madrid, España, Octubre 2008.-

La Asociación Española pro-crianza con apego Criar con el Corazón www.criarconelcorazon.org lanza su revista en formato digital "CRIAR" . Este primer número, un monográfico de 130 páginas sobre "El Apego", estará disponible al público en general el dia 5 de Octubre, como celebración del Dia de la Lactancia Materna .

Esta publicación será un importante documento de consulta para padres y especialistas, con interesantes artículos de renombrados psicólogos, pedagogos, psiquiatras, sociólogos, doulas y asesoras de lactancia, entre los que mencionamos a Yolanda González, Ibone Olza, Helena Herrero, Mar Jimenez, Violeta Alcocer, Nuria Otero, Paca Moya, Ana Sánchez y muchos otros.

Tambien se ha contado con la ayuda de otras Asociaciones como El Parto es Nuestro, Proyecto Materna, Kanguras, Lactando (Murcia), Amamanta (Valencia), Amamantar (Asturias), Colectivo La Leche (Sevilla) y con la de empresas como Omio&mio, Libreria el Papiro y Jugarijugar.

Esta revista es gratuita, y podrá accederse a ella mediante el portal de la asociación y en diversos portales y asociaciones en España, México, Argentina y otros paises, todos ellos dedicados a la difusión de la crianza con apego, lactancia y parto respetado.

Se pretende lograr una publicación con un enorme respaldo científico en sus artículos, pero también con toda la experiencia y emoción de las familias comprometidas en la crianza con apego, que de este modo intentan acercarse a otros padres y madres que deseen aprender y compartir este camino.

Para mas información pueden comunicarse con:
Mireia Martin, Directora de la revista "CRIAR"
626 364728
Criar con el Corazón, Asociacion para una Crianza con Apego, Respeto y Empatía se crea en el 2005 y desde entonces realiza diferentes actividades dirigidas a las familias tanto de forma virtual como presencial. Los objetivos de la Asociación Criar con el Corazón son la defensa de un parto respetado, de la lactancia materna y de una crianza y educación que respeten las necesidades emocionales de los niños y sus ritmos madurativos.

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Listado de páginas colaboradoras
Páginas colaboradoras en las que encontrar la revista descargable a partir del 5 de Octubre:
www.tiavea.es

viernes, 3 de octubre de 2008

La atención al parto en Holanda

Hoy entramos en la semana 40.
Ayer estuve con algunas contracciones, y pensé que el momento había llegado, pero finalmente Emma decidió quedarse un poquito más en la seguridad de la panza de mamá.
De todas formas, cada día nos acerca más al momento tan esperado por nosotros, y tan temido por nuestro entorno.
Como ya saben, el nacimiento de Emma, si todo va bien, será en casa.
Por eso hoy elegí publicar un artículo extraido de la página Holistika.net sobre el parto Holanda, país donde el 40% de los partos son domiciliarios.
Y a mi familia y amigos: relax!!! Todo va a salir bien. Estaré acompañada de profesionales cálidas e idóneas, en la seguridad de mi hogar, con mi marido, y Emma tendrá una hermosísima llegada al mundo.


Holanda es un país próspero, moderno y desarrollado. Al mismo tiempo es el país que demuestra que un parto sin violencia es totalmente seguro e incluso más seguro que un parto hospitalario. Es el país con la menor tasa de mortalidad perinatal, mientras entre un 30 y 40% de los partos tienen lugar en el ¡propio hogar! Se aplica la cesárea en un 8 a 10% y la epidural en un 8%. Las episiotomías no superan el 10%.

¿Cómo son posibles estos datos tan sorprendentes?
En Holanda nunca se perdió la tradición de que una mujer asistía a otra durante el parto (la co-madre o la comadrona). Cuando hubo el auge del parto hospitalario, un fenómeno que se dio en todos los países desarrollados, se mantenía en este país la costumbre de dar a luz en casa en un determinado grupo de mujeres. Y les seguían asistiendo las comadronas. Estas siempre han mantenido su lugar propio en la sociedad, lo cual les ha salvaguardo de la hegemonía del estamento médico. Gracias a los propios esfuerzos de las comadronas que reivindicaban sus derechos como profesionales, se ha conseguido que hoy en día la colaboración entre comadrona y ginecólogo sea excelente y fructífera. La comadrona es la profesional del embarazo normal; acompaña a la embarazada en todo el proceso hasta el nacimiento de su bebé y la fase posterior al parto. El ginecólogo es el profesional del embarazo con complicaciones, como puede ser un embarazo múltiple o una mujer con un riesgo especial. Cada uno tiene su función.
Las comadronas trabajan generalmente en sus propias consultas (varias se agrupan para poder dar un servicio de 24 horas a sus clientes). Cuando la mujer se pone de parto, llama a su comadrona. Ella acude a su casa. El parto ¡siempre empieza en el propio hogar! Si todo transcurre favorablemente, la mujer se queda en casa, asistida en todo momento por la comadrona y tiene el bebé en la intimidad de su hogar. En la última fase del parto, o justo después de él, según la preferencia de la parturienta, acude una ‘doula’ al hogar; un tipo de asistenta/enfermera, que desde aquel momento hasta los siguientes 8 a 10 días cuidará a la nueva madre y su bebé. La doula también ayuda en las tareas domésticas, como lavar, preparar la comida, hacer la comprar, llevar al mayor al colegio, etc. De esta manera la nueva madre puede dedicarse plenamente a su bebé.
Si durante el parto se presenta algún problema, que la comadrona no pueda solucionar, la parturienta y ella se desplazan al hospital. La comadrona llama anteriormente al hospital para cerciorarse si hay plaza (sino, llama a otro centro hospitalario) y para informar al ginecólogo sobre la situación. La comadrona queda en todo momento con la mujer. Si se trata de un problema menor, es la comadrona la que termina el parto, bajo vigilancia del ginecólogo. Si se trata de una necesidad como la cesárea, lógicamente el ginecólogo tomará el relevo. En el primer caso (una intervención pequeña), la mujer vuelve a casa nada más dar a luz y es la comadrona la que lleva los controles posparto, visitándola durante varios días y vigilando tanto su estado de salud como el del bebé.
Todos estos gastos, incluidos los de la doula, son cubiertos por la Seguridad Social o seguros privados. No obstante, si la parturienta quiere irse al hospital sin que haya un motivo médico, ella misma tendrá que pagar los gastos. Numerosos estudios, llevados a cabo en los años 1980 hasta ahora, han puesto de relieve que dar a luz en el hospital sin que haya una causa que lo justifique, conlleva más riesgos para las madres y sus bebés que dar a luz en casa. Las comadronas saben como ningún otro profesional cómo animar a una parturienta en las fases difíciles del parto, conocen miles de trucos sencillos e inocuos para agilizar el proceso del nacimiento (a veces tan duro y costoso) y saben esperar con paciencia y profesionalidad. Han tenido una buena formación profesional y han asistido a partos en casa y en el hospital durante sus prácticas. Sus intervenciones son más ‘suaves’ y esto es ¡toda una ventaja! Hay que tener en cuenta que cada intervención médica, que se aplica en el hospital de forma rutinaria, con tanta facilidad y despreocupación, como la administración de oxitocina, la episotomía, la epidural, etc. tiene su efecto secundario y corta el proceso natural bioquímico que transcurre entre madre y bebé, dificultando con ello la lactancia materna, el primer contacto entre madre y bebé, la respiración del bebé etc.
Podemos concluir que la mujer en Holanda vive realmente su parto (no lo pone en manos del ginecólogo); incluso cuando debe tener lugar en el hospital, como por ejemplo en caso de gemelos, no se trata de un parto medicalizado: también en este caso se espera la evolución natural del proceso y no se interviene de forma rutinaria. Por ello sólo un 14% de los partos gemelares es por cesárea y el resto por vía vaginal. Este porcentaje aquí se eleva al 50%, ya que muchas veces se planea la cesárea como ‘medida preventiva’.
En Holanda reina la convicción de que la mujer está capacitada para dar a luz por sus propias fuerzas (y con ayuda de algún profesional). Además, se considera el embarazo y el parto como procesos sanos y no como enfermedad. La mujer no pierde su autonomía sobre su cuerpo durante el parto, ya que confía en este proceso natural. Desde pequeña ha sabido que dar a luz es algo que duele, pero que es hermoso e impactante a la vez. Se acepta el dolor como algo inherente al parto; es un dolor que tiene una función y - en contraste con otros dolores- no es señal de que algo va mal. Al contrario: advierte que el bebé está de camino y que todo va bien. El parto es para la mujer en Holanda, una manera de descubrir facetas desconocidas de ella, como su valentía, sus fuerzas, sus miedos, lo cual en si mismo es una ayuda inestimable para su nueva maternidad.
Coks Feenstra (tuvo a sus tres hijos de forma natural, dos en Holanda y uno en España).
También autora de:
El Gran Libro de los Gemelos (’99)
¡Socorro!, Mi hijo no come (2001)
El día a día con los hijos. Experiencias de una madre psicóloga. Ediciones Médici
Para más información sobre este tema:
El embarazo seguro Beatrijs Smulders, Mariël Croon
El parto seguro, de las mismas autoras. Ediciones Médici

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