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sábado, 17 de marzo de 2012

Restaurar el paradigma original

Les comparto el video (dividido en 4 partes) del documental "Restaurando el paradigma original del nacimiento". Espero lo disfruten!!







miércoles, 6 de octubre de 2010

Semana Mundial del Porteo: porqué llevo a mi bebé en brazos


Hoy empieza la semana mundial del porteo, babywearing o, en criollo, "llevar a tu bebé en brazos".
Quiero contarles un poco mi experiencia sobre el "portear" un bebé.
Con Joaqui descubrí la "kepina" cuando tenía unos 4 meses. Si bien la usamos bastante, hasta casi el año, también usó bastante cochecito.
Con Emma, en cambio, así como nunca armé una cuna, nunca armé un cochecito. Antes de que Emma naciera había leído experiencias con "foulard" o "africana", y había averiguado para hacerme mi propio foulard.
Desde que nació, me convertí en una verdadera "mamá canguro", a punto tal que a veces la gente pensaba que seguía embarazada, porque a la gorda no se le veía ni un pelo, toda acurrucada ahí dentro, en posición fetal, como si siguiera dentro de mi panza.
A medida que fue creciendo fuimos probando otros nudos: en sillita mirando hacia mí, de costado, en la espalda, y hasta sentada chinito mirando hacia adelante.
Desde que Emma nació (el sábado harán 2 años) hasta hoy solo una vez usó el paraguitas, porque había tenido que lavar el foulard, que se había ensuciado con chocolate, y justo llovió y no se había secado.
Tanto es así que la gorda ve un cochecito y para ella es toda una aventura subirse un ratito, como si se tratara de un triciclo, un autito o algo así.
Y los beneficios que yo he encontrado en el porteo son muchísimos:
- Cuando es un bebé recién nacido, duerme en el foulard y podés hacer mil cosas (lavar, tender la ropa, ordenar, barrer) porque tenés ambas manos desocupadas. Además, el movimiento los adormece todavía más.
- Se sienten seguros, calentitos, escuchan el latido de su mamá y sienten su olor. Esto ayuda a establecer mejor el vínculo mamá-bebé.
- Favorece la lactancia, ya que si tenés puesta ropa cómoda (o nada debajo del foulard, que perfectamente puede funcionar como camiseta) el bebé puede tomar toda la teta que quiera y soltar cuando esté satisfecho. Usando un foulard o una kepina podés amamantar con total y absoluta discreción.
- Es económico. Hacer un foulard no cuesta ni el 5% de lo que cuesta comprar un cochecito. Solo necesitás una tela de buen algodón en el color que quieras, de 0.7 de ancho por entre 4 y 5 metros de largo (depende de tu contextura física: más larga cuanto más alta o grandota seas), y practicar mucho los nudos.
- Es ecológico, ya que no se usan derivados del petroleo para hacer un foulard, y además la tela puede ser reciclada en sabanitas, ropita para muñecas o lo que se te ocurra cuando la dejes de usar.
- Es cómodo. No tenés que andar para todos lados cargando enormes trastos, abriendolos y cerrandolos. Podés llevar a tu bebé en foulard o kepina cuando das un paseo a pie, cuando vas en colectivo o tren, e incluso es mucho más cómodo poner un foulard o kepina en el bolso cuando vas en auto, que cargar con el cochecito en el baúl.
- Es ideal para ir a hacer compras, ya que el bebé está calentito junto a tu cuerpo, y tenés las manos libres para llevar el carrito y las bolsas de las compras.
- Podés adaptarlo a la edad de tu bebé, depende del nudo que elijas: en posición fetal para el recien nacido, con las piernitas afuera pero mirando hacia el porteador cuando son pequeñitos, en la espalda o al costado cuando empiezan a interesarse en lo que sucede a su alrededor, sentados chinito y mirando hacia el frente cuando ya se sientan solos.
Estos son solo algunos de los beneficios de hacer babywearing. Seguro que si lo practican, encontrarán muchos mas!

martes, 30 de marzo de 2010

Algunas citas que me gustan


- "Quiereme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite." - Rosa Jové

- "Para cambiar el mundo, es preciso cambiar la forma de nacer". - Michel Odent

- "Ni los hemisferios cerebrales más sabios de científicos puede producir un alimento más exacto a cada situación que los hemisferios torácicos, sus senos, de una madre alerta y atenta." - Sherlock Holmes (Jorge Diaz Walker dixit)

- "Lo malo del chupete es el cuerpo que falta detrás." - Casilda Rodrigañez

- "La violencia ejercida en cada nacimiento sigue sembrando la violencia en el mundo" - del documental "Callate y Pujá".

- "Nunca he oído a una madre que intente dar el biberón y fracase, ni que el médico le dijera: "No hay que ser fanáticos, si rechaza el biberón dale el pecho que también se cría" - Carlos Gonzalez

- "Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: Uno, raices; el otro, alas." - Hodding Carter

- "Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos." -Antoine de Saint-Exupery

- "Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños." - Khalil Gibran

- "Lo que se les hace a los niños, los niños harán a la sociedad." - Karl Menninger

- "...cuando duerme una madre junto al niño, duerme el niño dos veces
cuando duermo soñando en tu cariño, mi eterno ensueño meces" - Miguel de Unamuno

- "Durante cientos de años, lo único que hemos enseñado a los niños ha sido a respetar el poder, la autoridad y la violencia, y no a las personas." - Jesper Juul





sábado, 23 de enero de 2010

Mamás canguro


Hace unos días, en la Red Lacmat compartieron este artículo sobre el método canguro, que ha demostrado ser tan efectivo en bebés prematuros o con alguna patología.

Lamentablemente en Argentina (y según tengo entendido, por comentarios en distintas redes en las que participo, en muchos otros países como España, Chile y Mexico) este método, que consiste simplemente en NO SEPARAR A LA MAMÁ DEL BEBE, que ella sea la incubadora del niño (ya que su temperatura es perfecta para mantener la temperatura del pequeño, y el hecho de sentir el latido de la madre y su olor lo tranquiliza, además por supuesto del beneficio de la lactancia materna), este método esta muy poco difundido.

Incluso he oído de instituciones en las que supuestamente se aplica el método canguro, pero llegado el momento no se lleva a la practica.

Resulta una pena que, una vez más, la naturaleza nos de el recurso más económico, ecológico y cariñoso para cuidar a nuestros hijos y ayudarlos a sobrevivir, y nos neguemos tercamente a utilzarlo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA RUPTURA DE LA SIMBIOSIS PRIMARIA

Comparto un artículo muy bueno, que me llegó a través de Lacmat. Supongo que debe ser extraido de la pagina de Casilda.


Existe una extensa y a la vez poco conocida literatura científica acerca del efecto de la ruptura de la simbiosis primaria entre madre y bebé (por ejemplo, cuando se les separa tras el parto o cuando se deja al bebé llorar solo en una cuna). La escritora Casilda Rodrigáñez, en este ámbito, ha realizado un más que excelente trabajo de documentación y correlación de gran cantidad de datos procedentes de diferentes campos de investigación, con el objetivo de demostrar que esta ruptura constituye un eslabón fundamental en la ontogenia del hombre occidental moderno, competitivo, individualista, y con un elevado grado de desconexión con respecto a su ser interno (emociones, pulsiones básicas, miedos, etc...).
A continuación se exponen unos interesantes párrafos extraídos de su artículo La maternidad y la correlación entre la líbido y la fisiología, para que el lector juzgue por sí mismo el impacto, a nivel mundial, que tienen los hábitos de crianza primal de nuestra sociedad:
Nils Bergman explica [Restoring the original paradigm (1)] que en nuestro rombencéfalo (hindbrain) hay tres programas neurológicos, el de defensa, el de nutrición y el de reproducción; cada uno de estos programas está asociado a un paquete de hormonas y también a nervios y músculos, de manera que la activación de uno y otro programa afecta de diversos modos a todo lo que ocurre en el organismo. Estos tres programas que regulan todo el metabolismo basal de nuestros cuerpos, preveen el mantenimiento de la vida en diferentes circunstancias. (...) . Si se separa a la criatura de su madre, el programa de nutrición se cierra y se abre el de defensa; la criatura entra en un estado de alerta, y protesta mediante el llanto reclamando ser devuelta a su hábitat. La criatura separada de la madre realiza una actividad intensa quecursa con una bajada de la temperatura corporal, disminución del ritmo cardíaco y respiratorio, taquicardias y apneas, inducidas por el aumento masivo de glucocorticoides (hormonas del stress). Y si la criatura es mantenida separada de la madre durante tiempo, llorará cada vez con más desesperación, y pasará del estado de alerta al de desesperación, hasta que el cansancio le rinda. Bergman dice que llorar es nocivo para los recién nacidos; ello restaura la circulación fetal y aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y otros problemas. Hay estudios que explican que las descargas masivas de las hormonas del stress crean una toxicidad bioquímica que perjudica seriamente a la formación del sistema neurológico, pues no sólo dañan a las células cerebrales sino también la memoria y ponen en marcha una desregulación durardera de la bioquímica cerebral (2).
Bergman hizo un estudio comparando criaturas recién nacidas apegadas a la madre con criaturas separadas de la madre (3); se aseguró de que ambos grupos recibían exactamente la misma atención y cuidado y que la única diferencia era el estar o no con la madre. La tasa de cortisol, que se medía tomando muestras de saliva, era el doble en las criaturas separadas de la madre. De esta manera se comprobaba que el solo hecho de la separación produce una situación de stress en la criatura recién nacida. El aumento de la tasa de cortisol -el aumento del stress- llegaba a ser hasta de 10 veces más alta, cuando además de la separación se sometía a luces intensas, ruidos, muestras de sangre, etc. (como ha venido ocurriendo de forma rutinaria en el post-parto hospitalario de la civilización contemporánea) . Sin embargo, bastaba una hora de contacto piel con piel con la madre para que la tasa de cortisol bajara de 10 veces más a 2 veces más de lo normal. (...) .
Otro dato aportado por los estudios clínicos de Bergman es el de la regulación de la temperatura corporal de las criaturas recién nacidas. Los gráficos de temperatura de una criatura en la incubadora, muestran por un lado una falta de estabilidad: la temperatura corporal tiene subidas y bajadas; y por otro lado, que siempre está por debajo de la temperatura ambiente dentro de la incubadora, como si el cuerpo de la criatura no pudiera absorber el calor del ambiente. En cambio, cuando la criatura está sobre el cuerpo materno, las temperaturas de ambas se aparejan y son estables; la criatura absorbe el calor del cuerpo materno. Entre madre y criatura hay una sincronía térmica. Además, la media de la temperatura no estable en la incubadora es inferior a la temperatura media sobre el cuerpo de la madre.
Otro estudio realizado con hombres y mujeres, madres y no madres, daba el siguiente resultado: el torso de una madre tiene 1ºC de temperatura más que el de cualquier otra mujer u hombre. Pero si la criatura tiene la temperatura baja, la madre sube la suya hasta 2ºC con el fin de calentarla; y si por el contrario la temperatura de la criatura es alta, la madre baja 1ºC la suya para enfriarla. Esto es una prueba de regulación mutua y de la sincronía fisiológica de la pareja madre-criatura, parejas a la interacción de sus pulsiones libidinales.
La sincronización corporal se hace evidente de manera abrumadora en la fisiología del amamantamiento. La composición de la leche que la madre produce no es siempre la misma, siendo la criatura apegada a la madre quien controla y determina las variaciones (...) .
Bergman dice que la criatura en la cuna o en la incubadora está en un "modo de supervivencia" (survival mode), a la espera de volver a su hábitat, sobre el cuerpo de la madre; el descenso de la temperatura corporal posiblemente sea un medio de defensa para ahorrar energía en espera de volver al percho de su madre. Por eso llora: para llamar la atención y que su madre le vuelva a poner en su sitio, poder cerrar el programa de defensa y abrir el de nutrición y recuperar el "modo de desarrollo" (grow mode). .
Según estas investigaciones, los valores de referencia considerados "normales" en pediatría (temperatura, ritmo cardíaco y respiratorio, etc.) están equivocados, puesto que se han tomado como tales los valores de las criaturas recién nacidas fuera de su hábitat normal, en un estado de alerta y de stress. Bergman asegura que deben ser re-evaluados (3). Estamos pues ante la misma situación que refería Michel Odent sobre el parto hospitalario, tomando como "normales" las mediciones fisiológicas en una situación irregular. (...)
Hay muchos estudios que muestran que la falta de madre origina diferentes trastornos psicológicos así como la violencia criminal. Bergman se refuere a otro estudio publicado también por A.N. Schore (4) y asegura que las complicaciones que suceden durante el nacimiento afectan a la personalidad, a la capacidad relacional, a la autoestima, y a los esquemas de comportamiento a lo largo de toda la vida. Si a ello se le añade el rechazo de la madre y la ausencia unión con la madre ("bonding"), podemos constatar una fuerte correlación con un comportamiento criminal y violento. La creación de nidos en los hospitales y el aumento de la frecuencia de las separaciones precoces de la madre son correlativos a los problemas de vinculación afectiva, al abandono de la madre, y al aumento de comportamientos adictivos (necesidades orales del bebé no satisfechas) .
Esto puede ayudar a entender la afirmación de Michel Odent (5) de que la mejor estrategia para obtener una persona agresiva es separarla de la madre en su más tierna infancia; así como otros estudios realizados sobre la correlación entre separación de la madre y desarrollo de una persona violenta, entre ellos el muy importante trabajo de JW Prescott que deja patente la relación entre la falta de placer corporal en las criaturas pequeñas y los orígenes de la violencia (6). Margaret Mead también realizó un estudio similar en diferentes tribus, que desconozco, pero que cita Carlos Fresneda (7). No olvidemos tampoco lo que hacían los espartanos de la Grecia post-micénica de tirar a los bebés al suelo para obtener buenos guerreros de los que sobrevivieran al trauma. (...) .
Allan Schore y sus colaboradoras (4) han comprobado que la criatura separada de la madre puede pasar del stress (hipervigilancia) a la desesperación y de la desesperación a un estado de desconexión (disociación) para dejar de sufrir.
En la hipervigilancia, el sistema nervioso simpático se activa fuertemente y de forma brusca, con un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, del tono y de la vigilancia; la angustia de la criatura se manifiesta con llanto y alaridos... este estado frenético de angustia, que Perry llama "miedo-pánico" , se conoce como una estimulación ergotrópica.. . con secreción de tasas excesivas de las principales hormonas del stress... que se producen en un estado hipermetabólico del cerebro.
La disociación es el estado de reacción subsigui ente a la respuesta al terror, con embotamiento y retraimiento; es un estado de conservación y de repliegue, una respuesta del parasimpático que sobreviene en situaciones en las que la persona no tiene ni ayuda ni esperanza, una respuesta utilizada a lo largo de la vida, por la cual el individuo se desconecta para "conservar su energía", una conducta peligrosa de supervivencia en la que el individuo finge estar muerto; en este estado pasivo de profunda desconexión, la tasa de opiáceos endógenos es alta, lo que produce ausencia de dolor, inmovilidad einhibición de gritos de angustia. El tono vagal aumenta considerablemente con una bajada de la tensión sanguínea y del ritmo cardíaco (...) en este estado, desde el cerebro de la criatura, tanto los componentes del sistema simpático que consumen energía, como los del sistema parasimpático economizador de energía se activan (...) provocando alteraciones bioquímicas caóticas, un estado de toxicidad neuroquímica para el cerebro de la criatura en plenocrecimiento.
Es preciso, pues, informar sobre lo que puede significar el dejar llorar a una criatura "hasta que se calle", "para que aprenda", etc. Porque quizá al principio se calle por cansancio físico y se duerma (una primera reacción de supervivencia) ; pero si se repite a menudo, lo que se hace es empujar a la criatura del estado de desesperación a estados de desconexión que se manifestarán en una amplia gama de síntomas autistas u otros, más o menos graves. Si el amor mantiene la salud, el desamor enferma. Dejar llorar a una criatura es un gran acto de desamor. . (...)
La separación madre y criatura produce, con palabras de Bergman, un impacto de por vida (a lifelong impact). Pues bien, este impacto fisiológico y neurológico que ahora se está poniendo en evidencia, fue observado y descrito hace ya más de 30 años por Michael Balint en el análisis psíquico; lo llamó "Falta Básica" (8).
Aquí también el paralelismo de lo psíquico y lo somático es un chorro de luz que alumbra la integridad y la unidad psicosomática de las criaturas humanas. No puedehaber impacto fisiológico sin impacto psíquico y viceversa. .
Como decía, tras cincuenta años de práctica psicoanalista, Balint encontró de modo generalizado en sus pacientes, en la parte más primaria de la psique, por debajo de la construcción edípica, una herida, falta, o falla, producida por la ruptura del primary love. Sobre esta herida, dice: su influencia se extiende ampliamente, y es probable que se extienda a toda la estructura psicobiológica del individuo y abarque en varios grados tanto su psique como su cuerpo. Ahora la descripción fisiológica del survival mode y el programa de defensa regulado por las hormonas del stress, así como los recientes hallazgos de la neurobiología mencionados, ratifican la descripción de las características de la herida primaria hecha desde el psicoanálisis. .
Balint asegura que la herida psíquica de este impacto alienta una gran ansiedad y se mantiene altamente activa toda la vida. Por eso, a lo largo de nuestras vidas, cuando se produce una alteración o cuestionamiento del equilibrio emocional edípico, con el que hemos arropado la herida y sobre el que hemos construido nuestro "ego" (el ejemplo más común es la ruptura de una pareja estable), se nos queda la herida al descubierto y aflora la ansiedad que mana de la Falta Básica. La ruptura de la pareja adulta no cuestiona nuestra existencia, ni tendría por tanto que provocar un sentimiento de angustia tan fuerte; pero la ruptura de la pareja con la madre sí significó un cuestionamiento de nuestra existencia. Esto quiere decir que el miedo y la ansiedad que afloran en la edad adulta provienen de la herida primal (que aunque enterrada se seguía manteniendo "altamente activa") que ha quedado al descubierto, provocando alteraciones graves en el comportamiento, violencia criminal, etc.

Casilda Rodrigáñez

Referencias:
1: Bergman, N. Restoring the original paradigm es un documental que contiene una información muy completa sobre el paradigma maternal. Existe otro documental más corto : Rediscover the natural way, que está traducido al castellano y que se puede conseguir pidiéndolo a : encargos.libros@ laligadelaleche. org En http://www.kangaroo/ mothercare. com/ se puede pedir el Restoring the original paradigm y descolgar varios textos, los estudios clínicos de Bergman en Mowbray Hospital de Cape Town, etc..

2: Lloyd de Mause. The neurobiology of Childhood and History y War as righteus Rape and Purification, citados en "El llanto infantil y el cerebro". http://www.dormirsi/ nllorar.com/ y http://www.psycohis/ tory.org/.

3: Bergman, N. Le portage kangaroo. VI éme Journée Internationale de l`Alaitment. París, marzo 2005. .

4: Schore, AN. The effects of early relational trauma on right brain development, affect regulation, and infant mental health. Infant Mental Health Journal 2001; 22(1-2): 201-269.

5: Odent, M. Boletín del Primal Health Research Centre (http://www.primalhe/ alth.org/). También desarrollado por Odent en I Congreso Internacional sobre Parto y Nacimiento en Casa, en Jerez de la Frontera, oct. 2000, y recogido en el libro La cientificació n del amor. Ed. Creavida, Argentina, 1999. .6: Prescott, JW. Body Pleasure and the Origins of Violence. Bulletion of the Atomic Scientist 1975. Está disponible la traducción del artículo al castellano en internet en esta dirección: http://www.violence/ .de/prescott/ bulletin/ article-es. html Es de notar que existe un importante error de traducción en la tabla 1 del artículo: Donde dice “bajo bienestar” en el original pone "low display of wealth", algo así como “escasa exhibición u ostentación de riquezas"..

7: Citado por Carlos Fresneda en Las raíces afectivas de la inteligencia. El Mundo, 22.09.2003.

8: Balint, M. La Falta Básica. Paidós, Barcelona 1993. 1ª publicación: Londres y Nueva York 1979.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Newsletter de Laura Gutman del mes de Noviembre

El mundo desde el punto de vista del niño
La evolución desde la dependencia física y emocional absoluta hacia una independencia relativa, es un tránsito muy prolongado....de casi veinte años. El camino que tenemos por delante es enorme. Y eso, todos los niños lo sabemos. También sabemos que necesitamos la asistencia de un adulto para que medie entre el mundo y nosotros.
Por ejemplo, si aún no tenemos capacidad para caminar, alguien nos tiene que prestar sus piernas. Eso significa que esperamos estar siempre, siempre, siempre, en brazos de alguien que camine. Y cuando logramos la marcha....que es un éxito significativo, de todas maneras continuamos necesitando caminar con las piernas de otro. Y mientras no contemos con el lenguaje verbal, esperamos que alguien nombre nuestras sensaciones, nuestra hambre, nuestro dolor de panza. Hasta que alguna vez nosotros mismos podamos nombrar cada cosa.
Sin embargo, con frecuencia, no encontramos piernas que caminen nuestro andar, ni brazos que nos otorguen movimiento, ni palabras que canten nuestras canciones. Lo más grave no es el desencanto, sino el peligro en el que efectivamente estamos. Librados a los depredadores, lloramos con desesperación. Pero en lugar de ser comprendidos, llamativamente, somos desestimados. Algo que ninguna otra especie de mamíferos haría: desestimar el llamado de la cría. En estos casos, cambiamos las estrategias del llamado: probamos enfermando. Lamentablemente obtenemos respuestas sobre la enfermedad, pero no en relación a nuestro ser interior. En ese punto, los niños ya no sabemos cómo explicar que necesitamos desesperadamente la presencia y la mediación de un adulto autónomo. También probamos adaptándonos. Es decir, inventamos que no necesitamos eso que necesitamos. Que hayamos sobrevivido disminuyendo las demandas, significa que hemos relegado a algún lugar sombrío las necesidades básicas que no han sido satisfechas. Pero éstas no desaparecen. Sólo desaparecen para la conciencia. Cuando cumplimos tres años, ya comprendemos fehacientemente que no podemos llorar como un bebé recién nacido, a los seis años mucho menos. Aprendemos a pedir sólo aquello que los adultos están dispuestos a escuchar. Así nos alejamos de nuestras almas en pena. En ese mismo instante, hemos perdido para siempre la sabiduría de la infancia.

miércoles, 22 de abril de 2009

¿Y por casa cómo andamos?



¿Llegar a casa cada noche es un desafío? ¿Se convierte en rutina el hecho de enfadarnos una y otra vez con nuestros hijos? ¿Nos invaden las mismas broncas y no encontramos salida? ¿Cómo organizar una dinámica más alentadora? Cuando nos imponemos retos inalcanzables y no logramos colmar nuestras expectativas… sin darnos cuenta, desviamos esas esperanzas hacia los demás, convirtiendo en exigencias desmesuradas lo que posiblemente nosotros mismos no somos capaces de asumir.

Todos esperamos que nuestros hijos respondan a nuestros deseos: Que sean responsables, que estudien, que sean bondadosos, que respondan con amabilidad, que ayuden en casa, que sean solidarios, que sean pulcros, en fin, que sean perfectos. Pero esas expectativas son tan improbables como ridículas, no porque los niños o adolescentes no puedan ser poseedores de estas cualidades, sino porque posiblemente ellos no comparten la importancia que nosotros le otorgamos a cada una de estas supuestas virtudes. Y además porque en muchos casos, nosotros tampoco alcanzamos esos niveles de excelencia, puntualidad o rectitud.

Desviar expectativas personales, generalmente de modo no consciente, significa que esperamos que los demás hagan, comprendan, respondan y accionen según nuestras necesidades. Si nuestra vida es caótica, es posible que nos obsesionemos con el orden en casa, pretendiendo que nuestros hijos nos satisfagan y sobre todo que sientan lo mismo que nosotros: la necesidad de tener todo bajo control. Ese es el inicio del conflicto: ellos “no sienten” la urgencia por tener sus objetos personales en orden, en cambio nosotros “sentimos” que si reina el caos en nuestra casa, ya no podremos superar el desconcierto interno. Claro que todo esto sería más tolerable si comprendiéramos que se trata de necesidades diferentes, no de falta de respeto de los niños o adolecentes hacia nosotros.

¿Qué podemos hacer para disminuir los enfados innecesarios y para ayudar a crear un clima de convivencia más amable?

En primer lugar, otorguémonos un minuto de silencio. No para convertirlo en un acto sagrado, sino apenas para obtener unos instantes personales y poner nuestros pensamientos en orden. Es impresionante lo que podemos lograr con un solo minuto de silencio: No nos abalanzaremos furiosos sobre lo que el niño o el adolescente han hecho mal. No gritaremos. No liberaremos furias personales. Es decir, observaremos que habrá sido un muy buen primer paso el hecho de calmar nuestra descarga emocional, que es nuestra y que no tiene que ver con lo que los demás hicieron o no.

En segundo lugar, después de habernos tranquilizado y haber entrado en sintonía con nosotros mismos, observémonos y veamos qué vemos. Si estamos molestos, cansados, agobiados, nerviosos o malhumorados. Entonces reconozcamos que eso es lo que nos pasa.
Que nuestra tolerancia está al límite y que quisiéramos ir a dormir y no tener que ocuparnos de nadie.

En tercer lugar, nombremos eso que nos pasa. Podemos explicar con palabras sencillas a los niños o jóvenes que estamos muy cansados, o que tuvimos tal o cual problema, o que tenemos que resolver algunas cuestiones de trabajo o temas familiares pendientes o lo que sea que nos tiene preocupados. Eso nos otorga a todos un panorama sobre cómo están las cosas. Posiblemente el hecho de relatar cómo estamos habilite que otros puedan también contar lo que les pasa. Tal vez uno de los niños tenga una excelente noticia de la escuela, o por el contrario arrastre alguna dificultad difícil de asumir. En ese contexto, donde decimos lo que sucede…todos nos volvemos solidarios. Si la casa está desordenada y nosotros necesitamos cierto orden para sentirnos un poco mejor, podemos hacer ese pedido que seguramente será escuchado porque estamos hablando desde el corazón. Y sobre todo porque los niños también se sienten escuchados, aunque quizás no podamos responder en ese preciso instante a sus requerimientos.

En cuarto lugar, recordemos que quizás hoy no, pero mañana o pasado mañana, o alguna vez, nos corresponderá llegar a casa de buen humor y disponibles para observar a nuestros hijos y reconocer todo lo que ellos sí hicieron a favor de nuestros pedidos. Recordar todas las veces que sí estudiaron, que sí ordenaron, que sí se bañaron sin que les digamos una y otra vez que debían hacerlo. A todos nos gusta ser reconocidos. Está claro que nuestros hijos van a sentirse más reconfortados cuando las palabras de sus padres sean alentadoras y llenas de orgullo.

En quinto lugar, aceptemos aquello que nuestros hijos no toleran en nosotros. Una y otra vez se quejarán de que no los escuchamos, que somos prehistóricos o incluso autoritarios, que no los comprendemos, que no los defendemos, y que el mundo ahora funciona de otra manera. Es evidente que hay aspectos donde nosotros les fallamos a nuestros hijos.

Por último, tengamos en cuenta que si seguimos jugando el juego de “quién tiene razón” (los grandes tenemos razón y por otro lado los niños tenemos razón), constataremos que tener razón no nos sirve para nada. Porque no logramos convivir en armonía. No estamos bien. Dejemos de esperar de nuestros hijos aquello que nosotros mismos no podemos instaurar en nuestra vida cotidiana.

Laura Gutman

viernes, 17 de abril de 2009

En España, una marca de colchones muestra en su publicidad un parto en casa

Me ha parecido una publicidad hermosa, y no quería dejar de compartirla con ustedes.



Imperdibles los comentarios que pueden leer aquí, porque más allá de si aceptaríamos o no dinero para que hagan un comercial con nuestro parto, yo me pregunto: hubiera habido tanto alboroto si hubiera sido un parto hospitalario? O es que estamos tan acostumbrados a la medicalización del parto que en ese caso ni nos hubieramos planteado la cuestión de la retribución económica?
Vale la pena también comparar este parto en casa con este otro, de Coca Cola:



Mas allá de lo emotivo que resulta el viejito, verdad que hay una gran diferencia entre un parto en casa, con tu marido, tu hijo y tu partera, que un parto hospitalario, con médicos, enfermeras, vía, oxigeno y terminar con tu bebé en una cuna a metros tuyo?

Ojalá en Argentina tener un parto en casa pronto sea tan normal que tambien se muestre en publicidades.

viernes, 10 de abril de 2009

SALIR DE MATRIX

Seguramente muchos de ustedes habrán visto la famosa trilogía de los hermanos Wachowski, con Keanu Reeves, en la que básicamente, lo que se plantea es un cambio de paradigma sobre lo que uno consideraba como realidad incuestionable.
Cuando participaba del foro de Crianza Natural (CN) una forera empezó a utilizar el término “salir de matrix” para referirse al cambio del paradigma en la crianza, y este expresión resultó tan acertada que se sigue usando en este foro y en otros, como el de la Asociación Criar con el Corazón (ACC).
El paralelismo es sencillo: así como Neo debía elegir entre una pastillita roja y una azul para poder conocer la verdadera realidad del ser humano, o seguir viviendo engañado, de la misma manera en algún punto de la crianza de nuestros hijos nos encontramos con alguien que nos muestra una forma distinta de ver el embarazo, el parto y la crianza, y está en nosotros continuar con el modelo patriarcal que hemos recibido, o dar un giro de 180 grados y encarar otra forma de vivir la gestación, dar a luz y educar a nuestros hijos, basada en el apego y el respeto.
Sin embargo, que el paralelismo sea sencillo no significa que la elección también lo sea, por varios motivos.
En primer lugar, la mayoría de nosotros venimos de una crianza cuyo eje estaba puesto en las necesidades de los adultos, y que los niños nos adaptáramos a ellas. La mayoría de mi generación viene de la cultura del biberón, de la escolarización temprana, del “porque lo digo yo que soy tu madre” y de “en mi casa se hace lo que yo digo y punto”.
No hemos sido respetados, ni escuchados, y tenemos una gran carencia de maternaje, que hoy se refleja en nuestros ataques de pánico, nuestras adicciones y nuestras compulsiones (sobre estos temas les aconsejo la lectura de los libros de Laura Gutman).
Elegir una crianza distinta para nuestros hijos implica reconocer esas carencias, abrazar a nuestro niño interno que aún llora desamparado, y lo que más cuesta, volver a postergarnos para no postergar a nuestros hijos. Es duro y es difícil, y no todos están dispuestos a emprender el cambio, aunque algo dentro les grite que deben hacerlo. Es un camino en el que hay que trabajar día a día, porque es fácil que a la primera dificultad (o a la segunda, o a la tercera) perdamos la paciencia y caigamos en los modelos que llevamos aprehendidos por generaciones, gritando a nuestros hijos, pegándoles un chirlo en la cola o simplemente no escuchando sus necesidades para enfocarnos en las nuestras propias.
Es difícil también porque la sociedad va en contramarcha de este tipo de crianza, por lo que los que elegimos el camino del amor y el respeto a menudo somos acusados de blandos y de dejarnos manipular por nuestros hijos (ni hablar de las acusaciones de falta de responsabilidad y las predicciones de todo tipo de desgracias que tenemos que escuchar quienes hemos optado por un parto en casa).
En mi caso particular, la pastillita roja que mi hizo salir de matrix, juntamente con los foros de CN primero, y ACC después, fueron los libros “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de Laura Gutman, “Besame mucho”, de Carlos Gonzalez, y “La represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente”, de Casilda Rodrigañez (quizás el de más dificil lectura, pero imprescindible para quienes quieran emprender esta aventura).
Otra de las cosas que trae aparejadas este cambio de mentalidad es el tener que asistir impavida a ciertos comentarios y sucesos.
Vengo de una familia con una crianza sumamente ortodoxa y patriarcal, donde lo que dicen los padres no se discute, y las necesidades de los niños están siempre supeditadas a las necesidades del adulto. Por lo tanto, no es difícil imaginar que mi forma de encarar el parto y crianza de mis hijos me ha granjeado muchas discusiones, y como ya he caído en la cuenta de que mi opinión no importa y hasta molesta, he optado por no hablar más. Al fin y al cabo, ellos ya saben como pienso.
Un par de días atrás, una ex compañera de colegio a quien reencontré en este mundo cibernético hace muy poquito me decía, asombrada, que no entendía como yo, la hija de un medico, había llegado a tener un parto en casa. La respuesta es: porque salí de matrix. Porque en algún momento, cuando Joaqui era muy chiquito, algo me hizo click. Sentí que no quería continuar con el modelo de crianza y educación que yo había recibido. Sé que mis padres hicieron lo mejor que pudieron, de acuerdo al resto emocional que tenían por la forma en que ellos mismos fueron criados. Pero no quiero repetir ese patrón con mis propios hijos.
Hace muy poquito asistí a una reunión familiar. En ella había una mujer (amiga de un familiar mío) embarazada, ya casi a punto de parir. En un momento, alguien le pregunta donde iba a tener a su bebé, y esta mujer nombra a un renombrado sanatorio de la Capital Federal (con nombre en latín). Entonces una de mis familiares le dice “Yo tuve a mi hijo ahí, es bárbaro, se llevan al bebé toda la noche!!”. A continuación, tuve que escuchar como el resto de las mujeres presentes alababan la clínica con frases como “La hotelería no es muy buena, pero no te joroban para nada” o “Es la única en Buenos Aires que respeta a la madre” (yo pensaba: y quien respeta al bebé?). No dije nada.
Pero esto me llevó a pensar, que alejados que estamos en esta sociedad de nuestros instintos, si una madre puede estar eligiendo el sanatorio para parir, ya no en función de la calidad médica o el confort del lugar, sino en función de que se lleven al bebé, recién nacido, para que “no moleste”.
Excede mi capacidad de asombro que una madre a punto de parir no se detenga a pensar, al menos por un segundo, que el niño que lleva en su vientre pasará su primer noche en este mundo lejos de lo único que conoce: el calor, el olor, la voz y el latido de su madre. Que no le duela imaginar a su bebé solo, en una habitación donde una decena más de bebés lloran, en medio del vértigo de encontrarse solo en una cuna, y donde lo único que encontraran, con suerte, sea una mano fría que les de una mamadera de suero glucosado y les cambie el pañal como quien hace el repulgue de una empanada.
Esas personas viven en matrix. Eligen no ver. Eligen no escuchar. Eligen no sentir.

sábado, 14 de marzo de 2009

La frustración innecesaria en la infancia

Artículo de Yolanda González


Vivimos en una Sociedad, donde desde la más tierna infancia, se nos enseña a soportar la frustración.


Existe la creencia generalizada, de que si no hay frustración marcada por los adultos, los bebés y los niños-as, no logran tener ningún límite a su demanda (“perversos polimorfos”) y como consecuencia, devienen en sujetos anti-sociales y no adaptados.


Hemos aceptado, que la vida es dura y cruel. Y nuestros hijos deben prepararse para afrontarla cuanto antes. Es por ésto, que desde que son bebés, recibimos consejos permanentes sobre cómo evitar que nuestros hijos se malcrien: "No lo cojas en brazos" "No atiendas a su llanto, que primero te piden la mano y luego te toman el brazo". "No transijas, pues se subirán a las barbas". Tantos y tantos tópicos, con el único objetivo de que esos bebés, ávidos de contacto epidérmico, de mirada amorosa, de empatía profunda, vayan aprendiendo a través de la frialdad, a ser "Duros", que no fuertes.


Poco a poco, la sociedad nos transmite que debemos acorazarnos. Con una coraza rígida e insensible ante el dolor de los otros "porque la vida es así". Poco a poco, nos distanciamos de nuestro instinto protector, y de nuestro sentido común, para ser máquinas que responden al sistema, con sumisión. Aceptamos las normas, aunque sean irracionales, y formamos parte del engranaje.


¿Qué hemos olvidado? ¿Qué confundimos cuando hablamos de límites, educación, autoridad, frustración...?.


Olvidamos que ese bebé y ese niño, tiene una innata capacidad, para SENTIR mejor que nosotros-as cuáles son sus necesidades más imperiosas. Olvidamos que, siguiendo a manuales o recomendaciones que dinamitan el sentido común (el más escaso de los sentidos), violentamos el proceso natural de autonomía y auto-estima, que se forma tan sólo desde el respeto a sus necesidades básicas. Tan sólo una respuesta sensible y empática a sus necesidades primarias, garantiza un desarrollo psicoafectivo saludable.


JAMAS, debemos de frustrar las necesidades afectivas. ¿ A quién le ha hecho daño un abrazo, una mirada cálida o una presencia en los momentos de mayor necesidad? A quién le hace daño el amor?


Confundimos la frustración de necesidades culturales, con la frustración de las necesidades afectivas. La única frustración saludable, es la que frena el sinsentido del consumismo.


Consumismo de la Tv. no constructiva. De los dulces excesivos. Sabemos que comprar y comprar, tapona en pequeños y mayores, grandes lagunas y ausencias afectivas. Y la sociedad no limita, sino fomenta estas necesidades vacías.


Estas y no las otras, son las necesidades secundarias o culturales que debemos aprender con inteligencia y amor, a limitar.


Muchos pediatras, autores, vecinos, cuestionan la lactancia natural prolongada. Y la justifican desde psicologizaciones y teorizacíones, sin ningún fundamento. Sin ningún seguimiento práctico y directo de bebés, que de forma sólida, permita realizar dichas afirmaciones. Y en los casos que se acompañan de observación, lo observado responde generalmente a lo "normal" y estadístico para la sociedad actual , ignorando y desconociendo lo que pudiera ser "lo sano". Intentan imponer con sus criterios, lo que hace la mayoría, sin cuestionar, si esos criterios generan felicidad o infelicidad, salud o normalidad.


Frustrar la necesidad del pecho a demanda y la necesidad de la lactancia prolongada (en los casos que así se decida, o en su defecto un biberón dado con contacto y amor) , es negarnos una experiencia esencial en la vida:


Porque, conocer el placer y el amor, es la mejor prevención de trastornos psicosomáticos posteriores. Permitir que el bebé, explore cuáles son sus necesidades y que el medio se las posibilite, es lo que crea confianza y seguridad en la vida.


Es lo que posibilita el vínculo. El apego seguro.


Los padres, y el profesorado están a veces muy desorientados con tanto bombardeo informativo y contradictorio.


Es por ello muy importante, desarrollar la capacidad de empatizar con nuestros bebés ya desde el embarazo, para que el continuum de relación, ese " hilo mágico" como me gusta llamarlo y que algunos padres y madres percibimos desde el nacimiento hasta la autonomía de nuestros hijos, sea el mejor antídoto ante tantas influencias nefastas en el desarrollo saludable de la primera infancia.-


Ese "hilo mágico", se llama VINCULO, y su base es la confianza, la seguridad y sobre todo el AMOR, del bueno.

viernes, 20 de febrero de 2009

Y seguimos con el babywearing...

Les dejo un video excelente de la Red Canguro, que me recomendó Lili, donde se puede ver perfecto como poner al bebé en la posición canguro en la espalda. Parece difícil, al principio uno se siente muy inseguro, pero es un nudo excelente para poder llevar al bebé mientras hacemos las cosas de la casa!!


miércoles, 18 de febrero de 2009

Babywearing


Cuando Joaqui tenía unos 4 meses, descubrí el fantástico mundo de las quepinas. A partir de ese momento, el cochecito comenzó a juntar polvo, solo lo usaba la bisabuela de Joaqui para sacarlo a pasear.
Poco a poco descubrí el mundo del "babywearing": quepinas o "wawitas", rebozos o fulares, mei-tai, con nudos, con correas o con anillos...
Un tiempito antes de que nazca Emma me compré 4,50 mts de tela y la bisabuela de los chicos nos hizo el rebozo. Los primeros meses, lo usamos en posición "canguro", la gorda se pasaba el día ahí dentro, durmiendo como si jamás hubiera salido de la panza, y cuando salía a la calle la gente pensaba que aún estaba embarazada.
Un día, en una heladería, un chiquito le dijo a su papá, mirandome: "Papi, ese bebé está naciendo!!"... es que, lamentablemente, esta forma de llevar a nuestros hijos aún es poco común en Argentina...
Ahora Emma tiene 4 meses y medio, y hemos empezado a usar la posición "canguro en la espalda". Así hago todas las tareas de casa: armo las camas, pongo el lavarropas, tiendo la ropa limpia y descuelgo la ropa seca, barro, y a veces hasta cocino... Emma observa atentamente, desde mi espalda, cada movimiento, mientras yo le voy contando qué estamos haciendo, o se queda profundamente dormida y se hecha una buena siesta.
El babywearing cambió nuestra vida: ya no hay que cargar pesados cochecitos, no hace falta plegar ningún paraguitas para subir a un colectivo, tengo mis dos manos libres para llevar bolsas o para ir de la mano con Joaqui, y mi hija no tiene que llorar para que yo pueda ocuparme de otras labores hogareñas.
Favorece el apego, y le da seguridad al bebé, que está permanentemente en contacto con el cuerpo de su mamá, con su calor, con su olor...
Además de las fotos de nuestro babywearing, les dejo este maravilloso video que me recomendó Christine. Si bien no entiendo el idioma (alemán?), no hace falta entender las palabras, solamente ponerse en la piel de ese bebé llevado en cochecito o ese otro, que va en la espalda de su mamá...

domingo, 4 de enero de 2009

Newsletter de Laura Gutman del mes de Enero


Maternar y trabajar


Solemos creer que maternidad y trabajo son incompatibles. Sin embargo no importa si trabajamos o no. Importa saber si logramos fundirnos en las necesidades de los niños pequeños en relación al contacto corporal, el cobijo, la lactancia, los brazos disponibles, la mirada, la quietud y la presencia durante las horas que sí estamos en casa, incluyendo la noche. Siempre es posible seguir trabajando, si es nuestro deseo o nuestra necesidad, sin que el niño tenga que pagar los precios del abandono emocional. Con frecuencia utilizamos el trabajo como refugio y excusa perfecta para no someternos al vínculo fusional con los hijos. En cambio otras veces nos lanzamos a ese misterioso universo sin tiempo y sin bordes que es el contacto corporal permanente con los niños pequeños, sabiendo que esa hazaña es invisible a ojos de los demás, y que en ese territorio no recibiremos reconocimiento ni apoyo.


El problema no es el trabajo. El problema es la vuelta a casa. Pensemos cuántos minutos por día le dedicamos -de verdad- a la satisfacción pura de nuestros hijos traducida en piel, olor, leche, fluidos, abrazos y palabras llenas de sentido.


Cuando regresamos a casa, el niño que ya nos ha esperado con infinita paciencia siente que, ahora sí, ha llegado la hora de estar con mamá. A partir de ese momento merece ser resarcido, colmado de caricias, tiempo, abrazos y sonrisas y también merece recibir respuestas a sus reclamos legítimos ya que ha esperado estoicamente el regreso de su madre. Si somos capaces de delegar todo lo demás una vez que hemos regresado a casa, si comprendemos que no hay nada urgente más que nutrir a nuestro bebe de caricias y leche, entonces el trabajo no será un obstáculo para el vínculo amoroso entre la madre y el niño.


miércoles, 26 de noviembre de 2008

La importancia de la fase "en brazos"



Extraído del libro "El concepto del continuum", de Jean Liedloff



Durante los dos años y medio en los que estuve viviendo con los indios de la edad de piedra en la jungla de Sudamérica (no todos seguidos, sino en cinco expediciones separadas con mucho tiempo entre ellas para reflexionar), pude darme cuenta de que la naturaleza humana no es lo que se nos ha hecho creer que somos. Los bebés de la tribu de los Yecuana, más que necesitar paz y sosiego para dormir, dormitaban embelesadamente cuando se sentían cansados, mientras que los hombres, mujeres o niños que los acarreaban, bailaban, corrían, andaban, gritaban o impulsaban las canoas. Los niños jugaban juntos sin pelearse o discutir, y obedecían a los mayores instantánea y diligentemente.
La idea de castigar a un niño aparentemente nunca se les ocurrió a esa gente, ni su comportamiento mostró nada que pudiera llamarse verdaderamente permisividad. Ningún niño habría soñado en interrumpir, incomodar o ser mimado por un adulto. Y, sobre los cuatro años, los niños contribuían más en las tareas de la familia que lo que precisaban de ella.
Los bebés en brazos casi nunca lloraban y, de una manera fascinante, no movían sus brazos, protestaban, arqueaban su espalda ni flexionaban sus brazos o piernas. Se sentaban tranquilamente en sus bandoleras o dormían en la cadera de alguien, desmintiendo el mito que los niños deben “hacer ejercicio”. Además, nunca sufrían de vómitos, excepto si estaban muy enfermos, y no tenían cólicos. Cuando se asustaban durante los primeros meses de gatear o andar, no esperaban que nadie fuera hacia ellos, sino que iban por sí mismos hacia su madre u otros cuidadores para confirmar la necesidad de sentirse seguros antes de continuar sus exploraciones. Sin supervisión, incluso los más chiquitines casi nunca se hirieron.
¿Es su “naturaleza humana” distinta a la nuestra? Algunos piensan que así es, pero, por supuesto, sólo hay una especie humana. ¿Qué podemos aprender nosotros de la tribu de los Yequana?


Nuestras Expectativas Innatas




Inicialmente, podemos intentar comprender completamente el poder de formación de lo que yo llamo la fase de “en brazos”. Empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor.
Al principio, meramente observé que la experiencia de ir en brazos tenía un impresionante efecto saludable en los bebés y que no había ningún “problema” que arreglar. Sus cuerpos eran suaves y se adaptaban a cualquier posición que fuera adecuada para sus porteadores; incluso algunos de ellos se colgaban en la espalda mientras los agarraban por la muñeca. No pretendo recomendar esta posición, pero el hecho de que es posible demuestra la extensión de lo que constituye el confort para un bebé. En contraste a este ejemplo, tenemos el desesperado desconfort de los niños acostados cuidadosamente en un moisés o cochecito, suavemente arropados, y dejados ir, rígidos, con el deseo de asirse a un cuerpo vivo que, por naturaleza, es el lugar correcto. Es el cuerpo de alguien que “creerá” en sus lloros y consolará sus ansias con brazos amorosos.
¿Por qué la incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia, se nos enseña en no confiar en nuestro instinto. Se nos dice que los padres y los profesores saben más y que cuando nuestras sensaciones no coinciden con sus ideas. Nosotros debemos estar equivocados. Condicionados para no confiar o amargamente ignorar nuestros propios sentimientos, resulta fácil convencernos para no creer en el bebé que llora diciendo: “¡Deberías tomarme en brazos!” “¡Yo tendría que estar cerca de tu cuerpo!” “¡No me dejes!” En su lugar, denegamos nuestra respuesta natural y seguimos la moda instaurada, dictada por los “expertos” en cuidados infantiles. La pérdida de confianza en nuestra experiencia innata nos deja leyendo un libro detrás de otro viendo como cada nueva idea falla.
Es importante entender quiénes son los expertos en realidad. El segundo mayor experto en cuidado infantil que existe está dentro nuestro, tan seguro como que reside en cada especie superviviente que, por definición, debe saber cuidar a su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé, programado durante millones de años de evolución para mostrar su propio temperamento mediante sonidos y acciones cuando el cuidado no es correcto. La evolución es un proceso de refinamiento que ha afinado nuestro comportamiento innato con magnífica precisión. La señal del bebé, la comprensión de esta señal por la gente que lo rodea, el impulso a obedecerla, son todo partes del carácter de nuestra especie.
El presuntuoso intelecto ha mostrado estar pobremente equipado para adivinar los auténticos requerimientos de los bebés humanos. La pregunta a menudo es: ¿Debería tomar al bebé cuando llora? ¿O debería dejarle llorar durante un rato? ¿O debería dejarle llorar para que así el niño sepa quien es el jefe y no se convierta en un “tirano”?
Ningún bebé estará de acuerdo con ninguna de estas imposiciones. Unánimemente, nos dejan bien claro que no deben ser dejados para nada. Como esta opción no ha sido ampliamente defendida en la civilización occidental contemporánea, las relaciones entre padres e hijos han permanecido firmemente como si fueran adversarios. El juego se ha centrado en conseguir que el bebé duerma en la cuna, pero no se ha considerado la oposición sobre los lloros del bebé. A pesar de que Tine Thevenin, en su libro The Family Bed (La cama familiar), y otros han abierto el tema de que los niños duerman con sus padres, el principio más importante no se ha tratado claramente: comportarse contra nuestra naturaleza como especies conduce inevitablemente a la pérdida de bienestar.
Una vez hemos comprendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas, seremos entonces capaces de descubrir precisamente cuáles son; en otras palabras, qué es lo que la evolución nos ha acostumbrado a experimentar.


El Papel Formativo de la Fase de en Brazos




¿Cómo llegué a ver en la fase de ir en brazos aquella etapa crucial para el desarrollo de una persona? Primero, vi la gente feliz y relajada en la jungla de Sudamérica, cargando siempre a sus bebés sin dejarlos nunca. Poco a poco, fui capaz de ver una conexión entre ese hecho tan sencillo y la calidad de sus vidas. Incluso, más tarde, llegué a ciertas conclusiones sobre cómo y por qué el estar en contacto constante con un cuidador activo es esencial en el estadio inicial del desarrollo tras el nacimiento.
Por un lado, parece que la persona que carga el bebé (normalmente la madre durante los primeros meses, y luego un niño de cuatro a doce años que devuelve el bebé a la madre para alimentarlo) está formando los cimientos para las experiencias posteriores. El bebé participa pasivamente en las carreras, paseos, risas, charlas, tareas y juegos del porteador. Las actividades particulares, el ritmo, las inflexiones del lenguaje, la variedad de vistas, noche y día, el rango de temperaturas, sequedad y humedad, y los sonidos de la vida en comunidad forman una base para la participación activa que empezará a los seis u ocho meses de vida con el arrastre, gateo y luego andar. Un bebé que ha pasado ese tiempo tumbado en una tranquila cuna o mirando el interior de una sillita, o al cielo, habrá perdido la mayor parte de esta experiencia tan esencial.
Debido a la necesidad del niño de participar, es también muy importante que los cuidadores no se queden sentados mirando al bebé ni que continuamente le pregunten lo que quiere, sino que lleven vidas activas ellos mismos. Ocasionalmente, uno no puede resistir darle al bebé un chorro de besos, pero, de todos modos, un bebé que está programado para observar la ajetreada vida que llevas se confunde y frustra cuando dedicas tu tiempo mirando como él vive la suya. Un bebé dedicado a absorber lo que es la vida, siendo vivida por ti, se sumerge en la confusión si le preguntas que sea él quien la dirija.
La segunda función esencial de la experiencia de la fase en brazos parece no haber sido percibida por nadie (incluyéndome a mí, hasta mediados de la década de los 1960). Se refiere a proveer a los bebés de un mecanismo de descarga de su exceso de energía hasta que no son capaces de hacerlo por sí mismos. En los meses anteriores a ser capaces de moverse por sí mismos, los bebés acumulan energía por la absorción de comida y de luz solar. Es entonces cuando el bebé necesita contacto constante con el campo de energía de una persona activa que pueda descargar el exceso no usado de ambos. Esto explica porque los bebés Yequana estaban tan extrañamente relajados y porque no se ponían rígidos, daban patadas o arqueaban la espalda para relajarse ante una incómoda acumulación de energía.
Para poder proveer una óptima experiencia de la fase en brazos tenemos que descargar nuestra propia energía de manera efectiva. Se puede calmar muy rápidamente a un bebé corriendo o saltando con él, o bailando o haciendo lo que sea para eliminar el exceso de energía propio. Una madre o padre que deben marchar de repente a buscar algo no necesitan decir “oye, toma el bebé que voy corriendo a la tienda”. El que tenga que correr que se lleve al bebé. ¡Cuanta más acción mejor!
Los bebés y los adultos experimentan tensiones cuando la circulación de energía en sus músculos está impedida. Un bebé repleto de energía no descargada está pidiendo acción: una carrera a galope alrededor del salón o un baile movido con el niño de la mano. El campo de energía del bebé se aprovechará inmediatamente del del adulto, descargándose. Los bebés no son las cositas frágiles que hemos tomado con guantes. De hecho, un bebé tratado como frágil en este estado de formación puede ser persuadido de que es frágil.
Como padres, podéis llegar a comprender fácilmente el flujo de energía de vuestro hijo. En el proceso, descubriréis muchas maneras de ayudar a vuestro bebé a mantener el suave tono muscular del bienestar ancestral, y de proporcionarle la calma y confort que necesita para sentirse como en casa en este mundo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Comercial de Huggies

Hace un tiempo que han aparecido, sobre todo en Discovery Kids, una serie de comerciales de los pañales Huggies que cuentan diferentes situaciones de la maternidad.
Aquí tienen uno de ellos:


Como se podrán imaginar, estoy absolutamente en contra de este comercial.
Les pongo a continuación el mail que envié a la empresa, y si coinciden conmigo, los invito a hacer lo mismo:
Les escribo a fin de manifestarles mi profunda disconformidad con el comercial "Aprendiendo juntos", en el que se ve a una madre cansada de acunar a su hijo, y que lo deja en la cuna, mientras el bebé llora, diciendo "al principio será dificil, PERO YA SE ACOSTUMBRARÁ".

En primer lugar, dejar a una criatura de pocos meses llorando sola configura MALTRATO, ya que está científicamente demostrado que produce en el niño daños neurologicos irreparables, inseguridad, agresión, etc (ver "Dormir sin lagrimas", de Rosa Jove, neuropediatra española), además de resultar antinatural para la especie humana y una costumbre puramente occidental que se ha desarrollado fundamentalmente en los ultimos 200 años (ver "Besame mucho, como criar a tus hijos con amor", del pediatra español Carlos Gonzalez).

Mediante este comercial se brinda un falso mensaje, haciendoles creer a las madres que está bien que el niño duerma solo, y lo que es peor QUE ESTA BIEN NO ACUDIR A SU LLAMADO.
Cabe destacar, ademas, que acudir al llamado de nuestros hijos no solo les brinda seguridad, sino que además, al igual que la lactancia materna, el apego los protege de enfermedades, por ejemplo del SIDS (podran apreciar que no existen datos de SIDS en brazos de los padres, todos los casos son de MUERTE EN LA CUNA).

Les sugiero leer más bibliografía al respecto ("El concepto del continuum", de Jean Liedloff; los libros de la terapeuta argentina Laura Gutman, "Atachment Parenting" del Dr. Sears, así como los libros mencionados ut supra.)

Los invito a ver, además, el comentario negativo que ha recibido ese comercial en la pagina Bebes y mas: http://www.bebesymas.com/2008/11/20-ya-se-acostumbrara

Por ultimo, les copio textualmente la ponencia de la Dra. Monica Tesone en el ultimo congreso de pediatría:

11º Congreso Argentino de Pediatría Social
6º Congreso Argentino de Lactancia Materna
1 al 4 de octubre de 2008
S e d e s : Centro de Docencia y Capacitación Pediátrica “Dr. Carlos A. Gianantonio” y Palais Rouge
Ciudad de Buenos Aires
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Mesa Redonda: Controversias en Lactancia Materna
Tema: Consecuencias psicológicas del colecho
Autor: Lic. Mónica Tesone
Fecha: 2 de octubre de 2008
Los estudios científicos demuestran que dormir solos no tiene beneficios.
No produce independencia, competencia social, sentimientos de autoestima, capacidad de enfrentar el stress, ni mayor identificación sexual.
Por el contrario está demostrado que el colecho aumenta la independencia y mejora el desarrollo psicológico de los niños.
Un estudio de Lewis and Janda concluye que los chicos que nunca durmieron con sus padres eran más difíciles de controlar y menos felices, tenían más berrinches, y eran más miedosos que los que siempre durmieron en la cama de sus padres.
Las conclusiones de un estudio de Crawford son que los varones que colecharon con sus padres tenían mas alta autoestima, experimentaban menos culpa y ansiedad y tenían sexo con más frecuencia. Y en las mujeres el colecho se asoció con menos incomodidad con el contacto físico y en relación al afecto cuando eran adultas.
El colecho entre otros efectos fisiológicos tambien mejora la estabilidad respiratoria, la oxigenación, la termorregulación, provoca despertares sincronizados con la madre, disminuye las fases profundas del sueño, aumenta la prevalencia y duración de la Lactancia Materna y la producción de leche, y aumenta las horas de sueño de las madres que amamantan.
Por el contrario la separación precoz puede producir modificaciones importantes en la predisposición al sufrimiento de patologías inducidas por el estrés, ya que el estrés y por consiguiente el elevado nivel de cortisol, es capaz de matar neuronas de los cerebros en formación de los bebés.

Espero que retiren pronto ese comercial, y sería genial que la proxima vez lo enfoquen en el bienestar de los bebés, en lugar de la comodidad de los padres.

Atentamente,

Josefina Schatz

jueves, 13 de noviembre de 2008

Newsletter de Laura Gutman del mes de Noviembre

Muerte en la cuna

Cuando se desparrama la noticia por la “muerte súbita” de un bebé, el miedo a lo impredecible y la falsa aseveración de que esa posibilidad es “aleatoria” -es decir que le puede ocurrir a nuestro bebe en cualquier momento- se apodera de nosotros, con la idea fortuita de que dependerá de la buena o la mala suerte que tengamos.
Sin embargo las cosas no son así. La “muerte súbita” está mal nombrada. Tendríamos que llamarla “muerte en la cuna”. Para ser más exactos, habría que denominarla: “muerte en la cuna mientras está solo.”. No hay bebes sanos que mueran súbitamente en brazos de una persona maternante. Discutir si es mejor hacerlos dormir boca arriba o boca abajo, refleja la espantosa ignorancia que los occidentales compartimos sobre el universo de los bebes. Lo único a investigar es si los bebes duermen solos o si duermen en contacto completo y absoluto con otro cuerpo humano.
Toda cría de mamífero de cualquier especie sabe que no puede ni debe estar sola, porque queda expuesta a los depredadores. El bebe humano sabe exactamente lo mismo, por eso usa sus dos principales herramientas para su supervivencia: el llanto y la succión. Ahora bien, si después de llorar y llorar y llorar, ningún adulto acude a salvarlo...porque “tiene que acostumbrarse a dormir solo”, aparecerá la resignación y la dolorosa certeza de saber que está solo en este mundo. Luego, en su afán por ser amado, reclamará presencia y contacto corporal de múltiples maneras: enfermándose, llorando en momentos inadecuados, lastimándose, no aumentando de peso, deprimiéndose…hasta que una noche…en medio de un profundo silencio, decide no despertar más.
¿Y qué hacemos los hombres y las mujeres decentes y bien pensantes? Le decimos a la mamá que vuelva a trabajar pronto, que sea fuerte, que no afloje, que no se rinda, que la queremos, que sea valiente, que se ocupe de sí misma, que tenga garra, que luche, que siga adelante.
Mientras expulsemos a todas las madres del recogimiento y el silencio de la maternidad y mientras sólo las reconozcamos en los ámbitos públicos o exitosos, seguiremos siendo todos responsables por cada bebe que decide partir, harto de soledad, quietud y frío.

Laura Gutman

jueves, 28 de agosto de 2008

Crianza humana en estado natural.

Les recomiendo la lectura de este nuevo artículo de Mireia Long, publicado en la pagina de Bebés y Más.
Felicitaciones, Miri!!! Excelente, como siempre!!

jueves, 14 de agosto de 2008

Carencia de maternaje y organización de dinámicas violentas

Artículo extraído de la pagina de Laura Gutman
www.crianza.com.ar


Personalmente creo que todas las formas de violencia, pasivas o activas, concretas o sutiles, se generan a partir de la falta de maternaje, es decir, a partir de la falta en la calidad de atención, calidez, amor, brazos, altruismo, generosidad, paciencia, comprensión, leche, cuerpo, mirada y sostén....recibidos –o no- desde el nacimiento y durante toda la infancia.

Desde el punto de vista del bebé, toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén, es violenta. Porque actúa en detrimento de las necesidades básicas.

Sencillamente, un bebé pequeñito llega al mundo sin ninguna autonomía. Recién adquiere la capacidad de desplazarse por sus propios medios alrededor de los nueves meses, gracias al gateo. Y necesita alrededor de dos años para tener conciencia de su ser separado. Y luego precisará varios años para que pueda salir solo a la selva urbana. Necesita del adulto para sobrevivir. Por supuesto que requiere que se le procure alimento, higiene, calma y silencio para dormir. También sabemos que el niño necesita contención, calor, cercanía de otro cuerpo, leche, mirada, palabras y sobre todo alguien que haga de mediador entre él y el mundo externo. Si no recibe una calidad de atención acorde con sus necesidades básicas, esa falta la vive como violenta. Es la violencia del desamparo.

La realidad es que la mayoría de los bebés llegan al mundo sin una mamá o persona maternante capaces de sostener y fundirse en la inmensa necesidad de ser sostenidos y acariciados en forma permanente. En la actualidad, los bebes no reciben incondicionalmente lo que piden, porque siempre hay un adulto cerca para no estar de acuerdo y para tener una opinión al respecto.

Generalmente se trata de las mismas madres amorosas que entramos en contradicción con nuestros propios pensamientos. El asunto es que no es un período para pensar. Es un período para entrar en fusión emocional. No hay que buscar razones, ni elegir concienzudamente la mejor opción. No hay reglas a seguir ni consejos aplicables. En estos casos los niños quedan prisioneros de lógicas incomprensibles, alejados de los brazos de sus madres y solos.

Los bebés unánimemente explican una y otra vez a través de sus interminables y prístinos llantos, dónde está su lugar. El bebé que no está en contacto con el cuerpo de su madre, experimenta un inhóspito universo vacío que lo va alejando de su anhelo de bienestar que traía consigo desde el período en que vivía dentro del vientre amoroso de su madre. El bebé recién nacido no está preparado para un salto a la nada: a una cuna sin movimiento, sin olor, sin sonido, sin sensación de vida. Esta violenta separación de la díada causa más sufrimientos de lo que podemos imaginar y establece un sin sentido en el vínculo madre-niño. Cuando las expectativas naturales que traía el pequeño son traicionadas, aparece el desencanto, junto al miedo de ser nuevamente herido. Y después de muchas experiencias similares, brota algo tan doloroso para el alma como es el enojo, el miedo y la resignación.

Cuando ese ser tan pequeñito no se siente valioso ni bienvenido, se convertirá necesariamente en un ser humano sin confianza, sin espontaneidad y sin arraigo emocional. Todos los bebés son valiosos, pero sólo pueden saberlo por el modo en que son tratados. En los países “desarrollados”, las madres compramos libros con indicaciones sobre cómo atender a nuestros hijos, sobre cómo dejarlos llorar hasta que se duerman y cómo abandonarlos en el vacío emocional sin siquiera tocarlos. Las madres jóvenes desconfiamos de nuestra capacidad innata de criar a nuestros hijos, y desoímos los “motivos” que tienen los bebés para transmitir señales que son inconfundiblemente claras.

La noche en particular puede ser terrorífica para los niños al no percibir ningún movimiento. El “tiempo” aparece como un hecho doloroso y desgarrador si la madre no acude, a diferencia de las vivencias dentro del útero donde toda necesidad era satisfecha instantáneamente. Ahora la espera, duele. De hecho, los niños lloran hasta dormirse. Al despertar, finalmente encuentran confort en brazos de sus madres. Pero ya no confían, están atentos y se aferran con vigor a los pechos calientes. Los muerden, los lastiman. Tienen miedo. Y así, una y otra vez hasta que abandonan. El miedo los acompañará siempre, incluso en esos momentos en que están reconfortados. Porque saben que el silencio volverá en cualquier momento a devorarlos. Nunca más dejarán de estar alertas. No cuentan con nadie y el mundo es hostil.

Cuando nuestros hijos lloran o reclaman “más de lo normal”, creemos que se han constituido en enemigos que las madres debemos vencer. La idea básica alrededor de esta moda estima que satisfacer las necesidades de un bebé o niño pequeño los convierte en “malcriados”, aunque paradójicamente, obtenemos una y otra vez el resultado opuesto al esperado. De hecho, los bebés siguen siendo “demandantes”, se enferman, se accidentan y nos traen muchos dolores de cabeza.

En la medida que van creciendo, la psique se organiza adquiriendo ciertos mecanismos de supervivencia, para sufrir lo menos posible. Algunos de esos mecanismos son visibles, como los niños que pegna o muerden para sentirse valiosos; otros son invisibles, como los niños que suelen ser víctimas de otros niños, o los que se deprimen o pasan desapercibidos, o bien los que se enferman con demasiada frecuencia, logrando de ese modo obtener la mirada y la atención que siempre necesitaron.

En la medida que no estemos dispuestos a atender y satisfacer las necesidades naturales y legítimas de los niños pequeños, estamos induciendo a perpetuar las dinámicas violentas. Porque un niño no satisfecho, es un niño que insistirá por diferentes medios conquistar lo que necesitó genuinamente. Así crecerá, se convertirá en adolescente, en joven y en adulto: como un ser necesitado. Entonces golpeará a otros, robará, manipulará situaciones, se convertirá en víctima de otros, luchará por obtener lo que creerá imprescindible para su supervivencia emocional. Aunque habrá olvidado lo que siempre quiso pero no podrá conseguir, por más fuerte y poderoso que devenga: no podrá obtener más mamá.

Todas las formas de violencia que tanto nos preocupan, tienen un común denominador: la necesidad primaria no satisfecha. Cuando algo vital para la supervivencia emocional, no lo podemos incorporar, nos desesperamos. Y la desesperación por vivir, nos obliga a buscar modos de apropiarnos de lo que sea. Puede ser el deseo del otro, el cuerpo del otro, el prestigio del otro, o lo que sea que la conciencia perciba como alimento espiritual.

Por eso, si reconocemos nuestras propias limitaciones afectivas, nuestras incapacidades para reconocer el deseo del niño que es diferente al nuestro (y justamente por eso no lo toleramos); veremos que la dedicación, el altruismo y el tiempo de dedicación exclusiva hacia los niños pequeños, constituye la verdadera prevención contra todo tipo de violencias.

Los niños sostenidos, acariciados y respetados están en paz consigo mismos. No necesitan luchar por un territorio emocional, porque les sobra. No hay guerra interna o externa para librar. No les incumben las peleas. Los niños amparados y fusionados saben que obtendrán lo que necesitan. Esa es la experiencia cotidiana que repiten a cada instante y que conforman una rutina sin sobresaltos. Así se establece la seguridad interior y posiblemente ya no se mueva nunca más de las entrañas de esos seres. Sentirse seguros, amados, tenidos en cuenta, estables y con total confianza en ellos mismos y en los demás...será obviamente el tesoro más preciado para el despliegue de sus vidas.

Laura Gutman

domingo, 20 de julio de 2008

Video Colecho

Les dejo este hermosísimo video que hizo una amiga forera de ACC.
En el minuto 2 aparece Joaqui durmiendo con su amigo Pepe, y en el minuto 2:04 Hernán y Joaqui.
Espero que les guste!!!

sábado, 10 de mayo de 2008

El ultimo Tabú

Les acercamos un texto extraído del libro "Besame Mucho, como criar a tus hijos con amor", del pediatra español Carlos Gonzalez.

EL ÚLTIMO TABÚ
Nuestra sociedad parece muy tolerante porque muchas cosas que hace cien años estaban prohibidas se consideran ahora completamente normales. Pero si nos fijamos mejor, también
hay cosas que hace cien años eran normales y que ahora están prohibidas. Tan completamente prohibidas que hasta nos parece normal que sea así, tan normal como a nuestros bisabuelos les debía parecer su sistema de tabúes y prohibiciones.
Muchos de los antiguos tabúes se referían al sexo; muchos de los actuales se refieren a la relación madre-hijo, para desgracia de los niños y de sus madres. Por ejemplo, la palabra «vicio» se usa ahora en una forma totalmente diferente a como la usaban nuestros abuelos. Casi todo lo que entonces era «vicio» ha dejado ahora de serlo. Beber, fumar o jugar son ahora enfermedades
(alcoholismo, tabaquismo, ludopatía), con lo que el pecador se ha convertido en víctima inocente. La masturbación (el «vicio solitario» que tanto preocupaba a médicos y educadores) se considera normal. La homosexualidad es simplemente un estilo de vida. Hablar de vicio en cualquiera de esos casos se consideraría hoy un grave insulto. Hoy en día, sólo se llama vicio a algunas inocentes actividades de los niños pequeños: «Tiene el vicio de morderse las uñas.» «Llora de vicio.» «Si lo coges en brazos, se va a enviciar.» «Lo que pasa es que está enviciado con el pecho, y por eso no se come la papilla.»
Si todavía tiene dudas sobre cuáles son los verdaderos tabúes de nuestra sociedad, imagine que va a su médico de cabecera y le explica una de las siguientes historias:
1) «Tengo un niño de tres años y vengo a ver si me hace la prueba del sida, porque este verano he tenido relaciones sexuales con varios desconocidos. »
2) «Tengo un niño de tres años y fumo un paquete al día. »
3) «Tengo un niño de tres años; le doy el pecho y duerme en nuestra cama. »
¿En cuál de los tres casos cree que su médico le echaría la bronca? En el primer caso, le dirá «ah, bueno» y le pedirá la prueba del sida sin pestañear; todo lo más le recordará educadamente la conveniencia de usar el preservativo, lo mismo que en el segundo caso le explicará que el tabaco no es bueno para la salud (y si el médico también fuma, no le dirá nada de nada). Nadie la increpará: «¡Pero qué descaro, cómo se atreve, una mujer casada, una madre de familia!»
¿Y en el tercer caso? Conozco una historia real. Cuando la psicóloga de la guardería se enteró de que Maribel estaba dando el pecho a su hijo de dieciséis meses, la citó para explicarle que si no lo destetaba inmediatamente su hijo sería homosexual (uno no sabe si asombrarse más de los prejuicios contra la lactancia o de los prejuicios contra la homosexualidad).
Como Maribel persistió en su «peligrosa» actitud, la psicóloga llamó a su casa para hablar directamente con su marido y advertirle del daño que su esposa estaba haciendo al hijo de ambos.
Nuestra sociedad, tan comprensiva en otros aspectos, lo es muy poco con los niños y con las madres. Estos modernos tabúes podrían clasificarse en tres grandes grupos:
— Relacionados con el llanto: está prohibido hacer caso de los niños que lloran, tomarlos en brazos, darles lo que piden.
— Relacionados con el sueño: está prohibido dormir a los niños en brazos o dándoles pecho, cantarles o mecerles para que duerman, dormir con ellos.
— Relacionados con la lactancia materna: está prohibido dar el pecho en cualquier momento o en cualquier lugar; o a un niño «demasiado» grande.
Casi todos ellos tienen una cosa en común: prohiben el contacto físico entre madre e hijo. Por el contrario, gozan de gran predicamento todas aquellas actividades que tiendan a disminuir dicho
contacto físico y a aumentar la distancia entre madre e hijo:
— Dejarlo solo en su propia habitación.
— Llevarlo en un cochecito o en uno de esos incomodísimos capazos de plástico.
—Llevarlo a la guardería lo antes posible, o dejarlo con la abuela o mejor con la canguro (¡las abuelas los «malcrían»!).
—Enviarlo de colonias y campamentos lo antes posible durante el mayor tiempo posible.
—Tener «espacios de intimidad» para los padres, salir sin niños, hacer «vida de pareja».
Aunque algunos intentan justificar estas recomendaciones diciendo que es «para que la madre descanse», lo cierto es que nunca te prohiben nada cansado. Nadie te dice: «No friegues tanto, que se malacostumbra a tener la casa limpia», o «Irá a la mili y tendrás que ir tú detrás para lavarle la ropa». En realidad, lo prohibido suele ser la parte más agradable de la maternidad: dormirle en tus brazos, cantarle, disfrutar con él.
Tal vez por eso, criar a los hijos se hace tan cuesta arriba para algunas madres. Hay menos trabajo que antes (agua corriente, lavadora automática, pañales desechables... ), pero también hay menos compensaciones. En una situación normal, cuando la madre disfruta de la libertad de cuidar a su hijo como cree conveniente, el bebé llora poco, y cuando lo hace su madre siente pena y compasión («Pobrecito, qué le pasará»). Pero cuando te han prohibido cogerlo en brazos, dormir con él, darle el pecho o consolarlo, el niño llora más, y la madre vive ese llanto con impotencia, y a la larga con rabia y hostilidad («¡Y ahora qué tripa se le ha roto!»).
Todos estos tabúes y prejuicios hacen llorar a los niños, pero tampoco hacen felices a los padres. ¿A quién satisfacen, entonces?
¿Tal vez a algunos pediatras, psicólogos, educadores y vecinos que los propugnan? Ellos no tienen derecho a darle órdenes, a decirle cómo ha de vivir su vida y tratar a su hijo.
Demasiadas familias han sacrificado su propia felicidad y la de sus hijos en el altar de unos prejuicios sin fundamento.

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