"MI MAMÁ Y YO A VECES NO NOS ENTENDEMOS"
Publicado en revista Max Mara. Ayuntamiento de Bilbao.
- ¿Cuántas veces sentimos ante un niño o una niña pequeña, que nos está tomando el pelo?
- ¿Cuántas veces hemos pensado, que están “sordos”?
- ¿Qué paciencia hay que tener en el difícil oficio de ser madre y padre!
- ¿Por qué les cuesta tanto escucharnos? ¿Por qué no colaboran?...
Estas reflexiones y sensaciones son bastante comunes en el mundo de los adultos. Pero ¿vaya sorpresa nos llevaríamos, si supiéramos lo que ellos sienten!
¿Por qué les cuesta tanto hacer lo que les pedimos?, ¿nos están probando?
Los adultos interpretamos la conducta de nuestros hijos o hijas con el cristal de nuestra experiencia vital adulta, donde todo está teñido de intencionalidad. Leemos en sus actos una “intención”, como ocurre en el mundo adulto. Además estamos convencidos que nosotros “sabemos” y ellos “no”. Y ahí comienza una batalla a veces desesperante por hacernos entender, que acaba en más de un llanto y pataleta cuando no en enfados e impotencia. Es decir, en desarmonía, que es precisamente lo que no deseamos.
Pero a veces da la sensación que no quieren aprender la experiencia. Por ejemplo, cuando todas las mañanas son un suplicio porque se entretienen con cualquier cosa y no les da tiempo ni a desayunar para ir al cole. Y no hay forma de que lo entiendan.
Podríamos narrar cien mil experiencias similares y conocer tantas respuestas como personas, que a veces funcionan y otras no, con el objetivo de que nos hagan caso (amenazas, castigos...). Pero el problema seguiría sin solucionarse satisfactoriamente. Si queremos una relación positiva, basada en cierta armonía y no en batallas cotidianas donde hay ganadores y perdedores, tenemos que cambiar radicalmente el “chip” como adultos, viendo su conducta con los “ojos de niño”, para entender qué pasa en sus corazones y en sus cabecitas.
Entonces, ¿quizá somos nosotros quienes no les entendemos?
Sin embargo, el mensaje de “desayuna que hay que ir al cole” o lávate los dientes para ir a la cama”, parece muy sencillo como para ser entendido.
¡Claro! Y es que antes de los 3 añitos entienden perfectamente el discurso verbal. Pero no la lógica que para los adultos tiene. Y comprender esto es crucial para que no interpretemos que nos desobedecen. Nos provocan y todas esas atribuciones que acostumbramos a adjudicarles.
¿Podrías ampliar este planteamiento?
¿Cómo podemos llegar a entendernos?
Lo primero de todo, cambiando el “chip” y no leyendo en sus actos malas intenciones, sino inmadurez. Lo segundo, acompañándoles con mucho cariño y paciencia en las “labores” cotidianas que tengan que ver con el aseo, comidas, vestirse, etc. Porque para ellos no tienen el mismo valor que para nosotros. Lo tercero, recordando cómo nos sentíamos cuando nuestra madre o padre nos reñían, gritaban, pegaban o amenazaban por no “hacerles caso”, cuando nuestra única intención era seguir jugando. Y por último, y lo más importante pero difícil por falta de práctica, acostumbrándonos a relacionarnos en base a “acuerdos” y no tanto en “órdenes” de que sabe hacia el que “no sabe”, puesto que esa no es la mejor forma de acompañar en el crecimiento y en la exploración de la vida a lo que más queremos, nuestros hijos e hijas.
Yolanda González
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